Registro cinemático

808 85 2
                                    


Un extraño sentimiento se apodero de su ser; identificarlo le fue muy sencillo, lo había visto en innumerables ocasiones mientras cegaba las almas; sabía lo que era, pero aun así le resultaba indescriptible, era miedo, angustia, arrepentimiento, confusión e impotencia, el mismo que experimentaban los humanos al estar siendo juzgados en la línea entre la vida y la muerte; era hasta ese punto a donde lo había llevado Sebastián.

Bajo la mirada, sintiendo el escozor de la sangre seca en su pecho, durante ese tiempo podía sentir la mirada carmín recorriéndole, quizá planeando, pero ¿Qué?, era eso lo que más le atormentaba, el mayordomo resultaba demasiado misterioso e impredecible, detrás de aquellas sonrisas cálida se escondía demasiada oscuridad.

—Estas son interesantes—Había tomado aquellas diminutas tijeras que Grell usaba como guadaña desde que estaba castigado; las observaba detenidamente—no creo que puedan hacer su trabajo al primer golpe, pero con varios cortes—el Shinigami palideció al escucharlo ya en una ocasión estuvo a punto de matarle con su propia guadaña, y el demonio parecía estar rememorándolo también pues sonreía ampliamente—no debes preocuparte, esta vez nadie nos va a interrumpir.

El Shinigami se puse de pie, moviendo los pesados grilletes, removiéndose y tirando con fuerza de las cadenas aunque estas no cedían un ápice; se replegó contra la pared, viendo con terror al otro mientras se acercaba, este le quito la mordaza, pero a pesar de ello, el pelirrojo temblaba tanto que le era difícil juntar las palabras en una frase coherente.

—no...Por ...favor...Sebas...tian...no.

—shhh...—le acaricio los labios con el filo de las tijeras—pero que invitado tan insolente, quizá esto será mejor—le vendo los ojos, el otro negaba con la cabeza, estaba aterrado, mucho más al sentir el filo rozándole la manzana de adán; se quedó muy quieto, si seguía temblando y moviéndose demasiado lo único que lograría seria que esa guadaña lo cortara; aquello pareció gustarle al demonio pues comenzó a recorrer su torso con el filo del metal; hasta llegar a sus tetillas; podía sentir como delineaba la aureola casi encajando la punta de las tijeras; aquello provoco un sentimiento muy diferente, un débil gemido abandono su garganta y se intensifico cuando sintió el primer corte; el sonido de sus recuerdos al ser revelados resonaba en su cabeza; y el calor aumentaba en su ser al sentir la lengua áspera del demonio al lamer su herida.

—ahhhhh Sebas~chan— para él, el dolor era de lo más placentero, ser tomado de aquella forma lo llevaría al éxtasis; jadeo al sentir como un par de cortes Sebastián se deshacía de sus ropas, dejando a su vez heridas por toda su piel y agradeció que liberara su miembro de esa prisión; el sonido de las cadenas se hacía más estridente, quería soltarse, recompensar con sus caricias al otro, le sintió colocarse a su espalda, trato de frotarse contra él, esta vez el golpe de las tijeras dejo un corte cerca de su ombligo; , el pelinegro tomo la sangre de esa herida con la punta de sus dedos y se la dio a probar, sentir aquel sabor metálico lo asusto un poco, pero eso no evito que moviera sus caderas, buscando rozar con sus nalgas seductoramente la entrepierna del otro, como recompensa recibió otro corte leve a lo largo de su hombría, aquello sí que le había dolido el contacto con aquellos labios mordiéndolos con fuerza, nada comparado a lo que el otro le había hecho.

—Sebastián;...soy tuyo...— una sonrisa maliciosa, más que eso cruel se dibujó en los labios del demonio, claro que Grell nunca se percataría de ella.

—Si—

Las tijeras se abrieron paso en su pecho, sacándole de golpe de su trance; pudo sentir con claridad como el frío acero cortaba sus carnes; haciendo que la sangre le saliera a borbotones; todo paso por su mente en un instante, sus largos siglos de existencia, los seres que conociera, la alegre personalidad de Ronald, la fría mirada de Will, el despacho que nunca volvería a ver; su existencia reducida a aquel momento y todo lo que podía hacer en aquel penoso estado era gritar de dolor por todo lo que le era arrancado, irónicamente de la misma manera que él lo había hecho una y otra vez con los humanos.

Finalmente la venda fue apartada de sus ojos; le era imposible enfocar algo dado el grueso manto acuoso que los cubría; su cuerpo ya no reaccionaba y si no fuese porque el demonio lo tenía sujeto firmemente, habría caído pesadamente al suelo; sus lágrimas comenzaron a correr abundantes por sus mejillas, entonces le permitieron ver como aquel objeto era retirado de su cuerpo; eran rojas, pero solo por el hecho de haber sido bañadas con su sangre; no se trataba de su guadaña sino de unas tijeras normales; sin duda aquella herida cerraría sin más, pero no así la fuerte impresión que dejara aquel momento en su ser.

Un sonido algo gutural resonó en aquel sitio, provenía del sirviente que en ese momento lamia sus lágrimas recorriendo su mejilla lascivamente.

—Es por eso que no debes aceptar las propuestas de un demonio; te tomare la palabra, no pienso dejarte ir tan fácilmente.

Mientras observaba las tijeras en las manos del sirviente, deseaba gritarle, reclamarle y exigirle que le soltara; sus caricias no le parecían excitantes, lo hacían temblar, sus palabras permanecían sepultadas en su garganta.

El sirviente parecía complacido realmente, lamio cada una de sus heridas, acercándose con el rostro manchado de carmín; tomándole con fuerza de la barbilla obligándole a verle.

—Nada hay más delicioso para los demonios que el miedo y la desesperación.

El secreto del mayordomo [SebasGrell]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora