Cuando se despertó aun estaba amaneciendo, pero los muros de hielo de su palacio potenciaban la luz del exterior, por lo que la claridad le molestó en los ojos hasta que logró acostumbrarse.
Después de frotarse los ojos un par de veces y revolverse un poco el pelo se irguió para quedar sentada sobre su rígido colchón, con la espalda apoyada en la alta y trabajada cabecera, coronada con un precioso y enorme copo de nieve. No se había dado cuenta hasta entonces de que estaba tapada con una gruesa manta de lana. En seguida la reconoció, pues era de un intenso color morado con el escudo de la familia real de Arendelle bordado decorando los bordes.
Alzó un poco la vista y pudo ver en la estancia, no muy lejos de su cama, una pequeña mesa de superficie redondeada con una silla justo al lado. Todo de hielo.
<<Yo no he puesto eso ahí>>.
Algo confusa, se puso en pié y se acercó a la mesita todavía somnolienta.
Sobre la mesa había un par de servilletas de tela verdes con bordes morados; en ellas había trocitos de bizcocho y queso de cabra.
Palpó un poco el bizcocho con el dedo índice. Estaba frio, pero todavía tierno.
<<Jack...>>, pensó esbozando una sonrisa.
Se dirigió a una de las paredes vacías de la estancia, aunque realmente lo único que había en ella era la cama, una cómoda, la mesita y la silla. Sin pensárselo demasiado, pasó con decisión la mano a ras de la pared, a la altura de su rostro, haciendo que el hielo quedara perfectamente pulido creando un espejo. Elsa se sorprendió al ver lo alborotado de tenía el cabello; a pesar de la trenza, varios mechones se le habían soltado y el volumen que parecía tener ahora su cráneo era ridículo.
Se deshizo la trenza pacientemente, sin pensar en nada en especial, salvo en lo bien que se sentía esa mañana. Dejó que su pelo callera sobre sus hombros y espalda mientras lo acomodaba en su cabeza sin demasiado éxito. Consiguió apartarse el pelo de la cara echándolo hacia atrás y congelándolo un poco, lo suficiente para fijarlo y dejarle algo de movilidad con una pequeña capa de escarcha que lo hacía brillar. El resto de su ondulante pelo, voluminoso y plata, le enmarcaba las finas fracciones del rostro.
Se miró un par de veces más en el espejo, bastante satisfecha con el resultado. Era extraño, pues nunca había dedicado demasiado tiempo a los espejos, salvo para recordarse cuanto podía llegar a odiarse a veces.
Recordó algunos días en su oscura habitación, sola y asustada, sin nada que hacer. A veces, cuando se cepillaba el pelo, solo por entretenerse, miraba fijamente a los ojos su reflejo. Se preguntaba por qué ella tenía ese poder y por qué no podía ser una niña normal como su hermana y jugar con ella como ambas deseaban. Se preguntaba por qué, aun siendo un peligro para todos, tendría que ser ella la heredera al trono. La idea de ser reina nunca le atrajo en absoluto.
A veces, verse reflejada en el espejo hacia crecer en su interior un odio y una tristeza indescriptibles. En más de una ocasión tuvieron que ponerle un espejo nuevo en la habitación, cuando ese odio se apoderaba de ella solía romper el espejo: le arrojaba el cepillo, zapatos, lo que tuviera a mano, incluso la magia que tanto odiaba, y lo hacía pedazos.
Luego de liberar su ira, solía dejarse caer al suelo, agotada y llorando. Se acurrucaba sobre si misma, sobre los pedazos rotos de cristal y la escarcha que se formaba a su alrededor.
A veces sentía el deseo de huir y dejarlo todo atrás, otras de correr junto a Anna para revelarle su secreto y darse otra oportunidad, pero muchas otras veces, simplemente, deseaba desaparecer. Nunca tuvo valor para hacer nada: le aterraba no volver a ver a su hermana, y más después de la muerte de sus padres; le aterraba acercarse a su hermana y herirla de nuevo, le aterraba dejar este mundo... y cada vez que se preguntaba el por qué, el recuerdo de Jack en la ventana cuando era niña invadía su mente: <<Él es como yo>>, pensaba, <<O eso me dijo... y parecía feliz>>.
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Hielo y Escarcha ❆Jelsa❆
Fiksi PenggemarCuando Jack Escarcha y los demás guardianes derrotaron a Sombra, la paz y la felicidad de los niños quedó a salvo, al igual que la vida de los guardianes. Pasan los años y Jack tiene ciertas restricciones como guardián. Se aburre. Extraña los tiempo...