Ocho

158 5 0
                                    

Ella tenía razón acerca de lo que la gente creía, sólo que él no quería admitirlo, especialmente no a ella. Especialmente no en la escuela.

Primero tuvo una idea del daño creado el día anterior cuando Martin Costas se le acercó. Martin era un tipo bueno en cualquier otro día. En realidad nunca habían tenido tratos con el otro más allá de asistir a la misma escuela, pero el hecho de que detuviera a Liam en el pasillo para decirle lo que le dijo significaba cosas malas.

Pelo negro rizado brotaba a lo largo de la mandíbula y la barbilla de Martin. Él hizo un gesto con la cabeza hacia arriba en señal de saludo.

—¿Qué hay?

Liam se detuvo antes que él, su peso apoyado en una cadera.

—Ey, hombre, oí de ti y la belleza, —dijo Martin.

La Belleza. Los chicos la llamaban así a veces. Nunca le había importado antes, pero ahora le irritaba.

—¿Qué oíste?

Martin movió los pies.

—¿Crees que puedes presentármela?

¿Presentársela? Su rostro se calentó.

—No.

Martin cambió el peso al otro pie.

—Así que tú y ella, sois como... ¿exclusivos?

—Sí, somos exclusivos.

—Tipo suertudo, —dijo Martin, y se alejó pesadamente.

Liam trató de olvidarse de ello. Martin era sólo un chico en una escuela llena de chicos, pero un fuego lento comenzó en su intestino y sospechó que se había equivocado. Esto se demostró en el almuerzo. Se sentó frente a

Sureña y pronto ambos se encontraron sentados en medio de una multitud de chicos. Ella pareció no darse cuenta... al principio.

—Partimos esta noche a las seis, —dijo él.

Ella levantó la cabeza de la contemplación del misterio de la carne de hoy, su tenedor equilibrado arriba.

—¿Esta noche?

Él arqueó una sonrisa.

—¿Te olvidaste?

—¿Me olvidé de qué?

—Nuestra cita.

Sus ojos se iluminaron entonces, y ella dejó caer su tenedor en la bandeja de plástico con estrépito.

—No me imaginaba que querías hacer eso. Quiero decir, era para el proyecto y todo, y estamos juntos todo el tiempo de todos modos. Así que...

—¿Y eso qué? ¿Por qué importa eso? —Preguntó.

—Bueno, no lo hace. —Ella se relajó en su silla y la inclinación de su cuerpo tensó su camiseta sobre el pecho. Él lo notó. Y también lo hicieron todos los chicos en la mesa.

¿Por qué no le molestaba esto antes?

—Así que, ¿no quieres ir o sí quieres? Porque me gustaría llevarte.

—Yo te llevaré.

Ella volteó su mirada hacia la nueva voz.

—¿En serio?

Trevor Hankin. De ninguna manera él la llevaría a ninguna parte.

Tenía una reputación.

—Claro. Di a donde.

Me & Liam PayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora