Capítulo 4. "Kodomo"

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Lean sí o sí la nota de abajo pls.

—No es por apurarte ni nada pero... Apurate— dije impaciente. Hace quince minutos estamos en la fila para hacer el pedido, ya nos están por atender, y este idiota no sabe qué sorete quiere.

Me dio una sonrisa chiquita—No me apresures— dijo poniéndose serio. Ahora que estaba a pocos metros -tal vez centímetros- de mi amado estaba como una quinceañera, más impaciente que la mierda.

Pero no es mi culpa. Bueno, en realidad sí porque no fui a comprar café ayer cuando sabía que no me quedaba mucho, pero eso no es lo que importa; lo que ahora importa es que voy a tomar café.

En frente de Doblas.

La sensación de que ésto no era una buena idea no se me iba de la cabeza, ya que muy probablemente la cafeína despierte mi lado más primitivo y termine tomando el café como los animales y haciendo cualquier cagada que lo obligue a reponer esa muralla que tanto me costó escalar.

Y si lo pienso bien, todavía no lo hice, este boludo sigue tan cortante como la primera vez que lo vi. Sigue casi sin hablarme, y la veces que lo hace lo hace muy bajito, como si tuviera miedo de que si gritara yo fuera y lo cagara a palos.

Por fin, se decidió qué tomar justo cuando nos hacían el pedido. Él se pidió un té de no sé qué marca, y yo me pedí un Frapuccino. En realidad me hubiera gustado tomar algo caliente, pero necesitaba algo frío después de ver lo que Doblas hacía con su labio cuando pensaba qué ordenar. No es que se pusiera la unión de los dedos índice y mayor abajo de la boca y sacara la lengua, sino que agarraba su labio con los dedos y lo tiraba, jugaba con él como si fuera plastilina. Tragué saliva.

Nos sentamos en una mesa de dos frente a los ventanales que daban a la calle. Cortesía de mi subconsciente, para poder tener algo más en qué concentrarme si se le ocurriese hacer eso que hacía con su labio otra vez.

Me llamó la atención de repente que las nubes empezaban a cubrir gran parte del cielo. La gente salía de los edificios con paraguas y tapados de lluvia, largos como frazadas y tan gruesos que los hacían ver como muñecos de nieve vivientes.

Me vino a  cabeza una imagen súper realista de Doblas hecho un muñeco de nieve, algo que me hizo sonreír.

—¿Te ríes de mí?— me preguntó. Cuando me giré y lo vi, tenía su taza de té en las manos, y una expresión del tipo "¿me estás cargando?". Le fruncí el ceño.

—¿Qué creés que pueda ser gracioso para los demás en vos?— ataqué. No entendía por qué tanta inseguridad. Unos chicos el otro día me habían dicho que no me juntura con él, pero nunca me dijeron por qué. Si era por su inseguridad, era aún peor el que me alejara, eso sólo iba a hacer que su inseguridad aumentara.

No me contestó, pero pasó su mirada por todo el local, menos por mis ojos. En su cara había una expresión irritada, como si estuviera harto de mí. Me ofendió un poquito, pero sólo eso, considerando lo rompehuevos que siempre soy. Más con el pobre del Emo. Me agarró curiosidad lo que estará pasando en esa cabeza suya. ¿Por qué no me contesta? Tan rápido no puedo cerrarle el orto a la gente, no soy tan genia.

¿Cuál era su nombre? ¿Me lo había dicho?

—Che, ya me estoy cansando de decirte Emo, o Doblas, ¿Cómo es tu nombre?

Estuvo como ausente unos segundos, hasta que hizo una mueca, mirando fijamente su té —Prefiero Emo.

Reí —Pero no te llamás Emo Doblas ¿no?

Trató de disimular una sonrisa, lo que provocó que ría más fuerte. Paré de reír cuando se puso rojo como un tomate otra vez, rogando con los ojos a la taza de té que me callara. Pero si lo hacía ¿cómo mierda iba a poder saber su nombre? Ya tengo los huevos llenos con decirle por su apellido. No me gusta.

Suicidio. (ElRubius)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora