Lauren
Dejo resbalar su pelo entre mis dedos mientras la observo con atención.
Ella se mueve nerviosa bajo mi escrutinio y lo único en lo que puedo pensar
es en cómo se retorció debajo de mí cuando alcanzó el orgasmo.
Suspira y se encoge hasta separarse de mí. Se me dibuja una sonrisa en
los labios y me enrosco un mechón de su pelo en el dedo. Ella se pasa una
mano por la cabeza. Le suelto el pelo y lo vuelvo a coger en cuanto ella
vuelve a posar la mano en la mesa. Es divertido.
―Señorita Jauregui, ¿está concentrada? ―me pregunta el señor Jessop.
―Sí, señor.
―¿En la lección o en la señorita Cabello?
―Me parece que en lo segundo, señor. ―Vuelvo la cabeza y sonrío―.
Pero por lo menos estoy concentrada, ¿no?
―Sí. ―El profesor esconde una sonrisa―. Pero por hermosa que sea la
señorita Camila, ¿cree que podría concentrarse en la lección durante los
diez minutos que quedan de clase?
Camila me mira y sonríe. Yo le guiño el ojo.
―Lo intentaré, señor, pero no puedo prometerle nada.
El señor Jessop niega con la cabeza y vuelve a la pizarra.
Yo suelto el pelo de Camila y apoyo el antebrazo en el respaldo de su
silla. Ella me mira y yo alzo las cejas con inocencia.
―¿Qué? ―le suelto.
Camila niega con la cabeza. Su boca se curva hacia arriba y muerde el
bolígrafo. Sus carnosos labios rodean el capuchón y lo hace girar dentro de
su boca frunciendo los labios. Maldita provocadora.
Le pongo la mano sobre el hombro y empiezo a dibujar pequeños círculos
en su piel desnuda provocándole un perceptible escalofrío. Bingo.
Miro hacia delante fingiendo concentrarme en la lección, pero en realidad
en lo que me estoy concentrando es en la forma en que los labios de Camila
rodean el bolígrafo. Estoy celosa de ese bolígrafo. Muy celosa.
Me muevo nerviosa en el asiento. Esta chica me está me esta matando . Yo no estoy acostumbrada a esperar para conseguir
lo que quiero. ¿Aún no se ha acabado la clase? ¿No? Mierda.
Camila me mira por el rabillo del ojo,sus ojos brillan
más de lo habitual iluminado por la diversión de la situación. Sus ojos se
clavan en los míos cuando me vuelvo un poco. Subo el dedo por su cuello,
le rozo la raíz del cabello y vuelvo a descender. Vuelve a estremecerse, esta
vez con más intensidad.
―Estate quieta ―me sisea en voz baja.
―¿Por qué? ―le susurro yo―. Pensaba que te gustaba.