La imagen que me devolvía el espejo no era la misma de cuando el tour había comenzado; se suponía que no me tendría que ver de esta forma, con ojeras y los ojos rojos.
No. Se suponía que tendría que estar afuera de este cuarto, viéndolos actuar y hacer lo que aman y siempre soñaron.
Apoyé ambas manos contra el lavabo, agarrándome con fuerza.
Estaba aterrada, aterrada de lo que podría pasar, pasarnos.
No sé cuánto tiempo estuve en el baño, pero seguramente me estarían buscando por todos lados; el concierto, a esta altura, ya debió de haber terminado.
Mojé mi cara con agua fría, borrando los signos de que había estado llorando.
Tomé la caja que contenía el causante de mi estado y salí del baño, entrando a la habitación del hotel que compartía con Michael.
Me detuve enfrente del espejo de cuerpo entero que había allí; la imagen no había cambiado, hasta podía jurar que había empeorado.
Llevé mis manos a mi chato vientre. —No dejaré que nada te pase, ni que nadie te haga daño.
Me removí en mi lugar, otra vez. No lograba conciliar el sueño.
Sentí sus brazos abrazando mi cintura, atrayéndome contra su pecho.
—¿Qué ocurre, nena? —murmuró dormido, con su cara hundida en mi cuello.
Mi pulso se aceleró y las lágrimas empezaron a amontonarse en mis ojos.
—No ocurre nada—mi voz se quebró al final, delatándome.
Se sentó en la cama sin soltarme, haciendo que también me sentara; las sábanas que nos cubrían quedando a nuestro alrededor.
—Tranquila, Sam. ¿Qué ocurre? —con sus pulgares secaba las lágrimas que bajan una tras otra; la preocupación ocupaba su rostro—. Sam, nena. ¿Qué pasa?
Las palabras no salían de mi boca, un nudo me impedía hablar.
Me atrajo nuevamente contra su pecho, abrazándome con fuerza. —No sé qué ocurre, nena. Pero no llores, no me gusta verte llorar.
A pesar de que necesitaba sentir sus brazos rodeándome, abrazándome, conteniéndome, lo alejé de mí y sin decir una palabra, salí de la cama y empecé a guarda mi ropa de cualquier forma en mi bolso.
—Sam, ¿qué haces? —escuché cómo baja de la cama para acercarse a mí; no le contesté, era mejor ignorarlo—. Mierda, Samantha. ¿Qué pasa? —sus manos tomaron mis hombros, interrumpiéndome.
—¡No me toques! —chillé, sintiendo como otra oleada de lágrimas se escurrían por mis ojos.
Se apartó sorprendido por mi reacción. —Nena, lo siento. Pero es que me respondes. ¿Qué te ocurre?
—Estoy embarazada, eso pasa—exploté, perdiendo los nervios—. Estoy embarazada y eso me aterra.
Mis manos temblaban mientras que cerraba el cierre de mi bolso, todo en completo silencio. Me pasé la correa por un hombro, y me di la vuelta.
—No te preocupes, no tendrás que ocuparte por nosotros. No seremos otra carga para ti—comenté, abriendo la puerta de la habitación.
Necesitaba irme, escapar de ahí. Alejarme de todo, alejarme de él.
—Sam, no...—gritó, pero no llegué a escuchar el resto.
Las puertas del ascensor se cerraron, apartándome de su vista.
ESTÁS LEYENDO
ABBY; mgc
Fanfiction—No puedes asegurar eso, Mike—dijo, a medida que guardaba su bajo en el estuche—. Hace cuando tiempo no la vez, ¿siete? ¿Ocho años? —Diez—suspiré; volví a fijar mi vista en la niña—. Algo me dice que es ella, mi hija.