C-1: Green Paradise

145 7 9
                                    

Marianela observó nuevamente sus mensajes. Nada. Había decidido que la manera más rápida y fácil de comunicarle a sus amigos que hoy era el gran día de irse al desconocido lugar, olvidado incluso por el buscador de Google —pues se había tomado el tiempo de investigar e informarse un poco sobre el barrio al que se mudarían— era a través de un corto mensaje de texto. Pero aunque había recibido respuesta inmediata de sus mejores amigas Vanessa y Lilly, sólo podía enfocar su atención en el celular esperando que este vibrara y le indicara que tenía un mensaje de él. Chequeó su última conexión de Whatsapp y se preguntó qué estaría haciendo, por qué parecía que la ignoraba... Tomó un profundo respiro antes de observar la hora y oír los pasos de dos personas que se acercaban a su pequeña habitación, casi vacía de inmuebles. No lo pensó dos veces antes de colocarse sus audífonos, reproducir la primera canción que avistó en su álbum de música e ignorar rencorosa a las figuras que emergieron en la puerta de castaño.

—Bien Mar, ¿ya terminaste de empa...?

La voz de la mujer quedó interrumpida por la visión de una maleta vacía y abandonada a un costado de la habitación. Sus padres la miraron con escandalosos ojos y sin palabras con las que expresar tal desafío. Sin embargo no tenía nada de sorpresa observar dicho comportamiento en ella: la hija de diecisiete años rebelde. Norma y Víctor Jensen habían perdido la autoridad que tenían frente a su hija hace tiempo, pero eso no les impidió representar el papel de adultos intentando poner mano firme ante la situación. Marianela los observó desde una vista disimulada mientras toqueteaba su teléfono esperando en vano la respuesta de su novio sobre su partida. Era lo único que en aquel momento le importaba.

Su corazón palpitaba con irregularidad mientras la sensación de inseguridad se esparcía, abrasando su cuerpo e induciendo a lágrimas en sus ojos que retuvo con amargura. Hubo una fina e interminable punzada en su pecho cuando supo que él estaba ahí, a tan sólo unas cuadras y no se dignaba a aparecer en su departamento para una última despedida. Temió volver a ver a sus padres a los ojos, sabía que en cualquier momento se desmoronaría...

—Encárgate tú, al parecer a ti siempre te escucha—. Reconoció en un murmullo la mujer, exhausta y sin ánimos de comenzar con una revolución a esas horas de la tarde, consciente de que era imposible que madre e hija entablaran una discusión constructiva. Víctor asintió regocijándose ante las acertadas palabras de Norma. Cerró la puerta cuando esta se marchó para poder conversar con su hija en un ambiente más privado. Mar apretó su mandíbula respetando la presencia de Víctor y se quitó los audífonos en un suspiro pesado. Observó a su padre. Los años habían ablandado su dura expresión y derribado las murallas que los separaron en algún pasado. Se acomodó en el borde de la cama y empobreció la mirada, una táctica que utilizaba precisamente con ella en los momentos como este. Mar irguió su postura y desdoblo sus piernas antes de volver a mirarlo. Los ojos de su padre lo decía todo: preocupación, comprensión y... estrés. Se convenció de que aquella mirada ya no tenía poder sobre ella e incluso se veía absurda en él, pero volvió a bajar las defensas cuando él comenzó la charla con una de sus más célebres frases "Mar, hija... yo entiendo cómo te sientes..."

—No lo creo—. Interrumpió ella, un tanto colérica—, si en serio lo hicieras no estarías con mamá en esta decisión—reclamó elevando su tono y permitiendo que sus ojos se humedecieran para luego irritarla.

—Te va a agradar Green Paradise, deberías al menos darle una oportunidad. Sabes muy bien que esto lo hacemos por ustedes, por Peter...—, insistió el padre con ojos de cachorro. La muchacha elevó su mandíbula y se mostró firme ante su desacuerdo, luego se cruzó de brazos y volvió a observar su celular desde la distancia.

La Presencia (No todos descanzan en paz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora