Una luz muy fuerte nos dio de lleno en los ojos, obligándonos a taparnos con las manos para no sufrir. De fondo se escuchaba el sonido del mar, y hacía calor.
Cuando mis ojos se habituaron a la luz, pude fijarme a mi alrededor. Pude ver a los chicos que me habían acompañado en esa caja de madera.
Álex era moreno, con barba de un par de días y los ojos verdes más bonitos que nunca había visto. Tenía rastas, tatuajes en los brazos, un piercing en la nariz y otro en el labio. Llevaba una camiseta de tirantes a rayas azules y rojas, y unos vaqueros viejos con agujeros en las rodillas. Era muy guapo, y aparentaba unos 16 o 17 años.
La siguiente chica supuse que era Amaia, porque cuando toqué el pelo de ambas ella le tenía más largo. Era rubio y muy bonito, brillaba bajo el sol como si fuera una cascada de oro. Sus ojos eran azul celeste, muy vivos. Tenía pecas en la cara, y una nariz muy pequeña. Parecía una muñeca de porcelana, frágil. Llevaba unos shorts vaqueros y también una camiseta de tirantes, con una frase en inglés que ponía "Dreams don't work unless you do" en letras fucsias. Sus brazos estaban repletos de pulseras de todos los colores, y sus playeras estaban llenas de frases escritas con bolígrafo. Ella debía de tener unos 20.
Por último, Mar. Era la mayor de todos, pero no debía pasar de los 25. Tenía el pelo largo, no tan largo como Amaia, castaño y rizado. Sus ojos eran color miel, al sol se ponían casi amarillos. Tenía dos piercings en la oreja derecha, y otro en el labio inferior, justo en el centro. Su antebrazo estaba tatuado, había una frase que se enroscaba en él y que acababa en una pluma. Tenía una camiseta negra, y encima una camisa de cuadros rojos y negros. Además, unos shorts negros y playeras blancas y negras.
Después de verles a ellos, miré a los otros. Eran cuatro hombres, uno de ellos lo conocía ya, era el hombre que estuvo en mi casa.