Capítulo 4

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Después del gran desastroso desenlace no recuerdo mucho más ya que me desmayé. Al día siguiente me encontré a mí misma tumbada en el sofá de mi casa con mi cuerpo dolorido a causa del terreno donde dormí y la cabeza a punto de explotar. Quise hablar con Spencer para disculparme, porque bien sabía que fue él quien me trajo a mi casa. Vamos, ¿quien si no?

Pero sorpresa fue la mía cuando no me cogió la primera llamada, ni la segunda, ni la tercera. También le mandé múltiples mensajes que jamás fueron respondidos. Y mis dudas se resolvieron cuando llegó Lunes y Spen ni siquiera me dirigía la palabra, es más, me evitaba a toda costa. Ya sea en los descansos, tanto en clases hasta por los pasillos. A la mínima que veía su cabellera rubia danzar, esta desaparecía en un parpadeo.

Harta de este absurdo juego de niños, recurrí a Jackie y a Wanda, personas que, por lo que pude comprobar, eran inseparables, y les pregunté qué le ocurría y si podían averiguar algo. Ellas me respondieron que la noche en la que me emborraché Spencer parecía muy molesto, especialmente con Elliot, y que hubo una gran discursión que al final fue él quien salió perdiendo ya que las chicas del local apoyaban ciegamente al castaño. Aprovechando la ocasión, también me explicaron que con quien estaba era el chico de ''la pareja prohibida'' y había llegado a ser en una noche la envidia de muchas por haber estado compartiendo risas y caricias. Tampoco es que lo hubiese hecho, solo me tocaba el hombro o la pierna para sujetarse, pero no venía ningún mensaje con segundas. O eso creía yo y al parecer al chico le gustaba juguetear con ambos sexos.

Fuese lo que fuese, mi mayor prioridad era conseguir que Spencer me perdonase. Me di cuenta de que los descansos eran terriblemente largos y aburridos sin su compañía y que sufría verdadera envidia al ver la amistad que tenían Jackie y Wanda-ya que yo a su vez tuve una con él sin darme yo cuenta-. Lo añoraba, nunca me había dado cuenta de la importancia del rubio en mi vida hasta que un repentino contratiempo por mi culpa surgió entre nosotros y él por su cuenta se separó, hartándose de mí.

Como sino fuese suficiente la soledad que sentía en mi propia casa, esta también permanecía a cada paso que daba. Y no, no podía soportar más eso.

Necesitaba a Spencer. Necesitaba saber que, a pesar de todo tendría siempre a un amigo que se preocuparía por mí. Necesitaba sentirme querida al menos un poco para saber que era alguien. Alguien normal con una vida de instituto normal y amigos normales. Necesitaba saber que era un adolescente corriente que vivía una rutina, y no un futuro monstruo.

Y por esas razones iba a recuperar de nuevo a mi amigo. No iba a rendirme tan facilmente. Sabía que me podía evitar en el instituto, ¿pero en su propia casa? ¡Era imposible! A la fuerza tendría que escucharme quiera o no.

El problema era que su casa estaba lejos de la mía y que 1. No había paradas de autobús cerca. 2. No tenía edad suficiente para conducir. y 3. Aún no había ahorrado el dinero suficiente para una bicicleta. Por lo que la única opción que me quedaba era ir andando, aunque eso significase sufrir como los rayos que emanaba el sol iban hacia ti como si fueses la única persona en toda la tierra y por ello comenzar a transpirar a cada paso que daba. 

Pero todo valía la pena para terminar con la estúpida disputa. Cabe decir que, una vez que estuviésemos perdonados, le echaría en cara el calor que sufrí cuando iba a su casa y tal vez le obligaría a que me comprase unos té helados de la tienda de enfrente.

-¡Niña vómito!-gritaron a mis espaldas. No me paré, aunque me sorprendí de escuchar aquella voz masculina que tantos problemas me estaba trayendo.-¡Niña vómito!-volvió a exclamar, esta vez acompañado del sonido del claxon.

Tú solo anda, Nix. Anda y mira hacia adelante. No dejes que las personas que miran curiosas la escena sepan que tú eres la razón de semejante espectáculo.

-¿Estás sorda o qué? Me refería a ti con niña vómito, Arizona.-dijeron a mi vera. Tonta fui al pensar que se cansaría, puesto que iba en coche y era más que sencillo alcanzarme. El rubor no tardó en llegar a mis mejillas, tiñiéndolas por completo. Giré mi rostro para poder mirarle. Él poseía una blanca sonrisa y sus mejillas eran sujetadas por ambas manos, dándole un aspecto inocente. Extrañada, me di cuenta de que no era él quien no conducía el vehículo por lo que ladee la cabeza para poder ver mejor el interior.

Solo pude ver su cabello castaño oscuro peinado en un pequeño tupé y sus ásperas manos sujetar el volante con seguridad para darme cuenta de quien era. Y el pequeño sonrojo se expandió por todo mi semblante, pasando a la gama más intensa de los rojos.

-Qué casualidad encontrarte por esta calle, ¿vives por aquí cerca?-me preguntó sin borrar esa expresión simpática que estaba lejos de ser falsa.

-Mhm...más o menos.-le contesté. Nos quedamos unos segundos en silencio. Él observándome con los párpados entrecerrados a causa de la sonrisa y yo queriendo morirme del bochorno al tener a tan pocos metros de mí a Agatha de nuevo.

-Y dime, ¿a donde ibas?-quiso saber. Vacilé antes de contestar, preguntándome si estaba bien contarle al menos un poco de mis planes o si eso solo conseguiría estropear aún más la situación.

-O-oh bu-bueno, yo...-titubee, rascándome el antebrazo.

-Ibas a ver a tu novio, ¿verdad?-si aquello era posible, mi rubor se intensificó aún más hasta el punto de comenzar a transpirar y no a causa del calor que emitía la tarde de un Miércoles.

-¡No es mi novio!-aclaré, zarandeando ambas manos.-S-somos amigos, eso es todo.

Una de mis mayores preocupaciones era que Agatha sospechase de Spencer. Por alguna razón, quería que supiese que no estaba interesada en ningún chico y que mis preferencias sexuales se reducían a ella, a pesar de solo haberle visto unas cuantas veces por el parque y compartir una escasa y amarga conversación. Ah, y también verle en pleno acto con otra mujer que aún dudaba si fuese su actual pareja o no.

-Ya veo...-susurró. Había algo en él que tanto mi cerebro como mi corazón me gritaban que huyese lo antes posible, puesto que no transmitía mucha confianza.-Oye, Agatha. ¿Te acuerdas de Phoenix?-le preguntó, girándose un escaso segundo regalándole una pequeña mirada. Esta tardó unos segundos en responder, ya sea con un gesto o una simple palabra. Vi como asomaba su cabeza y, en ese instante, nuestros ojos contectaron. Mis insípidos ojos marrones se encontraron con la explosión de tonalidades verdosas que habitaban en sus orbes. Mi menudo corazón comenzó a golpear mi pecho aún más fuerte, como si su intención fuese romperme y escapar de ahí. Noté como la temperatura de mi cuerpo y las ganas de escapar de ahí lo antes posible aumentaban. Encararle a pesar de que solo fuese un mísero segundo era suficiente para que tanto como mi mente como mi cuerpo desconectasen, dejando solo al mando a mi corazón.

-Hola.

Su armoniosa voz se coló en mis oídos tan fácil y buenamente como si de una melodía que guardaba en mi reproductor se tratase con solo dos simples sílabas. Aunque esto era mejor que cualquier canción posible.

-Hey...-susurré e hice amago de mostrar mi mejor sonrisa, pero mis nervios me jugaron una mala pasada y todo terminó en una desastrosa mueca lejos de parecer a lo que en un principio iba a ser.

-Y dime, ¿da muy lejos la casa de tu no-novio desde aquí?

-Uh, un poco...

-Genial, entonces sube.-me invitó.

-No creo que sea lo correcto.-rechacé más por mí que por si Spencer me viese bajar de su coche. Tendría a Agatha a escasos centímetros de mí y esta vez mi corazón no iba a poder soportarlo, puesto que mi cerebro y cuerpo dejaron ese barco atrás.

-¿Pero qué dices? Te estamos haciendo un favor. Venga, venga, coincidencias como estas no ocurren a menudo. Aprovecha la situación que se te ofrece.-me quiso convencer. Dirigí una escasa mirada a Agatha y, al percatarme que me observaba con un semblante inexpresivo la retiré rápidamente, notando como mis piernas empezaban a temblar.

-Está bien.-acepté, colocando una de mis temerosas manos sujetabas la puerta del coche.

No sabía si iba a salir viva de todo esto.

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Phoenix.|Tercer Libro.[PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora