Todo me resultaba tan extraño que no sabía qué pensar. Primero mi padre desapareció, después alguien me metió allí dentro y me encontré a esa chica que estaba igual de confusa que yo...
-Oye, ¿me puedes soltar?--me dijo, suplicante.
-Claro, perdóname, estoy bastante confusa.
-¿Sabes quién nos ha encerrado aquí?
De repente se escuchó una tos, y nos callamos. La caja no era tan pequeña como creía.
-¿Hola? ¿Quién eres?--pregunté con voz temblorosa.
-No importa quién soy, lo que importa es que me soltéis porque esta puta tela me corta la circulación--nos dijo una voz masculina.
Me arrastré hacia donde escuchaba su respiración, y tanteando, conseguí tocar sus manos, y soltarle. Acto seguido hice lo mismo con sus piernas.
-¿Me vas a soltar o no me vas a soltar?--dijo la misma voz a mi izquierda. Entonces me quedé helada. ¿A quién había desatado entonces?
-Pe... Pero sss...si te a...acabo de soltar...--dije muy asustada.
-¿Qué?--dijo confuso.
Entonces la persona que tenía delante me agarró una mano y pegué un grito.
-¿¡Qué pasa!?--gritó el chico.
Yo estaba muda. Alguien me agarraba fuertemente la mano, y me di cuenta que esa fuerza se debía al mismo miedo que tenía yo. Así que me atreví a tocar su cara. Era suave, y tenía el pelo largo. Entonces empezó a murmurar algo que no entendía.
-Repítelo, por favor--dije a su oído.
-¿Dónde estoy?--me preguntó con un hilo de voz.
-No lo sé, siento no poder decírtelo.
-¿Con quién hablas?--preguntó Mar, que se había acercado para soltar al chico.
-Chicos, hay otra más con nosotros.
-De puta madre, entonces ya somos cuatro. ¿¡HAY ALGUIEN MÁS!?--gritó con todas sus fuerzas el chico, pero no recibimos respuesta, y pudimos comprobar que no había nadie más.
-¿Cómo te llamas?--le pregunté al chico.
-Alejandro, pero llamadme Alex.
-¿Y tú?--le pregunté a la chica.
-Amaia--dijo con voz más fuerte.
-Bueno, pues encantada de conoceros--dije con tono irónico--ahora toca averiguar qué hacemos aquí y por qué.