EL DESEO

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El deseo de Nina Thompson trajo consigo a un personaje a la vida real. Cobró vida Loan Fell, de carne y hueso. A pesar que él nunca lo pidió, el sólo hecho de decir <Deseo> hizo que tuviera una vida, una familia, amigos, una novia y en especial una historia propia.

Loan se convirtió en los escritos de Nina, tal como ella había descrito al personaje. Con la única diferencia que no la conocía y que vivían en puntos diferentes.

El libro era mágico, y había hecho realidad el pedido de Nina, aunque ella no lo supiera.

Luego del deseo, ella continuó con su rutina, en el fondo sentía cierto vacío a su alrededor. No lo podía explicar, toda esa tarde le dolió el corazón y de lo único que le habló a su mejor amigo Liam, fue de la historia de su libro. Sin contar el final.

Por la noche, volvió a leer lo último que había escrito. Sabía que debía terminar ese libro pronto, pensó en su personaje favorito. Y volvió a sus sueños donde Loan no apareció como noches anteriores. Su otra mitad había partido.

La alarma sonó muy cerca de los oídos de Nina, despertó más despeinada que nunca y con las mismas ganas de siempre estar en su cama. Miró el techo buscando qué podría llegar hacer ese sábado, era claro que no iniciaría haciendo los deberes y menos levantando la ropa del suelo. El sonido de un camión de mudanza se asomaba por sus ventanas, se levantó de mala gana al oír el clac-son terrible que producía el camión. Observó unos muebles en mitad del vecindario, unas pequeñas mesas de cristal que bajaban unos hombres de vestimentas azulinas y gorras negras. Se fijó en la puerta de la casa donde al parecer se mudaba una familia nueva. Había una señora de traje rojo con joyas preciosas en gran parte de su cuerpo, daba órdenes a los hombrecillos a que ingresaran de una vez. Subió con la mirada hasta el segundo piso, justo frente a su cuarto estaba una ventana, vio la mitad de un cuerpo que estaba echado en una cama. Llevaba unas zapatillas Vans verdes y un pantalón azul oscuro.

Acaba de mudarme por quinceava vez en el año. Un vecindario sumamente tranquilo donde cada casa tenía un gran jardín. El sol era insoportable y yo andaba de mal genio por nuevamente tener que hacer una vida propia. Me cansaba ir de un lado a otro. Así que mientras mis padres y mis hermanos se instalaban, yo me lancé a la cama a tranquilizarme antes de responder mal a mi familia. Voy como ocho minutos viendo el techo, pero los rayos de sol perjudican mí vista lo suficiente como para levantarme a cerrar las cortinas.

Antes de cerrar las cortinas, me quito el polo para dejar respirar a mi cuerpo. Tiro a cualquier lado mi polo y me acerco hacia la ventana. Una presencia capta mis ojos azules, los cuales se encuentran con unas manos ocultas dejando ver que me estaba observando desde lejos. Formo una sonrisa de costado.

- ¡Hey tú! La de las manos ocultas- gritó desde mi extremo. La presencia parece darse cuenta que sé que está ahí.

Me había ocultado al ver a un joven semidesnudo con un cuerpo bien cuidado, mis ojos se sobresaltaron al verlo de espaldas. Al ver que se estaba acercando hacia la ventana, me agaché para que no me viera, dejando ver mis manos blancas. Cosa que no me percaté, pero la voz curiosa sí.

Pensé mucho tiempo qué hacer al escuchar que me llamaba, si salir o gatear para que todo esto quedara en el olvido.

Sin embargo, me levanté de improviso y enfrenté a unos ojos azules que veían con curiosidad a mis ojos.

La presencia era ni más, ni menos que una adolescente aproximadamente de mi edad. Mis ojos se encontraron con unos ojos marrones, casi llegando a miel. Un cabello sumamente despeinado y una chica con una sonrisa a medias, guardando su miedo ante mi grito.

- ¿Sabías que es malo ver a la gente a escondidas, verdad?- gritó acercándome más a la ventana. Ella baja la vista y vuelve a mirarme.

- Lo-lo-lo siento, no pretendía verte, estaba cerrando mi ventana por el ruido del camión.

- ¡Sí claro! ¡Cuéntame algo mejor, vecinita! - exclamé con cierta risa en mi voz.

- Loan, ¿qué pasa allá arriba?- grita mi madre al ver que estoy conversando con alguien de ventana a ventana.

- Estoy congeniando con las personas de aquí. No hay nada porque preocuparse, sigue en lo tuyo- regreso mi mirada a la ventana de al frente, y la chica de cabello marrones ya no estaba.

Grito unas dos veces más para llamar su atención y al ver que no se asomaría, cerré las cortinas y me volví a lanzar a la cama.

El vecino siguió llamándome, pero no quise tener más problemas con él. Sus ojos me perturbaron por unos segundos, lo que más me impactó fue su nombre, sí su nombre, ¡Loan!

Loan, como el personaje de mi historia. Quedé helada al notar que tenían las mismas similitudes en físico. No era imposible que alguien sea igual, siempre suceden coincidencias.

Y ésta era una de ellas.



L & N: MITADES PERFECTAS #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora