1, 2, 3 Despierta...

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Scarlet.

Eran las 2:30 am y como de costumbre me quedaba despierta hasta que ya no podía mantener los ojos abiertos, dejé "Hielo Negro" (Libro que estaba leyendo) al lado y me quité los audífonos, miré el techo con la mente en blanco por varios segundos, mis ojos se fueron cerrando poco a poco, tenía la intención de ir por un café y seguir leyendo toda la noche, en la mañana tenía examen de política, pero me las arreglaría después.

-Joder, me dormí.

Estaba tan cansada, ah.
Para evitar dormirme de nuevo me levanté de un salto y enseguida se movió todo a mi alrededor, me repuse poniendo una mano en la puerta y caminé rápido hacia la cocina, hacía un frío tal que hace tiritar, me abracé y en un bostezo esperé a que mi café estuviera listo, sentí un soplo de viento sobre mi rostro, no era normal, supuse que había una ventana abierta.

-Mierda, ¡Los zancudos van a tragarme!-pensé. 

Corrí hacía la sala y revisé cada una de las ventanas, nada estaba abierto.

 -qué raro... ¿Por qué tendré tanto frío? Seguro es el cansancio

Me llamó la atención una luz roja que provenía de la calle, me arrodillé en el sofá y abrí la cortina, para mi sorpresa todo estaba oscuro como de costumbre, no había nadie pasando por allí, y además de los faroles con luz naranja, no había nada más, decidí no darle importancia.

-¡El café, joder!-Susurré. 

Salté del sofá y en cinco pasos llegué a la cocina, por suerte el café no se había regado, bueno, el café no estaba.

-Espera, ¿Qué? Juro que puse el café, estaba a punto de servirlo, aquí estaba. Está bien, creo que estoy loca, lo pondré de nuevo-

Tomé el celular y le escribí a Karen, mi mejor amiga. "Vida, ¿Ponemos Cam? Mañana te ayudo con las respuestas de política, pero ahora solo acompáñame ¿Si?", pero Karen ya estaba dormida, así que la noche se reduciría a libros, café y un insomnio forzado, no quería dormir, era de esas noches frías y aterradoras donde sientes el olor de la muerte y el azufre en el aire, hay culpa en el aire, aunque no hayas hecho nada, incomodidad, sin saber qué hacer... Pero con el miedo de morir mientras duermes, así que mejor te distraes, nadie con quien hablar, solo sumergirte en la oscuridad de una noche que parece sin final.

-Despierta-Susurró. 

Escuché un murmullo en mi oído y sentí un aliento frío en mi mejilla, me sentí ansiosa y paralizada al saber que todos estaban dormidos, los vellos de mis brazos se erizaron y sentí ganas de vomitar, yo estaba despierta y había escuchado que alguien/algo me pedía despertar. ¿Será algún efecto del no dormir? La respuesta a 'todo' es que no duermo, quizá sea cierto.

- 1, 2, 3... Alguien murmuró.

-¿Karen? No seas idiota, sal de ahí, no me asustes.

Karen vive en el apartamento del lado y cuando teníamos 7 años obligamos a nuestros padres a crear un atajo "secreto", que comunicará nuestros hogares, lo cual era posible porque vivíamos en el primer nivel de un edificio viejo construido sobre un colegio de monjas que habían derrumbado después del suicidio de "Milan Hard" una estudiante de 15 años que tras sufrir episodios esquizofrénicos, depresión y autolesión se quitó la vida en el aula principal de la institución. El edificio es bonito, solo que un poco desgastado, pero así son la mayoría de lugares aquí en Pensilvania, mi padre murió dos años después de crear nuestro atajo secreto, pero aún después de años seguíamos usándolo aunque recordara una herida que jamás sería sanada, era divertido estar allí y a veces Karen aparecía de la nada atravesando el pasadizo y viceversa, pero comúnmente yo soy la de las bromas, quizá era una venganza, solía pasar a la habitación de Kar y susurrar "Yo soy Milan Hard, y vengo a llevarte al infierno" la asustaba terriblemente y luego la consolaba con un abrazo pidiéndole que no le dijera a sus padres, ni a la mía.

-Despierta.

-Carajo Karen, sal de ahí y veamos una película, pensé que ya estabas dormida.

Ví la sombra de una mujer con cabello largo y contextura delgada al lado de la cortina, al lado del pasadizo, pero Karen tiene el cabello corto y no es tan alta.

-Vaya vaya, qué graciosa eres, hasta peluca y los tacones de doña Marly te pones para venir a asustarme un rato. ¿Qué película quieres que veamos? Para poner más ambiente tengo "Jessabell" que me dijeron que es súper buena, de terror.- Intenté hablar de más como si mi voz me hiciera sentir menos esa "soledad" angustiante. 

Pero Kar no respondía, no puedo negar que no estaba segura de si era mi amiga, además el ambiente era realmente agonizante, si esto era una broma definitivamente debía vengarme de la peor manera, pero... ¿y si no lo era? Decidí acercarme hacía la figura que estaba al lado de la cortina, estaba siendo tétrica al caminar tan lento como si buscara que no me viera o como si buscara calmar la furia de un animal salvaje, si hubiera sido Kar ya estaría muerta de risa, no aguanta mucho con eso de las bromas, la figura no se movía y al notar eso, decidí frenar, esa no era Karen, y entre más me acercaba más intentaba convencerme de que era una alucinación. "Estas cosas no pueden hacerme daño, están muertas, pero yo estoy viva" eso pensé y en un momento de rebeldía más que de valentía, saqué con fuerza y torpeza mi mano hacía la figura, con la esperanza de no tocar nada y poder salir corriendo a mi habitación. Pero, también estaba la posibilidad de tocar a la cosa esa que estaba ahí y morirme de un paro cardíaco, o que ella, él o lo que fuera me matará.

-1, 2, 3... ¿Así que quieres jugar?- Era la voz de una mujer seria y madura. 

-Maldita sea-Susurré casi sin aire en mis pulmones.

Mis reflejos me obligaron a correr hacía mi habitación, quería encerrarme allí, o llamar a mi madre, no me creería, pero, podría dormir con ella, quería desaparecer. El miedo se tragaba mi oxígeno y no quería soltarme, temblaba y mis piernas no me permitían reaccionar como en los casos hipotéticos que solía imaginar. Pero sentía curiosidad acerca de lo que había visto y a la vez, no quería ni por un segundo volver a sentir la presencia amarga detrás de mi. Así que volteé, y encontré a aquél espectro. Ahora, violento, con los ojos ardiendo en odio. Ahora, él, ella, eso, estaba suspendido en el aire, ponía sus manos, garras, al lado de sus mejillas y me miraba como si yo fuera inferior, claramente, lo era... Quise gritar, maldecir, llorar, tener la reacción divertida que es situaciones imaginarias inventé. Ese era el momento, y ya no habían planes. Mi corazón latía  rápido y mi cerebro le gritaba a mis piernas que corrieran... pero ellas parecían no escuchar, no respondían...

 me matarían.

-1, 2, 3... 

-¡A diferencia tuya yo mando mis piernas! eres débil y una estúpida, te aterras al verme, porque estas cegada, no me conoces... Y eres terca, te pareces a ellos, pero no lo eres... ¡No eres lo que piensas! Y te dije que despertaras maldita sea, ¿Acaso no es escuchas?- Su voz se convirtió en un eco que se repetía como si no fuera real dentro de mi cabeza, como si estuviera mal editada por una aplicación barata. 

-Daitya, Daitya, Daitya.- Repetía una y otras vez esa indeseable palabra que yo no entendía. 

Me sentí la cosa más insignificante después de esto, era como un estadio completo de personas que me señalan y repetían lo mismo una y otra vez "Daitya" y luego me insultaban, quería que se callaran, eso estaban matándome, sentí la pared a mis espaldas, sentí seguridad por un momento, cubrí mis oidos con ambas manos, como si eso fuera a salvarme... intentando callar esos horribles gritos, me deslicé hacía abajo, doblando mis rodillas... al estar en el suelo, abracé mis piernas, estaba encerrada en mi misma, no encontraba salida, una lágrima ahogada salió de mi ojo, me sentí aún más humillada.

-Que sensible eres, por lo menos grita, háblame, sácame de tu casa ¿No? así son todos.-Tenía ese tono burlón que me hizo desear matarla, como si fuera posible. 

Me estaba ahogando, literalmente, no sentía oxígeno dentro de mi, levanté mi rostro en busca de aire, de poder gritar y sentí como sus manos me tomaban del cuello, primero con delicadeza y seguido un jalón que en cuestión de segundos me golpeó contra la ventana, luego hacía la pared, luego el techo, el suelo, y una y otra vez lo mismo, mi cabeza explotaría en cualquier momento, vomitaría sangre, me ahogaría conmigo misma, mis costillas tronaban, no tenía control sobre mis brazos, mi vista se nubló, ya no sentía nada, el dolor se había acabado, mis ojos se cerraban poco a poco de nuevo, tomé un último respiro, el que había estado deseando los minutos anteriores y me sumergí en una profunda oscuridad.

La Joven Del Libro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora