Intenté librarme de aquella especie de tela que tenía presas mis manos, pero me dolía mucho. Pude ponerme de rodillas, pero me di un cabezazo contra algo duro, y entonces me di cuenta de que estaba metida en una caja como si fuese una mercancía. Aquello me chocaba tanto que me tuve que volver a sentar y ponerme a pensar en aquella oscuridad agobiante. ¿Habría alguien más en esa caja? Decidí arrastrarme y descubrí que no era tan pequeña en cuanto a longitud respectaba. Y entonces, toqué el pelo de alguien y me asusté tanto que me quedé paralizada.
No hubo movimiento alguno, y me asusté más. ¿Estaba viajando con cadáveres? ¿Quién me tenía encerrada? ¿Por qué? Todo eso pasaba por mi cabeza una y otra vez.
Conseguí sacar una mano, costosamente, gracias a un clavo que sobresalía en la superficie y que anteriormente me había clavado en la rodilla. Probablemente estaba oxidado, y probablemente tenía una herida. Pero eso no me importaba, sentí curiosidad por la persona a la que había tocado el pelo.
Decidí escuchar su respiración, era tranquila, como si durmiera. Venciendo al miedo decidí tocar la cara de aquella persona. Primero el pelo, largo y sedoso, agradable al tocar, con lo cual debía ser una chica. Cuando empecé a tocar su cara, se sobresaltó.
-¿Quién eres? Por favor, no me hagas daño--dijo una voz dulce pero muy asustada.
-¿Quién eres tú? Estamos en una caja, creo, y acabo de despertarme. Me han secuestrado, o eso me parece--dije bastante confusa.
-¿Puedes liberarme? Estoy atada.
-Claro, pero antes dime quién eres, ahora mismo resulta todo muy raro.
-Me llamo Mar. Y no sé qué hago aquí, lo último que recuerdo era estar esperando a un vuelo para Nueva York y cuando fui al baño un momento, alguien me golpeó la cabeza. Todavía me duele, por cierto...
-¿Y no sabes dónde podemos estar?
-Me desperté, no sé hace cuanto, pero me desperté cuando me llevaban a una sala parecida a la sala de operaciones de cualquier hospital. No sé más.
