Jamil

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Sonríe. Lanza los frutos que recolectó para que las pequeñas criaturitas peludas corran por ellos. Lo observo detalladamente, tan fuerte, tan sano, tan vivo, tan... siento un cosquilleo en el pecho, el mismo que sentí cuando le tocaba la espalda. El mismo que sentí cuando recorría su abdomen con sus manos. Pero el cosquilleo termina como cuando me hizo tocarle su... Dejo de verlo, esto es ridículo. Pensar en que él tenía sentimientos verdaderos hacia mí. Solo me desea, desea mi cuerpo, no mi alma. Por un momento llegue a sentir su amor por tocar su cuerpo desnudo. Pero solo lo toqué. Sí, no fue nada más que eso. Lo miro nuevamente y me encuentra. Me sonríe, creo que de manera forzada. Le devuelvo la mirada. Él es perfecto... ¡Demonios! Esos pensamientos otra vez. Bajo la mirada, apenado, ¿Por qué? Siempre nos hemos visto a los ojos, nos hemos besado en nuestra habitación  y... no había sucedido esto, no, no, no, esto no puede ser, ¡Es tu hermano, Jamil! Y está prohibido. Cierro los ojos y alejo esos pensamientos absurdos y malos. Esos pensamientos que me retuercen en la cabeza porque... sí, también lo deseo, pero deseo más que me ame, aunque si nos hemos besado y abrazado ¿No significa que tambien está enamorado de mí? Él no lo ha dicho, yo tampoco se lo he dejado claro pero le pregunté si el sexo era lo que quería de mí y él asintió. No. No quiere nada romantico entre nosotros, solo cojidas y besos sin sentido que lo ayuden a saciar su sed salvaje de locura y calentura pasajera. Algo que no estoy dispuesto a tolerar. Me dispongo a voltear a otra parte, entre los árboles y la maleza. De repente  veo un cuerpo moverse, rebuscando algo. ¡Es un Yeti! Mi corazón se paraliza al instante que la bestia se yergue, como si hubiera escuchado mi jadeo. Alza la cabeza al aire, oliendo. Me vuelvo a Yago, pero él sigue jugueteando con los animalitos, ¡Tengo que avisarle! Si no lo hago, el yeti lo atacará. Hago un sonidito con mis labios para llamar su atención pero está muy entretenido. Susurro su nombre, mientras veo al yeti dar un paso y luego otro. El sonido de su risa aumenta, está aventando a los animalitos al aire.

- ¡Ven Jamil! Están muy suaves – me grita. Lo veo y luego al Yeti, pero curiosamente, el Yeti solo me ve a mí, ¿Por qué no le hace caso a Yago si es quien más ruido hace?

- ¡Jamil! – grita mi nombre.

Me vuelvo a él y una de la bolitas cae en mi cara, espantándome. La alejo de mí y cae en el concreto. Rápidamente se escabulle en algún helecho, escucho la risa de Yago y lo miro.

- ¡Ya, no te enojes y ven a jugar! – dice.

Lo veo feliz, lo que es ridículo e este momento. Creo que se le ha olvidado en dónde estamos, ¡El yeti! Rebusco en la misma dirección y la bestia solo me contempla. Aún está alejado, pero ni siquiera se esfuerza en seguir los ruidos que hace Yago, algo me jala del brazo y me volteo. Es Yago, que me insiste en salir completamente del drenaje.

- Anda, ven.

- ¿Qué? Oh, no, no, no, Yago, silencio, puedes atraer a algún...

- ¡Jamil, por favor! Si hubiera algún animal cerca, ya habría venido por nosotros, bueno... por mí – dice, interrumpiendo mi advertencia, ¡pero claro que hay un animal cerca! – anda, ven – insiste.

Entonces, pienso en sus palabras, en este momento presiso momento y se me viene una ridícula idea, En realidad es una teoría, que espero sea acertada.

- Esto es ridículo – balbuceo. Arrojo mi morral adentro de la tubería y saco mis pies del interior para levantarme.

Yago salta al suelo y yo lo sigo. Miro de reojo a la dirección donde está el yeti. Camino. Veo a las bolitas seguirme, entonces me agacho para tomar una entre mis mano. Es cierto, están muy suaves. Miro su cara, sus grandes ojos de canica.

- No eres tan tenebroso... espero que tampoco seas peligroso – le digo. Sus tentáculos, que en realidad son como sus patas, se envuelven en mi mano.

Revelación: La Historia de un Mundo SalvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora