Yago

19 2 0
                                    

No me responde, sé cuáles son sus temores: teme por mí, o al menos eso me da a entender, por esa razón me convencía de no aceptar las invitaciones del coronel para unirme a su equipo. Pero ahora, por causas del destino, me ha ofrecido la propuesta de manera que "aceptar" fuera la única salida para absolvernos de una terrible sentencia por los hechos ocurridos. ¡ya está, ya no hay marcha atrás! todo cambiará, para bien de mi familia... y espero que no sea malo para mí. Dejo de sobarle la espalda, sigue ocultándose entre sus brazos, me acomodo en su cama, me recuesto en el pequeño espacio entre el colchón y la cabecera. Lo veo, ¿Por qué sigue llorando? ¿Por qué no me lo dice?

- Dime, ¿es eso? – le digo finalmente. Veo que se limpia los ojos, antes de voltear a verme.

- No, no lo sé, no... no creo, no me cansaría pero... temo que tú sí.

- Bueno... soy muy paciente contigo, más que con otras personas, así que...

Le digo, tratando de suavizar la situación. Es la primera vez que lo veo llorar... bueno, la primera vez a esta edad. Cuando eramos niños se la pasaba llorando por cualquier regaño. Cuando hacía algo mal, cuando lo castigaban por no hacer sus deberes, pero curiosamente no hacía más que eso, llorar. Nunca hizo berrinche o gritó o pataleó, solo lloraba y se encerraba en estas cuatro paredes.

- Escucha, sé que no querías que esto pasara, yo tampoco quiero hacerlo pero... si eso los mantiene a salvo por el momento estoy dispuesto a seguir adelante. Lo hago por ustedes, ¿Es tan difícil de entender? – le digo, al ver que no hay respuesta.

Jamil me mira y asiente, cabizbajo, se reincorpora y se avienta hacia atrás, acostándose en el colchón, le abro los brazos para que se recueste en mi pecho pero en ese instante tocan la puerta. Ambos nos levantamos rápido y yo corro para abrir, cuando lo hago me encuentro con Nerea.

- ¿Todo bien? – pregunta, veo un poco de preocupación en su rostro.

- Sí, descuida, todo está bien.

- ¿Y Jamil? – pregunta, asomándose para ver al interior de nuestro cuarto.

- Él está bien, ¿Algo más? – le digo consternado, ¿Desde cuándo se preocupa por Jamil?

- Mamá pregunta si tienen hambre.

Me toco el estómago, de solo escuchar la palabra "hambre" el vacío me llega de golpe y mis tripas comienzan a retorcerse, no he comido lo suficiente en un día entero.

- Sí, claro, tenemos hambre, en seguida bajamos a comer.

- Bien – dice mientras husmea por última vez, antes de voltearse para bajar las escaleras. Cierro de nuevo la puerta.

- ¡Hey! levántate, vamos a comer – le digo mientras me acerco y le suelto una leve patada en su pie.

Se queda inmóvil, sin responder, sin decir nada, con la vista perdida en algún punto del techo.

- ¡Anda! – insisto, dándole otra patada.

- No tengo hambre.

- ¿No tienes hambre? Estuviste a punto de morir, me imagino que desde el desayuno no has probado bocado... anda, has de tener hambre.

- No, no tengo... - se interrumpe después de escuchar el rugido de su pensamiento. Le lanzo una mirada acusadora, ¿de verdad no tienes hambre?

Se voltea de lado y mete sus manos debajo de su cabeza, formando una almohada.

- Ven aquí – digo mientras me lanzo sobre él para agarrarlo de los brazos.

Revelación: La Historia de un Mundo SalvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora