Subí corriendo a mi cuarto aún sin poder creer lo que mi madre había hecho por mí, realmente era maravilloso, quería correr y abrazarla, decirle que le agradecía todo esto, pero el tiempo ya me había ganado. Entré y cerré la puerta con cuidado, una vez dentro me recoste sobre la fría superficie de esta y me puse a observar lo que por esta última noche sería mi habitación, cerré los ojos e inhale profundamente, después de unos breves instantes exhale lentamente y abrí lo ojos; fui directo al closet que estaba a mi izquierda el cual tenía dos puertas corredizas y abrí la primera, saqué tres maletas del interior, parecían lo suficientemente grandes como para guardar todas las cosas que tenía en este momento; las acomodé una por una sobre la cama, cuando todas estuvieron allí abrí la que estaba al principio, en esa pondría la mayoría, sino es que toda mi ropa. Volví a dirigirme al closet y cerré la puerta que anteriormente había abierto; deslicé la segunda para abrirla y comencé retirar toda la ropa del interior poniéndola dentro de la maleta, cuando terminé intenté cerrarla, estaba algo saturada pero después de batallar un rato pude hacerlo.
Abrí la segunda maleta, ahí podría todos mis libros, carpetas, cuadernos y cosas de ese estilo, me di la vuelta y caminé al librero que estaba a mi derecha, no era muy grande pero estaba lleno de libros. Mientras guardaba todo eso comencé a recordar, desde siempre me ha gustado e interesado, muchos dicen que leer es como vivir mil vidas en una, y que mejor que dejar la mía para saber de otras. Vacíe el librero en menos de quince minutos pero hubo algo que no me permitió continuar, era una libreta de cuero color café, la iba a colocar en la maleta hasta que me di cuenta de que nunca la había visto antes, dejé lo que estaba haciendo y me senté en la orilla de la cama. Abrí la pequeña libreta y comencé a hojearla despacio, al parecer estaba en blanco, era una lástima, de pronto escuche que algo golpeó contra el piso, baje la mirada y vi un pequeño sobre blanco, lo levanté con mucho cuidado, como si me diera miedo el hecho de que si lo apretaba con demasiada fuerza desapareciera; lo miré detenidamente pero no me atreví a abrirlo, sentía una especie de miedo mezclado con ansiedad, algo me decía que si lo abría no terminaría nunca de empacar así que lo guarde en el bolsillo trasero de mi pantalón y continúe con lo que estaba habiendo. Después de eso pude cerrar la segunda maleta.
La tercera la ocupé para guardar algunos cuadros que tenía en mi pared, además de las diferentes cosas que había regadas por ahí como figuras de cerámica, algunos trozos de cuarzo, velas aromáticas, etc. Aprovechando que aún quedaba algo de espacio guardé la pequeña laptop que tenía sobre mi escritorio. Finalmente la tercera maleta estaba cerrada.
Cuando terminé miré a mi alrededor, todo estaba vacío. Tan pronto como comencé a mirar tuve una sensación de nostalgia por aquella habitación, en ella había vivido y sentido un sin fin de cosas, había gritado, llorado, cantado, reído, soñado y hasta bailado en algunas ocasiones, todo entre esas despintadas y ahora vacías paredes.
Bajé las maletas de la cama y las arrastré hasta la puerta, creí que eso era todo pero no era verdad, por poco y lo olvido, lo más valioso que tenía, caminé rápidamente hasta estar a un costado de la cama, me agache y metí la mano debajo de ella hasta que toqué algo, lo jale con mucho cuidado para poder sacarlo y observarlo bien; era un estuche rectangular de color negro, no muy largo, adentro estaba un hermoso violín color café cenizo, no necesitaba abrirlo para recordarlo, era un regalo que me habían dado en mi décimo cuarto cumpleaños y era lo que más amaba en esta vida, nadie sabía que lo tenía, solo mi madre pues ella era quien me lo había dado; me puse de pie con el estuche entre mis manos y me deje caer sobre la cama estrechando contra mi pecho aquel instrumento. Ya había pasado un rato desde que estaba en esa posición, así que dejé el estuche a mi lado y saqué el celular del bolsillo de mi pantalón para ver la hora, eran las 11:18 pm, quizás mis planes de llamar a una buena mudanza serían para mañana, pero aún podía enviarle un mensaje a mi nuevo tutor. Como ya era muy tarde debía cenar un poco así que bajé a la cocina con la esperanza de que hubiese algo decente para comer. Entré y encendí la luz, busqué en el refrigerador pero como siempre no había nada a excepción de algunos recipientes con contenido de dudosa procedencia. Fui a la alacena y tampoco había comida, mi única esperanza sería junto a la estufa, ahí siempre había dos o tres manzanas, con ese pensamiento giré la cabeza y... nada. Cuando al fin me había rendido subí de nuevo las escaleras para llegar al primer piso, cuando estaba a la mitad del camino escuché a mi estomago quejarse por la falta de alimento, en ese momento fue inevitable no recordar todas las veces que me había saltado más de una comida al día o todas aquellas noches en las que me iba a dormir con el estómago vacío. Llegué al final de la escalera y caminé hasta mi habitación, entre y miré el espejo que estaba casi frente a la puerta; camine algunos pasos hasta el y me observé detenidamente, no era una chica muy alta y eso se notaba cada vez que necesitaba alcanzar algo de una repisa que estuviera en lo alto, mi cabello era un poco quebrado y esponjoso, de color café obscuro, este llegaba por debajo de mis hombros, mis ojos también eran de color café pero mucho más claros, la mayoría decían que era un color raro o inusual, aún así me gustaba; debajo tenía ojeras muy marcadas, mi piel era algo pálida, esto último debía ser por la falta de sol. Dejé de mirarme en el espejo y me acosté en la cama para por fin descansar, no me importaba si tenía la ropa con la que había salido, no tenía ganas de cambiarme. Solo me cubrí con una cobija que estaba a mi lado. Al fin el día había terminado.
Ya era hora de irme y cambiarlo todo, era tiempo de descansar.
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La carta de suicidio de la chica de ojos color sol
RandomPorque no siempre todas las historias están llenas de felicidad y un futuro prometedor, porque a veces tienes que soportar la vida tal y como es.