Camila
Llevo cinco días sin verla. No he ido a clase de Literatura porque no estoy
preparada para encontrármela. El dolor de su ausencia ya es lo bastante
insoportable. Pero esta soledad tan absoluta... No me había dado cuenta de
cuánto dolor me aliviaba su compañía hasta que ha dejado de estar a mi lado
para llevársela.
Creo que verla ahora me resultaría imposible. Ya es lo bastante terrible
tener que soportar las demás clases, las maliciosas miradas triunfantes de las
chicas, las lascivas miradas de los chicos, y todo porque ya no soy suya.
Todo porque lo nuestro ha salido como esperaba todo el mundo.
Nunca imaginé que me dolería tanto.
Pero Lauren tenía razón. He conseguido lo que quería, lo que codiciaba
cuando empezó todo esto. Ahora mismo solo quiero que me abrace y me
bese los ojos como hacía siempre que estaba triste. Pero todo ha cambiado.
Me aprieto los libros contra el pecho y agacho la cabeza para esconderme
detrás de mi melena. Yo ya sé lo que es el dolor. He sufrido el dolor de la
pérdida y ya se me ha roto antes el corazón, puedo volver a pasar por esto.
Ya sé que es una clase de dolor diferente, pero sobreviviré. Tengo que
hacerlo. Si perder a mi madre y a mi mejor amiga no acabó conmigo,
perderla a ella tampoco lo conseguirá.
Porque a pesar de haberme tenido que enfrentar al dolor y a la muerte,
siempre lo he superado. Y por eso sé que sobreviviré.
Nada puede doblegarte a menos que tú te dejes.
Una mano me sujeta y me aleja de la multitud en dirección a las puertas
laterales. Levanto la vista: Marielle. Cuando salimos me rodea los hombros con
el brazo y me acerca a ella.
—No estés tan triste —me dice en voz baja—. Una chica como tú no
necesita a Lauren para ser feliz.
—Ya lo sé, Marielle. —Me pongo un mechón de pelo detrás de la oreja y
apoyo la cabeza en su hombro—. Pero que no le necesite no significa que no
siga queriéndole.
Se tensa un poco, pero asiente de todos modos.
—Ella dijo que todo fue un juego, pero no lo fue, ¿verdad?
Suspiro y me separo de ella mientras mis pies me llevan en dirección a la
mesa de picnic que hay bajo un gran árbol. Me siento en el banco y dejo los
libros en la mesa. Marielle se sienta delante de mí.
—Al principio fue un juego —le digo con sinceridad—. Dinah, Ally y
Normani me desafiaron a seducirle para después dejarla plantada. —Marielle sonríe