Capítulo 1: "Un día como cualquier otro"

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Julian.

6:00a.m.
*Suena el despertador*

Me despierto de mal humor como siempre y apago el irritante aparato que interrumpe mi sueño. Es lunes y debo ir a la escuela de cocina, pero sin embargo me quedo tirado en la cama deseando que el tiempo se detenga para seguir durmiendo, cinco perfectos segundos hasta que entra mi madre a ver si estoy despierto.

—Joder —Pongo una almohada en mi cara cuando ella enciende la luz.

—Julian, hijo, vas a llegar tarde, ya levántate.

—Cinco minutos más, mamá —Le suplico medio dormido.

—¿Quieres restarle esos cinco minutos a tu look? —Pregunta burlándose— Si te tardas más que yo en mis años cuando salía con tu padre —Se ríe—. Vamos, ya levántate, te espero para desayunar.

Me quejo pero me levanto. Lo que hace que esto valga la pena es que voy a estudiar para lo que quiero ser, voy a hacer lo que me gusta, cocinar. Si, suena muy de niña... pero ¿quien dice que los hombres no pueden cocinar? Nadie. Y es lo que amo, es mi sueño llegar a ser un gran chef, tener una cadena de restaurantes, que mi nombre suene entre los grandes de la alta cocina. Es un camino largo y algo difícil, pero tengo el apoyo de mi familia y la suficiente confianza en mi mismo como para no abandonarlo y lograr mi objetivo.

Paso mis manos por mi cara y vuelvo a la realidad. Me ducho, me visto y luego voy abajo a comer con mis padres.

Hago una cara graciosa con mi desayuno como siempre hacía de niño, desde la primera vez que mi mamá hizo una para mí. Se la muestro y ella ríe.

—Gracias por el desayuno —Le digo a mamá terminando de comer— ¿Que sería de mi sin tus comidas?

—Pues, probablemente no te pasaría nada, por algo eres chef.

—Aún no, mamá.

—Para mí ya lo eres — Dice y besa mi mejilla.

—Eso significa que desde ahora vas a cocinar tú —Dice papá bromeando y me río.

—Nada de eso, las comidas de mamá son las mejores.

—Gracias, hijo. Pero no te salvas, deberías empezar a cocinarnos mas seguido.

—Si —Dice papá con la boca llena—, te pagamos la escuela ¿y no nos agradeces?

—¿Un gracias no te basta?

—No, no. Quiero que hagas una súper barbacoa solo para tu padre —Dice y mamá se aclara la garganta—. Bueno, bien, para tus padres.

—Mucho mejor —Dice mamá. Yo río.

—Esta bien, les haré una barbacoa estos días, ¿vale?

—Perfecto, trato hecho —Dice papá.

—Fue un placer hacer negocios con ustedes —Me levanto y lavo mi plato.

—Bueno, ya vete, llegaras tarde a clases —Dice mamá.

—¿Me corres de mi propia casa?

—Algún día te iras sin que tenga que echarte.

—No, me quedare en casa con mi mami —Suelta una carcajada.

—Lo mismo decía yo, luego la conocí a ella —Dice papa señalándola—, hasta que llegaste tu y fue cuando quise volver a casa con mi mami.

—Ja, ja, muy gracioso, papá.

—No es cierto, sabes que eres mi hijo favorito.

—Soy tu único hijo.

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