Capítulo V

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Internamente Sara parecía estar viviendo en un infierno y con el mismo diablo. Ya había pasado más de una semana. Desde el incidente. Para muy pocas cosas hablaba con Andrés. Una ventaja era que ya tenía parte del artículo, para esas alturas ella no tendría que hablar con el padre de Andrés.

Estableció una amistad con Marcos, a pesar de que él sabía todo lo que había pasado. En cambio Andrés se volvió frío y distante. Actitudes que ella misma se interpuso. Si pudo enterarse de la salud del Sr. André, ya estaba en su casa, recuperándose, afortunadamente.

Su tiempo en España estaba por terminar, solo tomaría unas fotos de los hermanos y del lugar en el que estaba como uno de los tantos logros personales, solo tendría que hablar con Andrés de lo que haría y ya.

Podía oír como André discutía con alguien de la empresa. Tendría que esperar y como se encontraba sola y sin hacer nada tomo sus cosas, como el carro de Marcos y se fue a dar una vuelta y comprar algunas cosas antes de volver. Tuvo suerte de saberse manejar por las calles de Barcelona, gracias a Marcos.

Tenía mucha intranquilidad al tener ya la duda otra vez de lo ocurrido tanto tiempo atrás. Ahora era ella la que quería saber las cosas y por su culpa el hombre que podía decírselas, la odiaba.

No era simple como lo recordaba, Sara era ahora una mujer decidida, orgullosa que no se dejaba por nadie, y sentía algo raro, le gustaba eso de ella. Pero como podía mantenerse a flote con lo que quería hacerle que a veces estar tan cerca de ella le nublaba el pensamiento. Para él un hombre que sabía lo que quería, no era de extrañar que mujeres como ella no le llegaron a resultar interesantes.

Recordó cuando la vio en el restaurante, con ese cabello largo y negro como el azabache, sus ojos marrones, exóticos en su belleza, su piel morena... ¡Maldita sea! Esa mujer lo iba a dejar mal con la excitación que estaba propagándose por su cuerpo hasta su entrepierna. Tenía que hacer algo, y lo haría ahora mismo. Iba a ir a su cuarto y le haría recordar todas las sensaciones que vivieron juntos.

Toco varias veces, no calculo cuantas o los minutos que pasaron antes de querer entrar sin avisar lo cual hizo, estaba en su casa a pesar de que en esa habitación su presencia no llegara a ser recibida y no le importaba en lo absoluto. La deseaba y la quería ahora.

Cuando entro escucho el sonido de la regadera y de cómo caía el agua, y se la imaginaba pasándose la esponja por su piel morena, sus manos hacia fuerza como queriendo entrar y ser él el que la pase y deleitarse con su reacción.

No pudo contenerse más y entro salvo que lo que vio lo dejo sin palabras, Sara estaba como él siempre la recordaba, su cuerpo voluptuoso, sus senos del suficiente tamaño para la perfección de su mano y su boca tan carnosa y rosada que le provocaba morderla tantas veces que quería dejarla roja.

Para cuando Sara se dio cuenta de la presencia creyó que era un desconocido, alguien queriendo abusar de ella pero no, era él, Andrés que estaba solo con unos pantalones de pijama, y su torso desnudo y liso como recordaba. Para ella estar con él no era mero capricho, era un sentimiento grande que no cabía en su ser, ni en sus pensamientos. Solo lo quería a él. Y ese era su gran error y no sabía el por qué.

- Andrés por favor, sal.

- No quiero, vine por algo que deseo y no me voy a ir, aunque me lo pidas mil veces, te deseo ahora.

- Por favor, no me hagas esto más difícil. Al menos déjame ponerme una bata.

- Así esta perfecta.

Por algún breve momento Andrés no recordaba esa venganza estúpida que lo que haría sería hacerse más daño a él y a ella, de alguna manera tendría que solucionar las cosas, en ese momento, no quería entorpecerlo con nada.

Mirándola a los ojos, sus manos tomaron la delantera, fue quitándose lo que tenía puesto. Fue algo tan rápido, comprendió que la quería, pero él ya no sabía que pensar de los sentimientos de ella.

Entro en la ducha junto a ella, recorriendo con sus manos aquel cuerpo que antes había hecho y que siempre recordó. Ella en cambio, esos ojos chocolate se llenaron de pasión, no pudo más y beso de tan furiosa fuerza que al despegarse tenía los labios hinchados. Algo que le hizo sonreír de gloria. Paso por los senos redondeados que parecían hechos a su medida, entraban perfectamente, jugo con ellos con tal perfección que se intensifico solo con los gemidos que profesaba Sara, lleno de satisfacción metió uno en su boca, jugo con él como si fuera un caramelo. Luego hizo lo mismo con el otro, hasta descender por su vientre para pasar por su feminidad, ese núcleo que tanto lo enloquecía y ahora no parece existir la diferencia.

Recorrió cada rincón como si fuera a morir mañana, tal vez pasará, no lo sabía muy bien, pero quería disfrutar este momento. Regreso por el mismo camino por el cual fue y los gemidos, el nombre suyo pronunciado por ella, hicieron querer hacer con ella demasiadas cosas que quizás no estarían bien.

La beso y ella lo acariciaba, sentía esas manos frías, frescas, como iban desde su espalda hasta su cabello, como lo halaba para no gritar de la excitación, antes de penetrarla, hurgo con sus manos ese manantial que probó antes.

Las palabras no describían la sensación de placer que disfrutaba y que muy bien sabía que ella también. Así que en un movimiento rápido la embistió con fuerza pero a la vez con dulzura.

- Enrosca una pierna a y luego la otra, rápido.- fueron las palabras más rápidas que pudo haber dicho, pensó con ironía. Nunca se sintió así antes, solo con ella.

- Oh Andrés, por favor, no pares.

- No lo haré, te lo prometo.

- No, no me prometas, solo no lo hagas.

Por increíble que le parezca, Andrés no supo manejar esas palabras. No sabía cómo interpretarlas. Olvidando todo eso, salieron entre besos y caricias y como pudieron llegar a la cama, siguieron con ese éxtasis divino que solo ellos se conocían.

Sus cuerpos se acoplaban con una sintonía perfecta. Ella sabía que puntos tocar y cuáles no. Él conocía el mismo procedimiento. Se querían pero los dos son muy tercos para darse cuenta, Andrés pensó tantas veces esas mismas palabras pero no que surtieran un efecto muy fuerte en él.

A medida que pasaba el tiempo, cada uno quedo sin fuerzas, esas que no sabía si las necesitaría después. Luego pensaría en eso, ahora solo quería tenerla en sus brazos y no dejarla ir, no quería y no podía. 

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Historia Original 

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