Siete

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Liam miró detrás de sí, dentro del salón de clases, su cuello se alargó como una banda elástica a una longitud poco común.

—¿Por qué me miraron así? —preguntó.

Solté una risita. Soltar risitas es tan femenino, y debería estar reservado para niños por debajo de los cinco, pero estaba superada por toda la situación.

—Porque eres un dios y yo he ganado un renombre épico. Levantó una ceja.

—¿Te importaría explicarlo?

Me giré por el corredor hacia mi siguiente clase.

—Bueno, digamos que para el final del día estaremos casados y con dos niños.

Estalló en risas.

—Oh Dios mío. ¿Qué pasa con esta escuela?

Me habría encogido de hombros, pero las muletas lo previnieron.

—Les gusta una historia, así que les di una.

—Verdadera, espero —dijo.

—Absolutamente. —Pausé fuera de mi siguiente clase.

La risa bailaba en sus ojos, y me le quedé viendo por un momento. Me gustó que lo hiciera reír.

—Dime —dije—. ¿Qué es lo que están diciendo los chicos? Puso una sonrisa.

—Si tú eres épica, entonces yo soy legendario. Negué con la cabeza.

—No entiendo eso. Solo soy yo. Del tipo sencilla y demasiado normal.

—¿Quieres decir que no lo sabes? —dijo.

Me apoyé contra la pared. La campana estaba a punto de sonar, y los dos llegaríamos tarde. Pero esta conversación parecía más importante.

—¿Saber qué?

Se aclaró la garganta.

—Dios, Sureña, debes de ser la persona más humilde que conozco. No hay un solo chico en esta escuela que no saldría contigo.

Casi me atraganté. Me estabilicé en mi pierna buena, la cual se estaba cansando más y más cada minuto, y tosí por unos buenos sesenta segundos.

—¿Yo? —finalmente pregunté—. ¿Por qué?

Y su sonrisa regresó mientras sonaba la campana. Ninguno hizo un movimiento.

—Para la respuesta a eso, mira en el espejo —dijo. Cambió mis libros a su otro brazo—. Ahora, si permanecemos más tiempo aquí, obtendré una detención, así que déjame ayudarte hasta tu asiento.

Entramos al salón entre los ojos curiosos de los chicos en el aula, quienes siguieron nuestros movimientos desde el pasillo hasta mi escritorio. Me dejé caer, y él puso mis libros encima.

—Te veo después —dijo despreocupadamente, e hizo algo que me arruinó para el resto del día. Inclinándose, me besó en la mejilla.

Me senté allí, aturdida, mi mano en mi rostro hasta que desapareció de mi vista. Entonces la chica detrás de mí, Gina Conroy, me dio un golpecito con el dedo entre los omoplatos. Me volteé.

—Dime —susurró, no obstante fuertemente—, ¿cómo es él?

***

La clase de la señora Walker, siendo la última clase del día, culminó los rumores que se arremolinaban alrededor de nosotros. Desde que Liam se sentó justo a mi lado dentro de la distancia de tomarse de las manos, y desde que ahora la escuela entera pensaba que habíamos hecho juntos cosas que no habíamos hecho, ambos decidimos extraerlo.

Me & Liam PayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora