Capítulo 2. "Poputas"

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—Fue mi culpa profe, le había preguntado algo sobre el cuaderno, mil disculpas.

Todas las miradas estaban en mí, hasta que el profe me dijo que no tiene que volver a pasar y volvió a la clase. Suspiré internamente, agradeciendo al cielo por que no sea tan estúpida de, el primer día de clases, ya hacer enemigos.

Giré un poquito la cabeza y miré de reojo al Emo, que me estaba mirando fijamente con la boca por el piso. Tenía una cara de asombrado, como si nunca hubiera visto a una mina con el pelo azul. Al principio no me molestaba, no era la primera vez que me miraban así, pero sí fue la primera vez que me quedaban mirando tanto tiempo como lo hizo él.

—¿Por qué lo has hecho?— preguntó por fin.

—¿Qué?— Pregunté roja como un tomate —No voy a dejar que te caguen a pedo por mi culpa, pero tampoco me tenías que hablar tan mal, boludo.

Vi que sus ojos se abrieron unos milímetros más, antes de girar hacia el profe y quedarse así, mirando como si se la chuparan por primera vez. Reí en voz baja con el pensamiento, algo que hizo que me mirara.

—Lo lamento— susurró.

—No te preocupes, no importa. Pero si quiero saber de vos y vos no querés contestar sólo me lo hubieras dicho, lo último que quiero es ponerte incómodo.

De repente su mirada cambió, como si se tratara de un bipolar. Pasó del asombro y la gratitud y verme como si me fuese a matar con la mirada. Como si supiera de mí algo que yo no. Iba a preguntarle qué le pasaba, cuando un timbre me dejó casi sorda, aunque creo que fui la única loquita a la que le afectó, porque todos salieron corriendo para afuera como si nada. Creo que ese es el recreo. ¡Verso sin esfuerzo! Ahre.

—¿Cómo puedes querer saber de mí si ni siquiera me conoces?— preguntó Doblas, con un tono más fuerte del que debería. Sin dejarme hablar, se levantó y salió corriendo como todo el resto hacia la puerta.

—¡Pero yo quiero que eso cambie!— le grité. Se quedó estático en el lugar, de espaldas a mí, y justo cuando se iba a dar la vuelta dos chicas y el par de putas se me acercaron.

—¿Pero quién mierda te has creído para decirme esas chorradas?— dijo la pelirroja, creo. No estaba exactamente segura, pero podría jurar que fue ella. No me fijé en ellas osea, si me venían a linchar ni pelota les daba, sólo estaba concentrada en dónde sorete estaba Doblas. Traté de ver atrás de sus cabezas con extensiones y tintura cara, pero sólo vi lo que quedaba del salón totalmente vacío.

—Eh, guarra, te he hecho una pregunta— dijo una de esas putitas poniendo una mano en mi ocho y empujándome. No me caí, pero perdi un segundo el equilibrio, ya que estaba de puntitas de pie buscando al Emo. Una ola de adrenalina me recorrió de pies a cabeza, provocando que cerrara los puños con fuerza y me tensara. No quería pelear en mi primer día, pero si no había de otra, yo sería la primera que se pare de manos. Si la minita quería joderme, no soy quién para dejar que lo haga, le voy a romper el orto

—No te quiero pegar— dije con los dientes apretados. Díganme exagerada, pero siempre me puse nerviosa con estas cosas. Cuando alguien se me enfrenta, aunque no quiera no puedo evitar saltar, es como mi instinto. Por lo general no soy peleadora, pero nadie me para si me caliento. Para mí, no hay nada mejor que cuatro simples cosas: leer, dormir, comer, y cagar a piñas a la gente; me hace sentir poderosa, fuerte, además de que me descargo la ronca lo más que puedo en cada puñetazo, por eso en artes marciales solían decirme que me tenía que controlar.

—No te creas mucho por ser la nueva, niñata. Nosotras somos quienes mandan en esta escuela— dijo la rubia. Me mordí el interior de la mejilla derecha para no tirarme encima suyo y arrancarle la peluca.

Suicidio. (ElRubius)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora