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TOBIAS

No puedo caminar por estos pasillos sin recordar los días que pasé
como prisionero aquí, descalzo, el dolor palpitando dentro de mí
cada vez que me movía. Y con ese recuerdo hay otro más, uno de
esperar a que Beatrice Prior se dirija hacia su muerte, de mis puños contra
la puerta, de sus piernas colgadas en brazos de Peter cuando me dijo que
estaba drogada.
Odio este lugar.
No está tan limpio como estaba cuando era la sede de Erudición, ahora
está devastado por la guerra, agujeros de bala en las paredes y vidrios
rotos de bombillas destrozadas por todas partes. Camino sobre marcas de
pisadas sucias y debajo de luces parpadeantes a su celda y soy admitido
sin discusión, porque llevo el símbolo de Sin Facción —un círculo vacío—
sobre una banda negra alrededor de mi brazo y los rasgos de Evelyn en mi
rostro. Tobias Eaton era un nombre vergonzoso, y ahora es uno muy
poderoso.
Tris está agachada en el suelo del interior, hombro a hombro con Christina y en diagonal a Cara. Mi Tris debería verse pálida y pequeña —es pálida y
pequeña, después de todo— sin embargo, la sala está llena de ella.
Sus ojos redondos encuentran los míos y se pone de pie, con los brazos
firmemente apretados alrededor de mi cintura y su cara contra mi pecho.
Aprieto su hombro con una mano y corro mi otra mano por su cabello,
todavía sorprendido cuando su cabello se detiene por encima de su cuello
en lugar de debajo de él. Fui feliz cuando lo cortó, porque era el cabello
para una guerrera y no una niña, y sabía que eso era lo que necesitaría.
—¿Cómo has entrado? —dice en voz baja y clara.
—Soy Tobias Eaton —digo, y ella se ríe.
—Cierto. Sigo olvidándolo. —Se aleja lo suficiente como para mirarme. Hay
una expresión vacilante en sus ojos, como si ella fuera un montón de hojas
a punto de ser esparcidas por el viento—. ¿Qué está pasando? ¿Qué te
tomó tanto tiempo?
Suena desesperada, suplicante. Por todos los horribles recuerdos que este
lugar conlleva para mí, evoca más para ella, el camino hacia su ejecución,
la traición de su hermano, el suero del miedo. Tengo que sacarla.
Cara mira hacia arriba con interés. Me siento incómodo, como si me
hubiera desplazado dentro de mi piel y no encajara más. Odio tener una
audiencia.
—Evelyn tiene la ciudad bloqueada —digo—. Nadie da un paso en ninguna
dirección sin que ella lo diga. Hace unos días dio un discurso sobre unirse
contra nuestros opresores, las personas de afuera.
—¿Opresores? —dice Christina. Toma una ampolla de su bolsillo y vuelca
el contenido en su boca, analgésicos para la herida de bala en su pierna,
supongo.
Deslizo mis manos en mis bolsillos.
—Evelyn, y un montón de gente, en realidad, creen que no deberíamos
salir de la ciudad sólo para ayudar a un montón de personas que nos
empujaron aquí dentro, así podían utilizarnos más tarde. Quieren tratar
de sanar la ciudad y resolver nuestros propios problemas en lugar de ir a
resolver los ajenos. Estoy parafraseando, por supuesto —digo—. Sospecho
que esa opinión es muy conveniente para mi madre, porque mientras
estemos todos contenidos, ella está a cargo. Al segundo en que nos
vayamos, pierde su dominio.
—Genial. —Tris pone los ojos en blanco—. Por supuesto que elegiría la
ruta más egoísta posible.
—Ella tiene un punto. —Christina envuelve sus dedos alrededor de la
ampolla—. No estoy diciendo que no quiero salir de la ciudad y ver lo que
hay ahí fuera, pero tenemos bastante que hacer aquí. ¿Cómo se supone
que vamos a ayudar a un montón de gente que nunca hemos conocido?
Tris considera esto, masticando el interior de su mejilla.
—No lo sé —admite.
Mi reloj marca las tres en punto. He estado demasiado tiempo aquí, el
tiempo suficiente para que Evelyn sospeche. Le dije que venía a romper las cosas con Tris, que no tomaría mucho tiempo. No estoy seguro de que me
creyera.
—Escuchen, principalmente venía a advertirles, ellos están comenzando
con las pruebas para todos los prisioneros. Van a ponerlos a todos ustedes
bajo suero de la verdad, y si funciona, serán condenados como traidores.
Creo que a todos nos gustaría evitar eso —digo.
—¿Condenados como traidores? —Tris frunce el entrecejo—. ¿Cómo es
revelar la verdad a toda nuestra ciudad un acto de traición?
—Fue un acto de desafío en contra de tus líderes —digo—. Evelyn y sus
seguidores no quieren abandonar la ciudad. No te agradecerán por
mostrar ese video.
—¡Son iguales que Jeanine! —Ella hace un gesto vacilante, como si
quisiera golpear algo pero no hubiera nada disponible—. Listos para hacer
cualquier cosa con tal de ahogar la verdad, y ¿para qué? ¿Para ser reyes de
su diminuto mundo? Es ridículo.
No quiero decirlo, pero una parte de mí está de acuerdo con mi madre. No
le debo nada a la gente fuera de esta ciudad, ya sea si soy Divergente o no.
No estoy seguro de que quiera ofrecerme a ellos para resolver los
problemas de la humanidad, lo que sea que eso signifique.
Pero quiero irme, en la forma desesperada en que un animal quiere
escapar de una trampa. Salvaje y rabioso. Listo para roer el hueso.
—Sea como fuere —digo con cuidado—, si el suero de la verdad funciona
en ustedes, serán condenadas.
—¿Si funciona? —dice Cara, entrecerrando los ojos.
—Divergente —le dice Tris, señalando su propia cabeza—. ¿Recuerdas?
—Eso es fascinante. —Cara mete un mechón de cabello perdido en el nudo
justo por encima de su cuello—. Pero atípico. En mi experiencia, la
mayoría de los Divergentes no pueden resistir el suero de la verdad. Me
pregunto por qué tú puedes.
—Tú y cualquier otro Erudito que alguna vez pinchó una aguja en mí —
espeta Tris.
—¿Podemos concentrarnos, por favor? Me gustaría no tener que sacarlas
de la cárcel —digo. De repente desesperado por consuelo, alcanzo la mano de Tris, y ella trae sus dedos hasta encontrarse con los míos. No somos
personas que se tocan el uno al otro descuidadamente, cada punto de
contacto entre nosotros se siente importante, un torrente de energía y
alivio.
—Está bien, está bien —dice, suavemente ahora—. ¿Qué tienes en mente?
—Conseguiré que Evelyn te deje testificar primero, de ustedes tres —digo—
Todo lo que tienes que hacer es encontrar una mentira que exonere tanto a Christina como a Cara, y luego decirla bajo el suero de la verdad.
—¿Qué clase de mentira haría eso?
—Pensaba que podría dejarte eso a ti —le digo—. Ya que eres la mejor
mentirosa.
Sé mientras estoy diciendo las palabras que éstas golpean un punto
sensible en los dos. Ella me mintió muchas veces. Me prometió que no iría
a su muerte en la sede de Erudición cuando Jeanine exigió el sacrificio de
un Divergente, y luego lo hizo de todos modos. Me dijo que iba a quedarse
en casa durante el ataque a Erudición, y luego la encontré en la sede de
Erudición, trabajando con mi padre. Entiendo por qué hizo todas esas
cosas, pero eso no quiere decir que no estemos todavía rotos.
—Sí. —Ella mira sus zapatos—. Está bien, voy a pensar en algo.
Pongo mi mano en su brazo.
—Hablaré con Evelyn acerca de tu juicio. Voy a tratar de hacerlo pronto.
—Gracias.
Siento el impulso, familiar ahora, de arrancarme a mí mismo de mi cuerpo
y hablar directamente dentro de su mente. Es la misma urgencia, me doy
cuenta, que me hace querer besarla cada vez que la veo, porque incluso
una brizna de distancia entre nosotros es exasperante. Nuestros dedos,
entrelazados débilmente hace un momento, ahora se aferran unidos, su
mano pegajosa con la humedad, la mía áspera en los lugares en los que he
agarrado demasiadas manijas en demasiados trenes en movimiento. Ahora ella se ve pálida y pequeña, pero sus ojos me hacen pensar en cielos
abiertos que nunca he visto en realidad, sólo he soñado.
—Si se van a besar, háganme un favor y díganme así puedo mirar hacia
otro lado —dice Christina.
—Vamos a hacerlo —dice Tris—. Y te lo decimos.
Toco su mejilla para enlentecer el beso, sosteniendo su boca sobre la mía,
así puedo sentir cada lugar en donde nuestros labios se tocan y cada lugar
donde se separan. Saboreo el aire que compartimos al segundo después y
el deslizamiento de su nariz sobre la mía. Pienso en algo que decir pero es
demasiado íntimo, así que me lo trago. Un momento después decido que
no me importa.
—Desearía que estuviéramos solos —le digo mientras retrocedo fuera de la
celda.
Ella sonríe.
—Yo casi siempre deseo eso.
Mientras cierro la puerta, veo a Christina fingiendo vomitar, y a Cara
riendo, y las manos de Tris colgando a sus costados.

Allegiant [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora