Fantasías y realidades

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Grell estaba paralizado y solo reacciono cuando vio las tijeras acercándose de nuevo; hizo lo imposible por ponerse de pie pero termino por desvanecerse al sentir de nuevo el roce del metal contra su piel.

La seda del vestido era de su color favorito; rojo carmín, haciendo juego con sus cabellos; era perfecto, mostraba su diminuto talle, sus blancos hombros y era una lástima que la falda fuese tan amplia y larga que dejara a la imaginación la finura de sus piernas; al verse reflejado en un espejo se sonrojo, tomo un sombrero y un abanico y emulo el tranquilo andar de una dama, incluso aquel gesto de detenerse a ofrecer la mano a un caballero, entonces solía sonrojarse más intensamente al pensar en el sirviente posando sus labios de manera suave sobre el encaje de sus guantes, y de pronto todo se desvaneció; su cuerpo ya no dolía aunque se sentía cansado; sus manos al fin eran libres, solo una cadena sujetaba su tobillo, se tocó el pecho y noto que la herida había sanado completamente, además no habían manchas de sangre, trato de ponerse de pie un par de veces; cuando lo logro busco con la vista sus lentes o ese par de pequeñas guadañas pero no estaban; sin duda el sirviente no era tan torpe como para dejarlos a su alcance, suspiro al comprender que estaba atrapado, la cadena no le dejaba avanzar mucho y ni siquiera tenía idea de la hora del día pues no había una sola ventana, tenía que salir de ahí, por mucho que le gustara el pelinegro, no sería juguete de nadie, además esa forma de tratarle, esa crueldad debía ser la verdadera esencia del demonio y no le gustaba.

El sonido de la llave en la cerradura hizo que se sobresaltara e instintivamente se pegó a la pared.

—Ya era hora de que despertaras, me temo que el día de hoy ha sido entrañable y estoy furioso, he pensado que tus gritos pueden calmarme—mientras hablaba, dejaba sobre una silla algunas cuerdas, junto con un fuete, el Shinigami dejo un poco de lado el miedo para enfrentarle.

—Estas enfermo, ya me harte de tus juegos, déjame ir, si me tocas te vas a arrepentir demonio.

El pelinegro sonrió.

—Al fin comienzas a hablar como un verdadero Shinigami, aunque de comportarte como uno, no estarías en esta situación—el sirviente se acercó, pero el pelirrojo no retrocedió, al contrario se lanzó furioso contra él; soltando golpes al por mayor con todas sus fuerzas, pero el demonio no los evito, al contrario parecía ponerse a su merced, el Shinigami había logrado golpearle detrás de la nuca, tumbándolo; se echó sobre el furioso, quizá no tuviese sus guadañas, pero no era tan débil como el otro suponía, se quedó viéndole parecía seguir inconsciente, aprovecho para buscar en sus bolsillos, seguro que ahí encontraría la llave del grillete; pero apenas su mano entro en contacto con la tela, los ojos purpuras del otro se abrieron.

—...que...—

—Ahora es mi turno—Le enterró la rodilla con fuerza en la boca del estómago, dándole un fuerte puñetazo en el rostro; el pelirrojo cayo pesadamente y casi al instante el sirviente le tomo por los cabellos, levantándolo para luego arrojarlo de frente contra una mesa cercana, forcejo con el hasta amarrar cada una de sus extremidades con las cuerdas; el Shinigami se movía con fuerza, de sus labios aun corría un hilillo de sangre—¡estoy harto¡, te comportas igual que ese mocoso, sabes mi paciencia es demasiado escasa; será mejor si haces lo que te digo.

Paso la dura piel del fuete a lo largo de su espalda, rozando sus nalgas; el pelirrojo tenía miedo, pero también se sentía dolido y no dejaría al otro salirse con la suya, no le daría lo que deseaba tan fácilmente.

—Mejor te hubiera escuchar sus advertencias,...Shinigami—comenzó a golpearle, al principio las líneas fueron pasando del rojo al morado, cruzando su espalda, sus nalgas y sus piernas; su cuerpo temblaba pero el pelirrojo no exclamaba un solo gemido de dolor o de placer; el sirviente siguió golpeándole un rato más hasta que la sangre comenzó a humedecer la piel, pero nada—vaya realmente esto no está funcionando—se acercó para hacerle girar el rostro pero no encontró una sola lagrima de la cual disfrutar—muy mal hecho Sutcliff, te arrepentirás de hacerme enfadar.

Sus ojos se fijaron maliciosamente en el candelabro que había llevado consigo, se acercó para quitar una vela y luego derramo la cera caliente sobre las heridas del otro que casi cerraban; aquello hizo que el pelirrojo se moviera de tal forma que la madera crujía en los amarres y esta vez no pudo contener sus gritos, el demonio espero a que la cera se enfriara, la retiro y azoto con fuerza la piel sensible del otro, sus gritos le excitaban, pero ya no era suficiente, quería algo más; hizo correr un chorro de cera caliente entre sus nalgas, el Shinigami trato de voltear aunque apenas alcanzaba a ver al otro, con aquel gesto petulante y malicioso.

— ¡Sebastián no, por favor detente ¡—

—No quiero hacerlo, siempre dijiste que querías tener bebes conmigo, pues bien es tu día de suerte; comenzó a golpear con fuerza aquella zona hasta hacerla sangrar; pronto el pelirrojo sintió la punta de aquella hombría rozándole; levanto una vez más la cabeza, pero esta vez la fuerte mano del otro le estrello contra la mesa, comenzó a sentir una gran desesperación, claro que quería estar con él, le había gustado desde el primer momento, pero soñaba con una romántica y apasionada noche entre los dos, en la que Sebastián le adorara como a un frágil tesoro, le acariciara de aquella forma en que solo un caballero puede hacerlo a una dama; no quería ser tan solo un trozo de carne para saciar su celo.

—Por favor Sebastián—aquello último hizo que el demonio detuviera sus avances.

—Ya que lo pides de ese modo...

El dolor fue demasiado intenso como ningún otro que sintiera antes, el miembro del demonio era enorme y se abría paso con más facilidad que el filo de las tijeras lo había hecho entre sus carnes, desgarrándole, moviéndose de una forma salvaje y brutal, rompiendo de una vez por todas las absurdas fantasías románticas que tuviera. Lo único que existía eran aquellos fuertes gemidos y jadeos contra su oído; esta vez no se contuvo, grito una y otra vez que lo soltara, le amenazo, le suplico pero nada hacía que parara; lo peor era que su propio cuerpo comenzaba a reaccionar mientras su miembro era friccionado con fuerza contra la superficie de madera; cuando salió un gemido, el demonio soltó una fuerte carcajada, ahora deseaba más que nada quebrar su voluntad por completo.

———

Detestaba aquellos días, en realidad no era de su gusto particular tener que lidiar con ello y debía reconocer que él se lo había advertido desde el principio del contrato, sin embargo eso no lo hacía más fácil; siempre que su otro yo salía a la luz, se convertía en un sirviente tan inútil como el resto que estaban a su cargo, al grado tal que tenía que bajar el mismo hacia aquella habitación para darle ordenes, y aquel periodo apenas comenzaba. Tomo el pomo de la puerta girándolo, fuera de aquella habitación reinaba un silencio absoluto; pero apenas esta se separó de su moldura, los gritos llenaron los pasillos; aunque nadie los escucharía pues solo él y Sebastián conocían aquella sección de la mansión; antes de abrir se había preguntado quien sería esta vez la victima del demonio; no es que le importara demasiado, se trataba de simple curiosidad; pero al abrir la puerta por completo sus ojos se abrieron cuan grandes eran, mientras observaba el rostro del Shinigami surcado por gruesas lagrimas mientras que igual que una simple bestia, el sirviente en su forma demoníaca saciaba sus deseos con él.

El menor le restó importancia, pero una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro y se aseguró que el Shinigami pudiera grabarla en su memoria.

—Cuando termines ven a verme Sebastián—mientras volvía a cerrar la puerta, conservaba aquella sonrisa.

El secreto del mayordomo [SebasGrell]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora