Pequeño Liam.

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Los días no habían cambiado nada desde su nacimiento, para él seguian siendo radiantes, llenos de todos los dulces que pudiera querer, desbordantes de dinero y lujos, pero sobre todo escazos de cariño familiar.

Nadie de aquella familia recordaba la última vez en la que habían comido juntos o mucho menos hablado de un asunto que no fuera dinero. Sin embargo, al pequeño Liam parecía no importarle eso, él confiaba que en casa de todos sus "amigos" sus padres se comportaban de la misma forma.

Una mañana, mientras el estaba en la escuela, el pequeño se había dispuesto a dibujar un avión, un gigante avión como los de la aerolínea de sus padres.

No se podía dudar que a Liam le encantaban los aviones puesto que éstos venían en su sangre, literalmente había crecido entre aviones, aeropuertos, pilotos, motores, y claramente grandes fortunas.

-¡Louis! -llamó la maestra desde su escritorio.

Liam miró al niño que estaba tras de él, ellos nunca se habían llevado muy bien, Louis era muy humilde y nerd para Liam, ni siquiera tenía juguetes grandes y divertidos...

- ¡Voy! - exclamó el pequeño de ojos azules y camiseta de superman tropezando con Liam y ensuciando una pequeña parte de su dibujo.

- ¡Qué tonto! ¡Manchaste mi cuaderno! -reclamó mirándolo muy mal con esos ojos castaños.

Louis se sintió un poco mal, él no quería causarle molestias a ninguno de sus compañeros.

-Lo siento Liam, puedo ayudarte a arreglarlo si eso quieres-se disculpó-La maestra me estaba llamando pero cuando vuelva reparo tu avión, ¡Está quedando genial!- Y el pequeño Louis siguió su rumbo dejando a un molesto Liam en su asiento.

"Pero qué niño más despistado" pensó con rabia el pequeño.

Minutos después Louis volvió lleno de emoción y corriendo con mucha alegría.

- ¡Stan! ¡Mira!-casi gritó el pequeño de ojos azules para mostrarle algo a uno de sus amiguitos sin darse cuenta que por su prisa volvió a manchar el cuaderno de Liam.

-Pero ¿Qué ocurre contigo?-Esta vez Liam se levantó de su asiento y Louis dio un paso hacia atrás- ¿Es que no tienes ojos?

-Lo siento, Liam...-se disculpó el chiquillo.

-Un "Lo siento" no arreglará este desastre, todo por estar brincando como tonto.

El pequeño de ojos castaños pocas veces notaba los sentimientos de sus amigos o compañeros, él era un niño adorable en definitiva, pero vivir sin una muestra de cariño por parte de sus padres había hecho de él muy insensible en cuanto a los sentimientos de quienes le rodeaban.

-Ugh, yo lo siento, en serio, Liam. Si quieres te ayudo a arreglarlo.

-No, seguro como eres tan tonto lo pones peor.

-No soy tonto- aseguró Louis.

-Sí lo eres, si fueras un niño inteligente no habrías manchado mi cuaderno...-Liam volvió a sentarse muy molesto.

-Si fuera un niño tonto no me habría ganado un viaje a Disney- concluyó Louis mostrándole orgulloso el papel que hacía constar que sus palabras estaban cargadas de verdad.

Ese día, el pequeño llegó a su hogar, si es que así podía llamársele, bastante molesto puesto que Louis Tomlinson, ese niño desafortunado, iría a Disney y él no.

Liam se lanzó en el mueble, tirando su bolso y sus cuadernos en el suelo, muy pero muy enojado.

¿Cómo podía Louis ir a Disney y él no? ¿Qué era eso? Obviamente él era mejor que un niñito que se lo vivía pensando que era superman.

-Señorito Liam-habló una de sus muchas niñeras- ¿No quiere comer?

Liam miró al suelo y gruñó.

-No, Abi... O como te llames-dijo frunciendo el ceño cada vez más-. No voy a comer nunca más.

-Me llamo Abigail, señorito.

-Deja de decirme así y vete de aquí.

La mujer se devolvió a la gran cocina de aquella mansión y Liam empezó a llorar.

Pensó, pensó, y pensó...

¿Qué hacía él cuando lloraba?

Y se le ocurrió una idea.

- ¡Papiiiiiiiiii!

- Dime, peque.- El hombre ni siquiera había alzado la mirada de su periódico.

-Estoy muy molesto-declaró.

-El dinero está en tu gaveta, dile a tus niñeras que te acompañen a comprar un juguete-habló el hombre sin mirarle todavía.

-No, no es eso...-Liam bajó la mirada.

- ¿Entonces? Ya, hijo... No molestes tanto.

Liam lo miró fijamente.

-Bueno, sucede que... Un niño de mi escuela se ganó un viaje para ir a Disney... Pero, bien, yo quiero ir y no me gané nada.-El pequeño divagaba y divagaba pero al final logró decir lo que quería.

-Lo sé, ese es uno de los proyectos patrocinados por mi aerolínea-afirmó el hombre-.Uno de mis aviones los llevará. -siguió hablando sin darle la menor importancia, y es que para él no la tenía.

-¿En serio? ¡Papi! ¿Yo puedo ir? - los ojos cafés e inocentes del pequeño se habían llenado de alegría y de color a tal punto que su sonrisa era digna de estar en uno de los museos más importantes del mundo para ser apreciada por miles de personas.

-Claro que puedes, es mi avión... Sale en unos días-contestó el padre como si le estuviera dando permiso a su hijo de ir a un centro comercial y no a otro continente-. Pídele a una de las criadas que te ayude a acomodar tu maleta.

Para aquel hombre, el dejar ir a su hijo y despegarse de él no era la gran cosa, en realidad no le importaba en lo absoluto.

Al señor Payne le importaban pocas cosas en la vida, entre las más apreciadas el dinero. El dinero siempre fue el dueño de su vida, y poco a poco ese se estaba convirtiendo en el legado que le dejaría a su familia: ambición, poder y dinero.

En la vida de Liam los días se pasaron más lento de lo normal y el pequeño sólo quería cumplir su nuevo sueño y conocer a los muñecos animados que habían hecho de su vida algo mejor, más emocionante, más llena de aventuras y de pensamientos, esas películas habían pintado con un pincel mágico la vida Liam, habían creado en él miles de sueños, miles de expectativas y miles de sonrisas. El maravilloso mundo de Disney.


-¡Liam despierta! ¡hoy irás a Disney! - su niñera no necesitó hablar más de una vez porque Liam ya estaba totalmente despierto y listo para irse.

-¡Mami, papi, ya me voy! - gritó el pequeño entrando en la habitación oscura de sus progenitores, esperando un abrazo de despedida o algo por el estilo.

-Shhhhhh, en la mesita hay dinero, deja dormir - respondió su madre con la voz más ronca de lo normal.

-¡Gracias, mami! Volveré pronto.

Y cerrando con fuerza la puerta de la habitación de sus padres se despidió con una promesa que no sería cumplida y una palabra que nunca sería contestada.

Los superhéroes existen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora