Camila
Doy un rodeo para pasar por mi habitación después de la primera clase de
la mañana. Cierro la puerta con fuerza y me apoyo contra ella negando con
la cabeza.
Estoy a punto de salir con Lauren Jauregui, la conquista del campus, y
todo por culpa de un estúpido desafío. ¿Pero lo estúpido es el desafío o soy
yo por haber aceptado?
Creo que votaré por ambas opciones.
Me paso un cepillo por el pelo y me retoco el maquillaje mirando de reojo
la cartulina colgada en la pared. Paso uno: Apego. El objetivo de hoy es
dejarla con ganas de más, conseguir que vuelva mañana. Suspiro, salgo de
la habitación y bajo las escalera en dirección al sol de Miami. Mi
vaporosa falda se balancea cuando ando en dirección a la cafetería del
campus y noto el alocado aleteo de un centenar de mariposas en el
estómago. ¿Por qué tengo mariposas en el estómago? Yo odio a esta lauren con sus ojos todos verdes. Ni
siquiera es una cita de verdad.
Ese pensamiento no impide que mi corazón lata con más fuerza cuando la
veo. Está apoyada contra la pared, lleva los auriculares puestos y su cabeza
se mueve al ritmo de lo que sea que esté escuchando. Tiene las manos
metidas en los bolsillos de unos vaqueros ajustados de color azul oscuro.
Justo en ese instante, y como si pudiera sentir mi mirada, levanta la cabeza y
sus ojos verdes eléctrico se encuentran con los míos.
Me sonríe cuando me acerco y las mariposas que tenía en el estómago se
convierten en una estampida de elefantes. Voy a vomitar.
—Hola, cielo —dice Lauren, y alarga el brazo para abrirme la puerta.
—Hola —le contesto entrando en el local—. Gracias.
—De nada. —Me posa una mano en la espalda y me guía hasta el
mostrador—. ¿Qué vas a tomar?
—Un frapuccino doble con pepitas de chocolate, por favor. —Sonrío al
ver su expresión confundida.
—¿Pepitas de chocolate en el café? ¿Por qué?
—¿Y por qué no? —Me encojo de hombros—. Está buenísimo.
—Está bien. Lo probaré.
—¿Qué sueles tomar tú?
—Pues café normal. Ya sabes, lo que bebe la gente corriente.
Se ríe.
—¿Estás diciendo que no soy normal? —Alzo una ceja al tiempo que me
acerco al mostrador.
—En absoluto. —Sonríe—. Hola, ¿me pones... mmm...? ¿Me lo repites?
Me mira avergonzada.
Yo suspiro, pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza.
—¿Nos pones dos frapuccinos dobles con pepitas de chocolate, por
favor?
—Y dos magdalenas de banana —añade Lauren mirándome. Yo me