1: "La Carta"

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Editado.

Me miro una última vez en el espejo, acomodando mis rulos en una cascada que se va degradando hasta las puntas, por encima de mi pecho.

Llevo puesto un vestido corto color negro con la espalda descotada, en sí el diseño es sencillo pero sin embargo acentúa las curvas y me hace sentir muy sensual. Raro, ya que normalmente me siento como una patata.

"Mortal" le había llamado mi tía Mimí con picardía, el recuerdo de la loca actriz con problemas de atención me hace reír, y es entonces cuando noto mis dientes manchados de labial. Revoleo los ojos para finalmente restregarme la mancha con el dedo hasta hacerla desaparecer.

Con el maquillaje admito haberme esforzado bastate. Bueno, para mí fue un gran esfuerzo haber aguantado 15 minutos con la irritante voz de mi amiga Yuya* y sus ridículos pero útiles tutoriales de YouTube sólo para prender trucos sobre la máscara de pestañas.

Ya sin más que hacer, lanzo un suspiro, tomo los tacones negros cuyas puntas son dignas de añadirse ana lista de armas blancas y el discreto bolso que he decidido llevar y me siento al borde de mi cama, esperando hasta que siento mi celular sacudirse entre mis tetas y lo capturo hábilmente para apretar y hacer callar a Silvestre Dangón a media "materialista...".

De: "TocaPelotas"

«Asomate a tu vntana julieta, y lansame tus pantaletas*»

Suspiro, llenandome de paciencia, para luego levantarme armada de valor.

Vamos, si se puede.

Intento relajarme pero siento una mala espina, muy grande, sobre ésto.

"Te tocará arrepentirte luego”, me digo mientras meto el celular de nuevo en su lugar.

Me levanto resignada, abro el gran ventanal de mi cuarto y me inclino hacia afuera, la brisa fría golpea mi rostro y me estremezco.

"¡Puta, está helando!"

Abajo, machacando el césped con sus estúpidamente caros zapatos, parado peligrosamente cerca de las petunias de mamá, me mira sonriente el idiota de Alexander.

—¡Oh, Julieta...!—declama extendiéndo sus brazos hacia mí haciendome querer lanzarle uno de mis tacones asesinos.

Me crispo de inmediato y lo mando a callar con un chitido , nerviosa porque papá llegue para capturarme en la fuga y arda Troya.

—¡Coño!, ¡Cállate la jeta!—susurro exagerando con los labios.

La sonrisa de Alexander no decae, muy por el contrario, sus comisuras se alzan aún más, mostrando sus perfectos y aliniados dientes... esos que tanto deseo romper.

Suspiro, llenandome de paciencia.

—¿Cómo vamos a hacer?—pregunto hablando lo más bajo que puedo.

Milagrosamente, a pesar de la brisa y el pequeño detalle de estar separados por unos peligrosos tres metros, él parece escucharme.

—¿Tú qué crees?—responde con extraño entuciasmo, extendiendo sus largos brazos y estirandose–-, Salta—dice al notar mi confución, como si aquello fuese la cosa más obvia del mundo.

Contengo el aliento y me volteo hacia la seguridad de la habitación, de pronto recordando que dejé el último episodio de Acapulco Short grabando en directv y que seguramente mis escritoras favoritas se antojaron de actualizar todas juntas hoy.

Cierro los ojos.

Está haciendo el tonto, es joda, te quiere ver la cara de estúpida”

Serenata Diurna | #YosoyBerkleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora