Dos

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Emma agarró su camisa con una mano, y su bolso y mochila con la otra.

—Yo... Hm... Tropecé —dijo. Se giró a su lado izquierdo lejos de su vista.

—¿Por qué no entras? —Golpeó a Eric en el costado y murmuró—: A la parte de atrás. —Eric se lanzó sobre el asiento.

—Oh, no puedo... no debería. —Dio un paso vacilante hacia adelante.

¿Seguiría caminando? Pisó el acelerador y se movió detrás de ella

—Vamos, Sureña, entra. No puedes caminar con tu tobillo así. —Ella se paró en seco.

—¿Cómo me llamaste?

Ups. Regla número 12. Cuando estás interesado en una chica nunca la llames por el sobrenombre.

—Sureña. ¿Qué tiene de malo?

Ella apoyó el codo en el techo del coche, su respiración silbando a través de sus dientes.

—Depende de si te estás burlando o admirando. —Él se rió entre dientes.

Valiente.

—Admirando. Ahora, entra, te llevaré a casa.

Su mente pareció resolver el problema porque ella se sentó en el coche con un quejido.

—Tropezaste, ¿eh? —Dijo.

Ella le lanzó una mirada cortante.

—Con un niño en una bicicleta. El estúpido idiota me mandó volando hacia la alcantarilla. Mi camisa quedó atrapada en la rejilla de metal y me torcí el tobillo. —Empuñó su camisa en su mano y se estiró hacia su pierna, pero fue incapaz de tocarla sin soltar su agarre y así exponerse.

Él observó detenidamente el problema, y sin pensarlo más a fondo se quitó la camisa y la arrojó a su regazo.

—Aquí, ponte eso. —Sus ojos estuvieron a punto de saltar de su cabeza.

—Pero...

—¿Pero qué? Sólo es una camisa y parece que necesitas una.

Chicas. Dios.

Se retorció en el asiento, ocultando así el hueco en su ropa, y sacudió su camisa en sus manos. Deslizándola sobre su cabeza, trabajó debajo de la tela para quitar los restos de la suya, que cayó en su regazo en cuestión de segundos. Luego metió los brazos por las mangas de su camiseta.

—Eso fue... talento —dijo. Ella sacó su cabello de debajo del cuello.

—Todas las mujeres pueden hacer eso. —Y él en serio decidió dejarlo ir. Salió de nuevo al tráfico.

—Así que dime, Sureña, ¿por qué estás caminando hoy? ¿Por lo general tu madre no te recoge? —Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal.

—¿Sabes eso? —Dios, tiene grandes ojos.

Él sonrió.

—Sé muchas cosas sobre ti. Sé que tu madre te recoge y te deja en casa para ir a su segundo trabajo. Entonces estás sola hasta que tu padre llega a casa sobre las siete.

—¿Me estás espiando?

Giró para entrar en un barrio residencial bordeado de casas de igual apariencia. Pintura marrón. Techos marrones. Entradas de cemento agrietado. A mitad de camino por la calle, se detuvo frente a una casa escondida debajo de una palmera destrozada. Abrió su puerta y se inclinó en su asiento.

—Nos vemos, hombre —le dijo a Eric. Eric se deslizó detrás de él y asomó la cabeza por la ventana.

—¿Me recoges en la mañana? Liam soltó una carcajada.

Me & Liam PayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora