Nada.

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Scarlet.

Sentí un profundo vacío como si estuviera cayendo por un abismo que nunca terminaría, mi mente al igual que mi cuerpo y el lugar donde estaba eran negros, tan oscuros que tienes la sensación de haber perdido la vista, como cuando apagas la luz de tu habitación e intentas abrir los ojos lo más que puedes pero al final no logras ver nada más que un pozo de oscuridad y silencio. No me preocupé en lo que pasaría, no porque no quisiera saber lo que iba a acontecer sino porque mi mente estaba desconectada. ¿Así era la muerte? ¿Estaba muriendo? ¿Y la luz? ¿Y la tranquilidad? Intenté quedarme despierta, si pierdo la conciencia no sé qué puede pasar, estoy suspendida en el aire, en un aire que no existe, no hay nada debajo pero tampoco hay algo encima, ni a los lados, esto... Realmente es el vacío. Me dormí, si es que podía hacerlo.

Un hormigueo empezó a pasar por todo mi cuerpo, como si éste se hubiera dormido, si de por sí tener una mano dormida se siente mal, tener el cuerpo dormido es peor, abrí los ojos por la incomodidad, seguía sin ver nada, acostada sobre la nada, cayendo hacia... la nada.

Intenté cambiar de posición, intente mover las manos, las piernas, era como si estuviera atada, no podía cambiar de posición, gire la cabeza a la izquierda porque tuve miedo del pequeño impacto de viento que sentí que venía desde el lado derecho. Me dejé invadir por el sentimiento de miedo que quitó el cosquilleo, y quise cerrar mis ojos con más fuerza como si eso sirviera para desaparecer, para que mi alma desapareciera. Pero, cerrarlos con fuerza era igual a tenerlos abiertos en ese lugar, si es que era un lugar.

Entrando en desesperación por las cadenas invisibles sobre mis manos y pies, quise gritar, para mi sorpresa fue un grito que se ahogo, que jamás fue escuchado, ni siquiera por mi misma. Dejando la lucha a un lado, volví a quedar en aquel estado neutro, hasta que escuche que algo caminaba hacia mi, pero no lograba descifrar de donde venía el sonido de aquel movimiento. Mirando hacia mi izquierda vi la sombra de una puerta que se abre en medio de la oscuridad, sin el coraje para voltear, vi también la sombra de una mujer que entraba y caminaba hacia donde yo estaba sin poder escapar, por fin fui capaz de voltear la cabeza y ver que o quien venía hacía mi. Si, una mujer, pero en la oscuridad no podía ver como era, solo su sombra, llevaba un libro, grande, se detuvo a mitad del camino y dio media vuelta hacia la puerta, por la luz blanca que entraba desde allí, vi que el libro era rojo, y que ella no era una mujer, era la sombra desfigurada, tétrica y horrorosa de una. La imagen me estremeció y me obligó a cerrar los ojos, pero aún con los ojos cerrados seguía viéndola, de la misma manera, ella estiró sus brazos como si hubiera una línea invisible que no la dejará seguir, mostrándome su libro, como si quisiera que yo lo cogiera, pero estaba atada, no pude hacer nada, nada mas que mirarla, y se que mi mirada le gritaba que fuera quien fuera por favor, me ayudara. De pronto sentí un jalón hacia algún lado, pero este no tuvo impacto, en aquel momento me sentí más observada y analizada que nunca, a pesar de que allí no había nada más que la sombra horrible de algún demonio y yo, escuché un susurro y quise concentrarme en saber de donde venía, la mujer no se movía, había quedado quieta en la posición de darme el libro, como una estatua. "Scarlet" escuchaba como si ese alguien que me estuviera llamando estuviera una dimensión lejos de mi. "Se llama Scarlet Green" decían. Pude respirar, no me había dado cuenta de que no respiraba hasta que sentí el oxígeno correr por mi cuerpo de nuevo, hasta que no lo necesitas no te das cuenta de que no está ahí. En unos segundos mi ambiente cambió, ahora sentía vida, sentía un cuerpo, y la luz ahora provenía de arriba, la mujer, la puerta y el vacío ya no estaban, sentí un golpecito en la espalda que me hizo dar cuenta que estaba acostada sobre algo, y que las cadenas eran reales, estaba atada a una camilla de hospital.

-Hija, despierta, cariño... Sé que me escuchas.

"Dos huesos rotos, cuatro costillas astilladas y una de estas casi perfora un pulmón, fuera de esto esta bien, y tendrá que permanecer en cama tres meses. ¿Podemos proseguir a la sala de operación?" Dijo una voz gruesa de unos 45 años. Y fue suficiente para que me despertará de golpe.

-¡Scar! Despertaste. ¿Cómo estás? Dijo Karen levantándose de una silla de plástico al lado de mi camilla y tomando mi mano con ternura. No tuve tiempo de responder, ni decir una palabra, sentí el beso de mi madre en la frente y que ambas tomaban mis manos dándome animo y sus fuerzas, luego la camilla se movió, me alejaban de lo que más amaba y estaba tan débil que no podía moverme ni un poco más, una luz blanca, unos cuantos sermones, palabras técnicas, música clásica, un aire extraño y lo que para mi era muy común es esos días... oscuridad y silencio que me llenaban poco a poco, de nuevo.

La Joven Del Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora