De regreso al despacho

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Dejo caer los expedientes sobre el escritorio; las duras pastas de estos hicieron un ruido seco al entrar en contacto con la madera. Mientras el rubio se echaba hacia atrás en su silla, suspirando, estaba aburrido y muy cansado, siempre terminaba haciendo horas extras por culpa de su Sempai, y encima estaba preocupado, no era natural que desapareciera por tanto tiempo.

— ¿Crees que este bien?—

El pelinegro simplemente levanto los hombros, archivando los documentos que traía en las manos, para tomar algunos otros de la enorme pila de expedientes cercanos; el Shinigami más joven le había repetido aquella pregunta muchas veces durante los últimos días y siempre contestaba de la misma forma, al principio pensó que no era más que una de las tantas manías que el pelirrojo tenia para evitar el trabajo, pero con el pasar de los días, aunque no lo expresara, había comenzado a preocuparse por él, incluso llevado por su instinto y sin que nadie se enterase se había atrevido a ir buscarle a aquella mansión; aunque de nada le sirvió, pero al menos le reconfortaba el hecho de que las guadañas no habían aparecido en el almacén y eso indicaba que estaba con vida, aunque claro, no es nada fácil terminar con la existencia de un Shinigami; ni siquiera con la de uno tan poco eficiente como él; sin duda esos pensamientos lo estaban distrayendo demasiado, pues incluso escuchaba el sonido de esos molestos tacones y no era producto de su imaginación, resonaban con fuerza haciendo eco en el pasillo; el pelinegro se levantó de inmediato, saliendo en búsqueda de aquel sonido, siendo seguido por Ronald.

Frunció el ceño molesto, cerrando los puños con fuerza, clavando su mirada verde en aquella figura.

— ¡Grell Sutcliff!—

Lo vio acercarse vistiendo un sencillo traje negro, su cabello era tan corto, como cuando lo vio por primera vez en la academia.

—Will—trato de coquetearle como lo hacía siempre— ¿me extrañaron?

Parecía sonreír de la misma forma arrogante que entonces y esa era una mala señal; significaba que algo estaba ocultando.

—Sempai; ¿pero qué te paso?; ¿tu cabello?

El pelirrojo le restó importancia, solo se limitó a posar

dejando que contemplaran su nuevo look.

—A las damas nos gusta cambiar para atraer siempre la atención de un caballero.

William estaba furioso, aunque muy en el fondo le tranquilizaba el ver de nuevo al pelirrojo.

Otros empleados del despacho salieron de sus oficinas, atraídos por el alboroto y al notar el cambio en el pelirrojo se le acercaron; sin embargo el pelinegro mantuvo su distancia.

— ¡Que irresponsabilidad! ¿Dónde has estado, todo este

tiempo?, el papeleo se ha acumulado, te reportare y tendrás que compensar todo con tiempo extra.

El pelirrojo estiro los brazos detrás de la cabeza y bostezo despreocupadamente.

—Bien, lo hare.

Aquello hizo que el pelinegro dudara, lo conocía demasiado bien; unos de sus compañeros parecieron acercarse un poco más, y ello hizo que el pelirrojo se sobresaltara empujándolo, todos se quedaron sorprendidos, pero el pelirrojo simplemente les dio la espalda, haciéndose el ofendido.

—Me voy a descansar.

Se alejó de allí deprisa, Ronald trato de alcanzarle pero William lo sujeto del hombro, mientras veía al otro inquisitivamente.

Siguió avanzando reprendiéndose mentalmente; aquella reacción había sido demasiado obvia; empezarían a preguntar, a sospechar y nadie debía saber la verdad, mientras lo pensaba comenzó a caminar más rápido hasta llegar a su dormitorio; al entrar en él, levanto la mirada observándolo todo; escudriño cada rincón familiar, cada retrato que colgaba en las paredes, todos ellos mostrándolo en diferentes épocas, como la dama que siempre había deseado ser; avanzo rozando con las yemas de los dedos los ornamentos de las lámparas, las suaves cortinas; fue recorriendo palmo a palmo la habitación hasta llegar a donde estaba su guardarropa; donde predominaban los tonos carmín; tomo un par de prendas que había conseguido en el mundo humano, dejándolos caer una sobre otro hasta formar una pequeña pila sobre el suelo, hasta que una en especial llamo su atención; era un vestido cuyos finos bordados emulaban rosas; las acaricio lentamente, se giró frente a un espejo y lo coloco sobre su ropa; viendo esta imagen suya por un instante y luego lo tomo destrozándolo, arrancando cada listón, cada botón, sin importarle si se destrozaba las uñas o se lastimaba; arrojando luego el resto con las otras prendas; después hizo lo mismo con los jarrones, haciéndolos añicos al arrojarlos con verdadera frustración contra las paredes; tomo una daga destrozando los lienzos, buscando destruir cada una de las cosas en aquella habitación que le recordaba al ser que ya no era.

El rubio avanzaba con aquella sierra recargada en el hombro; aquella tarea es lo que más disfrutaría, después de todo le daría la excusa perfecta para tener una larga charla con el pelirrojo; estaba ansioso por saber a dónde había ido, conociéndolo, sin duda había sido una aventura, después de todo él era muy divertido, por eso había decidido ser su aprendiz; se acercó para empujar la puerta levemente, el llevarle su guadaña sin duda sería una buena sorpresa; sin embargo cuando abrió la puerta, él fue el sorprendido; la habitación era un caos, todo estaba destrozado, pero lo que más le impacto fue el ver al pelirrojo en el suelo, recargado contra la pared; tenía una expresión en el rostro que le resultaba completamente desconocida, estaba como tratando de protegerse de alguien o de algo; aunque su mirada parecía ausente y vio una lagrima correr por su mejilla; alguien alejo la sierra del rubio; la coloco en la habitación y cerró la puerta.

—De ahora en adelante debes ir con él a cegar las almas—el rubio asintió, observando a William.

— ¿Que le ha pasado a Sempai?

El pelinegro levanto los hombros, pero no porque le restara importancia; sino porque quizá no quería escuchar la respuesta, de cualquier forma en ese punto sabía que Grell no le diría lo que había ocurrido por mucho que se lo preguntara.

El secreto del mayordomo [SebasGrell]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora