3: "Ghost"

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—No sé, creo que ha sido el día más loco de mi vida—farfullé mientras le tendía un libro con portada de cuero bastante extraña a Brizna, ésta lo tomó y lo añadió a la larga hilera de libros que habíamos acomodando en la repisa.

La morena sonrió—. Te entiendo, el año pasado, cuándo ingresé, tuve la mala suerte de llegar un día tarde y, nada más puse un pie en Berkley fui arrollada por una estampida de músicos. No fue nada agradable, sobre todo cuándo una loca pelirroja de cabeza rapada me aplastó una de mis niñas con sus botas de tacón—hice una mueca de dolor—, desde entonces soy virola* , ésta niña mira al frente y la otra a su vecina de al lado—le pasé otro libro.

—Eso no suena lindo—admití mientras tomaba otro libro de una de las cajas.

—No lo es—concordó riéndo, me arrepentí de haber hecho el comentario—, pero me da personalidad, además es una buena historia para contar después de un buen polvo.-se encogió de hombros, sonreí: Eso es ser positivo, hermana.

—Esto es tan loco, y luego lo de Lú, que hizo que el papo* me llegara a la garganta—recordé, Brizna soltó una carcajada—. Pensé que moriría, lo juro, no tiene sentido, pero pensé que pasaría.

Brizna me arrebató un libro sin portada de las manos y lo puso en su lugar.

—Pero, seamos claras, debiste suponerlo—comentó mientras quitaba una caja del camino y me pasaba una filosa navaja para abrir la siguiente, al parecer la chica la llevaba siempre consigo, lo que me hizo preguntarme si yo también debía tomar ese tipo de precausiones—No tenías la llave, ¿o sí?—cuestionó, a lo que negué apenada—, entonces, ¿cómo fue que entraste?. Debiste suponer que alguien ya había abierto la puerta.

Asentí, eso tenía sentido para mí.

—Pero bueno, quiero que me cuentes otra cosa—dijo mientras esperaba que yo terminara de luchar con la caja—. El chico ladrón...—mi cuerpo se tensó y de un sólo movimiento rígido terminé de abrir la caja, causando un crujido—, ¿cómo era?, ¿dijo su nombre?—preguntó con especial interés.

Dejé escapar un suspiro, el recordar aquella cara de idiota me dejaba un mal sabor de boca.

—Era un imbécil... y por alguna razón me dijo la dirección de su habitación y su nombre; era...Gaél Hudson—pronuncié el nombre cómo sí quemara en la lengua.

Brizna se tensó y sus ojos se abrieron cómo platos, con la mandíbula desencajada dejó caer el libro que llevaba en la mano al suelo.

Al parecer el sonido hizo volver a Lú de su mundo autista y con rostro molesto recogió el libro del suelo para luego volver a su lugar en el sillón y comenzar a acariciarlo mientras lo abrazaba con enfado.

Ignoré lo extraño que era aquello y seguí mirando a la ahora demasiado pálida Brizna—. ¿Qué?—le increpé ansiosa, con la garganta seca.

En ese momento Alex entró a la habitación cargando una caja de cartón, se detuvo en seco en la entrada y observó nuestros rostros.

—¿Qué les pasa?, ¿por qué tienen esas caras de estreñidas?—preguntó, de pronto una idea pareció aflorar en su cabeza y alzó las cejas con diversión—. ¡Oh, Dios!, no me digas que ya le haz mostrado tus bubys graciosas—exclamó mirando a Brizna, luego rió y se dirigió a mi—. No te preocupes, Cecy, la primera vez que las ví también me pareció algo perturbador.

—No seas perra, no es eso—gruñó Brizna cruzandose de brazos—. Es algo mucho peor—su tono serio me hizo erizar la piel—, Ghost robó la maleta de Celie—anunció con voz ronca y ojos abiertos.

Serenata Diurna | #YosoyBerkleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora