Pequeño Niall.

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El día era lluvioso, pero no triste. Nunca he podido comprender por qué el mundo relaciona la lluvia con la tristeza, si la verdad la lluvia sólo es vida, sin lluvia el mundo estaría destruido. Sin la tristeza también lo estaría.

Pero Niall no era un niño triste, Niall era tan feliz como aquellas canciones que sólo te dan ganas de bailar aunque no sepas cómo moverte. Así era Niall, muy feliz.

Lo único malo de la felicidad es que es la falta de tristeza, y cuando hay mucha de ella debe desaparecer pronto, obligatoriamente.

El pequeño muy contento estaba listo para ir a Disney, ni siquiera tuvo la necesidad de pasarle una convocatoria a su madre ya que ella misma era su profesora en la escuela.

¿Qué ventajas tiene ser hijo de la profesora? Muchísimas, demasiadas. Pero ir a Disney no era una de ellas. Niall se había ganado aquel viaje a Disney por su propio esfuerzo.

La pasión de ese pequeño era cocinar, definitivamente probar dulces, sándwiches, pizzas, e infinidades de platos hechos por él era una completa maravilla. Claro, él sólo no podía cocinar, siempre lo hacía con su mami, la mujer más dulce del universo.

La familia de Niall estaba completa, y eran muy felices. El pequeño, con sólo seis años, ya se había enamorado del mundo.

Su padre, un hombre trabajador, le mostraba a Niall lo importante que es esforzarse por todos los sueños en la vida, cada vez que podía lo llevaba al zoológico y le enseñaba cómo aquellos animalitos habían sido hechos para ser y hacer lo que querían. Después del zoológico siempre iban por un helado o una hamburguesa, todo dependía de cómo estuvieran los estómagos.

Su hermano, un adolescente loco, le enseñaba a Niall que la rebeldía a veces es necesaria para conseguir lo que quieres.

Y la unión de los tres hacía que el pequeño Niall creciera en un ambiente de paz y felicidad.

Cuando Niall recibió aquella sorpresa se puso muy contento y empezó a saltar. Su familia, orgullosa, preparó una celebración con algunos globos y un pastel de chocolate. Su madre era una fiel creyente de que todo esfuerzo en la vida debe ser premiado.

El proyecto llamado "Pequeños soñadores" había sido un éxito el año pasado, por lo que ese año lo volvieron a aplicar. Todo consistía en cumplir los sueños de los pequeños alrededor de las escuelas primarias en Inglaterra.

Y eso era Niall, un pequeño soñador.

— ¡Niall!—exclamó su madre desde la habitación del pequeño, que estaba llena de decoraciones de Mickey Mouse y fotos familiares.

El niño corrió con su boca llena de caramelo y sin camiseta hasta el cuarto donde había una bonita maleta verde sobre la cama.

— ¿Por qué me llamas, mami?—preguntó el niñito muy sonriente.

—Si sigues comiendo tantos caramelos de seguro te saldrán muchas caries—dijo la mujer, pero no lo hacía en forma de regaño, sino más bien como una broma. Ella también amaba los caramelos—. Bueno, hoy prepararemos tu maleta ¿está bien?

— ¡Mete muchos dulces!—exclamó el niñito mirando a su madre con esos ojos azules y esa sonrisita sin dientes.

— ¡Dios, Niall! No tienes remedio...—suspiró Maura, así se llamaba la mujer.

Niall sacó su lengüita y empezó a reírse.

Juntos llenaron esa maleta de camisetas de Mickey Mouse, el pato Donald, Pluto y todas esas simpáticas caricaturas de Disney.



Tres días antes de irse a Disney la mamá de Niall tomó el auto y lo llevó a casa de su mejor amiga, Fio, una niña de cinco años bastante linda, con padres latinos y unos ojos castaños que hacían muy feliz a Niall.

Los superhéroes existen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora