Capítulo VI

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Cuando amaneció, Andrés se hallaba solo. Inconsciente de cómo tocaba el lado vació de la cama, se fijó en la puerta cerrada y pensó que tal vez ella estaría en el cuarto de baño. No podía dejar de pensar ¿Por qué lo había hecho? ¿Qué haría si solo la veía así sea con tan solo una bata? Muy bien entendía y se imaginaba que debajo no tendría nada, tan solo su cuerpo desnudo y no se contendría con las ganas de tocarla.

No pudo más y fue al encuentro con Sara, al salir no vio a nadie, se asomó por la ventana, era muy temprano para quienes se encargaban de la casa estuvieran despiertos.

Ya en la habitación se ducho y se vistió para desayunar y poder concentrarte en el trabajo que lo tenía muy abandonado al parecer era lo único que lo mantenía fuera de juego.

Cuando conoció a Sara era tímida e introvertida, sabía muy poco de ella y al parecer eso le gustaba. Después poco a poco la conoció, supo que ella también vivía en España, Murcia para ser exactos.

La había visitado antes, aunque en realidad la conoció lejos de allí, en la universidad que residía en Barcelona, cómo es que no sabía dirigirse u orientarse por las calles si ya antes había estado allí. Tendría que hablar con ella pero cómo la a ver a los ojos después de anoche.

Ya no podía más, sus caricias no las olvidó jamás; uso esa mentira tanto tiempo que se lo creyó. Ya era muy temprano y no podía seguir más en la cama, claro que cuando lo vio al despertar era fascinante y no lo negaba, soñó muchas veces con esas mañanas.

No se dio cuenta de cuánto tiempo había durado en el baño, cuando salió, él ya no estaba por ningún lado, ¿por qué se fue? ¿Tanto era lo que le importaba que no pudiera estar más de un minuto a lado? A Sara se le partió más el corazón. Tal vez solo quería una noche. Sería capaz Andrés de caer tan bajo, que no podía creer, ¿Qué tanto daño podía hacerle? Por horrible que pareciera necesitaba irse de allí. Pero aun no sabía cómo.

Llorar ahora no era la solución, pero qué podía hacer. No podía odiarlo sin odiarse a ella misma y olvidar lo mucho que lo amaba. Por un lado era tan simple que no podía asimilarlo por otro lado.

Para lo que resultó ser una eternidad y un paso lento en el tiempo, su día no podía empeorar más, era poco en comparación cuando se acercaba la hora en la que Andrés llegara. ¿Cómo podía verle a los ojos, cuando ni ella misma sabía qué hacer?

Se le veía cansado, como si el trabajo que él amaba, lo tuviera cansado.

- Hola Andrés, ¿Qué sucede? ¿Te pasa algo?

- Hola Sara, prefiero no hablar de ello y poder desayunar tranquilo, lo que también quiero ahora es tenerte en mi cama la verdad, pero como no puedo sacarte de mi mente, eres algo persistente ¿sabes? Y menos cuando no estas.

- Andrés es mejor que me vaya de aquí, esto que ves y experimentas, no nos hace bien. Lo correcto es que regrese a casa.

- Lo que nos hace bien, es repetir lo de anoche y es lo que más deseo. Tu cuerpo y el mío lo quieren, tu alma lo desea hasta la saciadez de perderse. Así que vamos, ya después nos metemos en la piscina y piensas mejor las cosas. Quiero aprovechar, que mi hermana estará aquí en unos días y créeme, me absorberá el tiempo, claro no tanto como tú.

Sara no se pudo resistir y olvidándose de todo por un momento se puso de puntillas, tomándolo del cuello y dándole un beso rápido, le pregunto.

- ¿Tu hermana? Nunca me contaste sobre ella. ¿Por qué?

- No lo sé, creo que no tenía ni idea. Estaba concentrado en otras cosas.

- Bueno, ahora tienes todo el tiempo para que me lo cuentes.

Entre Tú y Yo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora