Jamil

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Dara suelta un grito, el horror de la escena la hace esconderse en el regazo de Carol. Estoy tan pasmado que el aliento se me ha salido y ya no he vuelto a respirar. El eco del chasquido que hizo el cuello del animal retumba en mis oidos y trato de apartarlo sacudiendo lentamente mi cabeza. Anuar, el chico con el que apenas ayer cruce palabras y me convenció de que es un buen muchacho ha cometido una barbaridad, matar a un animal en presencia de una niña de apenas seis años. El coronel le extiende la mano, pidiendo la manta. Anuar se la da y mantiene la vista fija en el suelo. No es para menos, que viva con la vergüenza de lo que ha hecho.

- ¿Tienen idea del castigo que se les da a aquellos que se atreven a romper esta regla? – dice el coronel mientras saca a otro conejito de las orejas –. ¿No lo saben? – pregunta de nuevo y hace lo mismo que hizo Anuar. Me niego a mirar y solo escucho el crujido del cuello del animal torciéndose – La muerte.

Nadie dice nada, nadie hace nada. Ni siquiera Carol, quien se limita a mirar al coronel de una manera muy aterradora, diría que solo es por la situación pero siento que es por algo más, no puedo descifrar qué.

- Sin embargo, he visto su informe de producción en los huertos – continua el coronel mientras le da el conejo muerto a Anuar. Me relajo y abro los ojos de nuevo – y sé que son una de las familias más trabajadoras de la sección y por ello no recibirán tal sentencia – toma al último conejito – No obstante, no puedo permitir dar un mal ejemplo al pueblo, no con lo que... se especula por las calles. Las reglas nos han mantenido tranquilos y en orden, así que tendrán un castigo ejemplar – dice mientras tuerce el cuello del animal, esta vez no le quito la vista de encima.

Deja caer al conejito dentro de la bolsa, va hacia Anuar y le abre la manta para que haga lo mismo. Deja caer los cuerpos. El coronel cierra la manta y los avienta a la mesa, que está cerca de los demás militantes.

- Los animales vivos en La Villa son un peligro... pueden mutar inesperadamente, pueden atacar a cualquier ser humano que este a su alcance – dice tranquilamente -. ¡¿Es que no les ha quedado claro?! – grita, exaltado y asustándonos a todos – ¡Miren a su alrededor! ¡Miren lo que tienen! ¡Deberían estar agradecidos con nosotros por haberlos acobijado en nuestra sociedad! ¡deberían estar agradecidos por la protección que se les brinda!

- ¿Y por qué piensa que no lo estamos? – replica Carol. El coronel voltea la vista a ella.

- Mujer, deberías educar mejor a tus hijos para que esto no suceda - dice mientras camina a ella -. que les sirva de lección, tres días en custodia – le aclara.

- Ella no tiene la culpa – replica Yago, poniendose en frente de él.

- Fuimos nosotros... nosotros trajimos a los animales – agrego acercandome.

- No, fui yo... solo yo, ellos no tenían idea, enciérreme a mí – recalca Yago.

El coronel se mira a Yago y se acerca a él. Ambos se miran.

- Cuanto coraje tienes muchacho, cuanto valor... pensé que eras más inteligente – le dice, Dara sigue llorando y veo de reojo que Nerea está presenciando lo que pasa detrás de la abertura hecha entre puerta y la pared – sin embargo, las reglas son claras, "Sin importar el número de personas que violen los reglamentos acordados para la supervivencia en esta sociedad, el castigo acordado será implementado para todos los integrantes de la familia, sin objeción alguna"

- Arrésteme solo a mí y... múltenos – dice Yago, tan sólido  – por favor – agrega como último recurso.

El coronel lo mira un momento y luego a cada uno de nosotros. Su gesticulación dura y malévola se ablanda, espero que lo haya reconsiderado ¿Será tan cruel como para encerrar a una niña pequeña?

Revelación: La Historia de un Mundo SalvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora