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El primer mes fue bastante caótico. Aunque no podía presumir de tener muchas cosas en casa, tardaron casi tres semanas en poder colocarlo todo en su sitio sin matarse en el intento. Stiles había perdido la cuenta de las veces que había tropezado por culpa de las cajas o se había golpeado en el intento de guardar cosas o tirar otras tantas. Su padre también se había llevado lo suyo aunque los que se llevaron la peor parte fueron sin duda un viejo radiocasete y algunas cintas de vídeo caseras.

Los turnos de su padre y sus clases impidieron que todo fuese más rápido pero eso le sirvió a ambos para estar entretenidos y no pensar en lo que habían dejado atrás. Tal y como le prometió a Stiles, Chris iba a cenar con ellos una vez a la semana, dependiendo del turno de John. Allí se ponían al día de lo sucedido a lo largo de la semana mientras veían algún partido por la tele. Durante ese tiempo, Stiles no supo nada de Beacon Hills ni de los que allí vivían. A ello contribuyó el hecho de conocer a Samuel, Frank y Oliver, quienes no sólo le integraron rápidamente en su grupo, sino que contaban con él para todo. Aquello supuso una inyección de vitalidad a su ego, contribuyendo a que el ambiente en casa cambiara radicalmente, preocupándose tan sólo por cosas mundanas.

Así, los meses fueron pasando hasta que llegó Navidad, la cual celebraron en casa de Donovan: compañero y amigo de John, quien a su vez, era padre de Oliver. Chris también les acompañó, lo cual Stiles agradeció enormemente. Aun siendo diferentes, estaban siendo unos días geniales para él aunque lo mejor llegó la noche de fin de año, en la que finalmente se decidió a pedirle una cita a Elly, su compañera de clase. A su padre no se le escapó el detalle del parecido de Elly con Malia pero la chica era completamente diferente a ella. Ver sonreír a Stiles todo el tiempo fue el mayor regalo que obtuvo John Stilinski esas navidades.

_ Si tan sólo estuvieses aquí con nosotros Claudia... -se dijo a sí mismo mientras se tomaba un café tranquilamente tras la fiesta de la noche anterior, en la cual la casa parecía haber sido invadida por un grupo de desalmados que se encargaron de repartir confeti y serpentinas por todos lados.

La vuelta a las clases fue un desastre debido a la intensa nevada que se registró en la ciudad, provocando que muchos coches quedasen atrapados en las carreteras, obligando así a muchos a permanecer en sus casas. Stiles comenzó a maldecir cuando se vio obligado a volver a casa nada más llegar al instituto y darles allí la noticia de que se suspendían las clases. Elly, quien iba con él, le sugirió ir a casa de Stiles y aprovechar para adelantar algunas materias ya que ella vivía en el mismo barrio.

_ Vivo a sólo cuatro casas de la tuya. No habrá problema.

_ En ese caso, vamos allá, si es que consigo arrancar este viejo trasto -protestó de nuevo mientras giraba la llave para encender el motor de su Jeep. Elly se echó a reir al ver las muecas de Stiles mientras manejaba su amado Jeep. Aun recordaba la cara que se le quedó a éste cuando entre todos y la ayuda de John Stilinski, trajeron de vuelta el que fue el Jeep de Stiles y que por lo visto, se quedó en un taller en Beacon Hills. Elly jamás había visto llorar a Stiles pero de la emoción que sintió al ver su querido Jeep allí aparcado frente a su casa, fue como si le hubiesen dado todos los regalos de Navidad juntos, envueltos en papel de regalo con un enorme lazo.

De ahí que ya no se despegara de él. Cuando consiguió arrancar, Stiles puso la radio mientras oía qué carreteras iban siendo cortadas al tráfico para pillar algún atajo que les llevara pronto a casa. Allí, tras dejar sus mochilas en su habitación y acomodarse, decidieron dejar los estudios para mas tarde, acabando los dos en la cama para mitigar un poco el frío. De esa guisa se los encontró John tras pedir un cambio de turno por no encontrarse bien. Volviendo sobre sus pasos, John preparó comida para tres.

Mientras tanto en Oaxaca, México

Tras echar una rápida ojeada a su alrededor, Braeden asintió para, actos seguido, salir los dos corriendo. Llevaban ya tres días en Oaxaca, México. La investigación sobre la temida "Loba del desierto" estaba dando sus frutos y cada vez estaban más cerca de poder localizarla. Pero eso conllevaba un riesgo: el ser descubiertos. Por ello no pasaban más de cuatro días en un mismo lugar. Siempre escondiéndose, siempre eludiendo gente extraña. Nunca confiar en quien no se conoce.

DestierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora