17: El final

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Narra Steve.

 Sonrió al ver que ella ya está aquí, y no me sorprende que sea la primera en llegar, bueno, yo fui el primero en venir a la casa de Xander y de Scott aunque él se haya ido a comprar unas cosas. Me acomodo mi gorro de lana, como el que siempre lleva Xander o los hipster, me gustan usarlos porque son cómodos.

Golpea la puerta y se acomoda su cabello, mira hacia ambos lados y observa su reflejo en donde puede. Suelto una risita y camino hasta la puerta para luego abrirla y notar que sus mejillas como su pequeña nariz están coloradas.

—    Hola.. —susurró algo desconcertada.

—    El estúpido y dueño de esta casa ya viene, fue a comprar unas cosas. —dije mientras la invitaba a pasar— no te preocupes y pasa.

—    Yo.. —dijo algo confundida.

—    Oh, no me digas. ¿Xander no te ha dicho que estaremos todos aquí?

—    ¿Todos? ¿Quiénes? —preguntó más confundida.

Ella paso a la casa y colgó su abrigo en el perchero, se acercó a la estufa y se mantuvo parada allí esperando a que le contase que demonios hago aquí, o que era todo esto, o mejor dicho que hacía ella aquí.

—    Te hemos invitado aquí, porque hoy, será un día como los de antes.

—    ¿Qué quieres decir con eso?

—    ¿recuerdas? Kevin, yo, tu, Xander y Scott. —recordé con una sonrisa— risas, llantos, juegos, chistes…

—    Recuerdo algunas cosas. —susurró mientras se sentaba en la mesa— pero no entiendo de qué va esto.

El timbré sonó.

—    Ya lo entenderás. —dije mientras me levantaba de mi asiento.

Abrí nuevamente la puerta y allí estaban todos los invitados que faltaban, el complemento del grupo, el azúcar para el café. Allí estaban Xander, Kevin y riendo y muertos de frío, entraron y dejaron sus abrigos.

—    Ya pareces el dueño de esta casa eh. —canturrió Xander mientras miraba como su hermano bajaba rápidamente las escaleras y empezaba a saludar a los invitados.

—    No jodas. —reí al ver a Kevin sonrojado por la presencia de Kiria.

Una vez que estuvimos todos sentados en la mesa como era antes, me detuve a ver cuánto habíamos crecido, porque antes nos sentábamos aquí para merendar luego de un gran día de exploración en el jardín. Nos recuerdo manchados de tierra mientras la madre de Xander y Scott se enfadaba con nosotros por ensuciarle su lustroso piso.

—    Hermanos míos. —dijo Xander como si fuésemos una secta.

—    Calla y habla bien. —le corrigió su hermano— Kiria. ¿has traído lo que Xander te pidió?

—    Ah. —dijo algo sorprendida mientras buscaba en su bolso— aquí están.

Y allí apoyadas en la mesa estaban las famosas cartas del chico sandía,  ella estaba igual de nerviosa que él, y cuando digo “él” es Kevin que todavía no le ha informado a su “esposa” que todas las cartas que estaban allí eran suyas.

Se produjo un momento incómodo que me hizo acordar cuando tratábamos de resolver el misterio de la señora Wirnet, una anciana que “almacenaba” gatos y una vez se le había desaparecido uno, le prometimos que la ayudaríamos.

—    ¿Y si se lo robaron?  —dijo Kiria con su pequeña y frágil voz.

—    No. ¿Quién robaría un gato de ella? —le respondí yo cruzado de brazos.

Sabor a sandía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora