Capítulo 4: PM

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CAPÍTULO 4: PM.

Me tiemblan las piernas, tengo la boca seca y no paro de tocarme el pelo. Estoy nerviosa. Esperaba que este día no llegase, pero el tiempo pasa y mejor hacerlo cuanto antes. Como todos los lunes, están ahí charlando, pero hoy no es un lunes normal. Hoy lo voy a hacer. Me acerco a ellas mirándolas con odio, al tiempo que cierro las manos con los puños tan apretados que no dejan de temblar. La primera en verme es Alejandra y juro que el irritante tono con el que me saluda hace que todos mis músculos se pongan en tensión. Este es el detonante que necesitaba. Estoy tan enfadada que empiezo a gritar, provocando que todos los que están en el pasillo me miren.

-Joder, sabía que érais estúpidas, pero vuestra maldita neurona ya ha muerto, ¿pensábais que no me iba a enterar de que me odiáis y pensáis que soy una sosa amargada y rarita? Pues lo siento, no soy tan imbécil como vosotras.

-Pero, Cassie ¿qué te pasa?- pregunta Alejandra.

-¡¿Me estás vacilando?! ¡No sé cómo tienes el valor de preguntarme eso! Aunque bueno, supongo que tu maldito cerebro de mosquito sigue sin funcionar.- todas me miran boquiabiertas.- Mirad, no me volváis a hablar, no me volváis a mirar en vuestras vidas. Haced cómo si no nos conociéramos. Os juro que como me intentéis dirigir la palabra no responderé.

Me voy por el pasillo caminando tranquilamente, mientras siento las miradas de todos mis compañeros y las de mis superenemigas. Saco el móvil del bolsillo y me voy del grupo y las bloqueo a todas. También tomo una nueva decisión. Creo que es hora de hacer algunos cambios en mi vida, parece que estos días ésta haya dado un giro inesperado, así que creo que ya es hora de hacer algo que llevo años queriendo hacer.

Al fin se acaba el día y me voy corriendo a casa. No obstante, mis padres todavía no han llegado y estoy toda la tarde muy ausente, anhelante de que lleguen mis padres. Cuando ya son las doce y media, pierdo la esperanza. Tendré que esperar a mañana para pedírselo. Desanimada, me meto en la cama aunque sé que no me dormiré fácilmente. Pasa una hora, dos y cuando ya me empiezan a pesar los párpados, escucho ruidos. ¡Al fin han llegado mis padres! Me levanto de la cama como si fueran las seis de la tarde (son las tres de la mañana) corriendo y dando saltitos, como me pasa cuando estoy muy emocionada. Ellos intentan no hacer ruido y se quedan estupefactos cuando me ven, normalmente, nuestra relación es bastante fría, así que me acerco y voy al grano como siempre.

-Papá, mamá, tengo que pediros algo.- espero que acepten.

-Cuéntanos.

-Bueno, estos días he tenido problemas con mis amigas en el colegio y... se me ha ocurrido que... podría cambiarme de colegio- lo suelto al fin. Ambos me miran extrañados. Se miran entre ellos y mi padre asiente quitándome un enorme peso de encima.

-Claro Cass. Tu madre y yo habíamos pensado cambiarte de colegio este año, pero pensábamos que querrías quedarte. Mañana mismo empezaremos los trámites para tu traspaso a ese instituto que está al lado del tuyo- me acerco y le doy un beso en la mejilla, cosa que no hacía desde hace años.

-Buenas noches- me despido y me voy a dormir, mucho más aliviada y tranquila, me quedo dormida al instante.

Disfruto de un sueño reparador, aunque haya dormido solo cuatro horas y me levanto de muy buen humor, cantando el himno del Madrid como hago todos los días. Me doy una ducha, me visto con una camisa blanca de topos, unos pantalones negros con cremalleras a los lados y unas converse blancas. Decido dejarme el pelo suelto, y me pongo horquillas para que quede por detrás, me echo un poco de perfume, cojo mi mochila y voy a la cocina donde encuentro una nota de mis padres, junto con mi café con leche y nata que reza lo siguiente:

Futboleras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora