Te necesito.Mi padre me necesita. Es un sentimiento contradictorio, porque me molesta que solo sea para su propio beneficio pero deseo que venga y me lo diga, porque yo siempre estaré ahí. A pesar de que sea para salvar su imagen y que solo me visite escasas veces, yo le quiero. Y siento que daría lo que fuese por él.
A veces pienso que soy idiota, que él no se merece que le llame padre, que debería de irme de la casa que él me paga y romper el estúpido trato. Pero entonces, ¿qué me quedaría?
Mi padre es todo lo que tengo y él me da todo lo que necesito. Sin él viviría debajo de un puente y no conservaría mi matricula en una escuela privada.
¿Me da todo lo que necesito?
Sí, porque así funciona nuestra relación. Él me ofrece un hogar con comida, agua y luz, y unos buenos estudios, mientras que yo me ofrezco a él para cualquier trabajo como lo es la cena que tengo mañana.
¿Me da todo lo que necesito?
¿Casa, comida, agua, luz y unos buenos estudios es todo lo que necesito?
¿Una persona puede vivir solo con eso?
No.
No me da todo lo que necesito.
No quiero bienes materiales. No quiero su superficial amor. Quiero que me demuestre que me querría independientemente del lazo padre-hija que nos une. Pero no puedo decírselo, porque no sería una buena hija. Porque él está ocupado. Porque él, a pesar de su apretada agenda, viene a verme. Porque me crió y cumplió mis deseos caprichosos.
Te necesito.
Con esas dos palabras tengo más que suficiente.
Miré un punto fijo de la pared del aula, con los brazos cruzados encima de la mesa y mi barbilla apoyada en esta. No me contuve en soltar un suspiro.
La clase estaba vacía dado que todos los alumnos estaban afuera, disfrutando de su descanso de veinte minutos, mientras que yo había pedido al profesor de música si podía quedarme ya que no me veía con fuerzas ni de levantarme. Este, más bien por pena que por otra cosa, aceptó y se fue de la sala sin más. Agradecí que no fuese un maestro que te obligaba a salir, diciéndote que hacía un día estupendo y recalcando que los jóvenes como yo no deberíamos de estar dentro de una sala tanto tiempo, que deberíamos de aprovechar los descansos para que nos diese el sol en la cara y estirar las piernas. Esos eran los más molestos y, por desgracia, la mayoría eran así.
Escondí el rostro en el hueco que formaban mis brazos al estar doblados y cerré los ojos. Por alguna extraña razón estaba agotada a pesar de haber podido dormir mejor gracias a la ropa de Agatha. Eso me recordaba que había traído sus prendas-lavadas-en una bolsa, con la esperanza de volver a verle y dejar de sentirme culpable.
-¿Está el asiento libre?
Alcé la vista poco a poco, sin dejar de creerme que la voz que jamás pensé que volvería a escuchar, me estaba dirigiendo la palabra.
-¿S-spencer...?-el chasqueó la lengua y miró hacia un lado, con el ceño fruncido.
-Te he dicho que me llames Spen, Nix.-asentí con la cabeza y, debido a que quería estar en buenos términos con él, le dejé pasar el apodo. Sin esperar una respuesta, se sentó en la silla de la mesa de delante, del revés. Me miró por unos instantes. Su cabellera rubia había crecido unos centímetros y por alguna extraña razón sentía que no le había visto en años. Todo él parecía haber cambiado. Aunque era solo mi imaginación. Porque Spencer seguía siendo Spencer y era raro que en estas tres semanas sin hablarnos hubiese crecido.
ESTÁS LEYENDO
Phoenix.|Tercer Libro.[PAUSADA]
Novela Juvenil❝-Dime, Nix. ¿Hasta cuanto podrás soportar?❞ [No hace falta leer las dos anteriores historias para entender esta] [Tercer y último libro de la trilogía Ellas] [Superfrikichics portadas hechas por @FindingA_]