Hacia

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Caminé con él hacía un lugar desconocido. Estábamos dentro del castillo, sin embargo no tenía idea de a donde me estaba dirigiendo.

Al escuchar un crujido, él, que iba unos pasos adelante, me tomó del brazo y miró hacia todas partes. Por un momento me sentí cansada. Mi vestido era liviano, sin embargo, la capa negra de repente me pesó mucho.

Seguimos caminando hacia la nada -o eso creía yo-, hasta que nos adentramos en un pasillo ya conocido. Era el de la habitación de mis padres. Pensé que ese no era nuestro destino, sin embargo, él abrió la puerta, y me hizo pasar. Mi madre estaba dentro con las doncellas. Se encontraba sentada en un pequeño sillón, tenía los brazos a los lados de la silla, y miraba hacia abajo. Las otras la atendían: le limpiaban el sudor de la frente con un paño, le tomaban la mano, incluso una le cepillaba el cabello. Sin embargo mi madre parecía ausente.

Algunas doncellas repararon en mi presencia. Muchas estaban asombradas, pues jamás me habían visto. Sin embargo, no estoy muy segura de que supiesen que se trataba de mi.

-M-Mi re-eina.- Miré a la doncella, pero rápidamente desvié la vista hacia mi madre.

Ella se levantó y corrió hacia mi. Me abrazó lo mas fuerte que pudo, como si no se acordara que tengo poderes. Como si no se acordara que puedo matarla. Como si yo fuera normal. Como si yo fuera Anna.

-¿Dónde estabas? ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? -Estuve a punto de contestar. Estuve...- Gracias Jack.

Lo miré completamente confundida. Él se encogió de hombros y asintió con la cabeza. Lo fulminé con la mirada. ¿Mi madre sabe quien es?

-¿Lo conoces?- Yo estaba furiosa, y confundida. Mi madre balbuceó. Le temblaba el labio inferior.
-S-si. Él es tu guardián. Nosotros le hablamos de ti.
-¿De qué estás hablando? ¿Todo este tiempo sabias que él estaba ahí? ¡¿No pudiste decirme?!
-Elsa, tranquila. Amor, yo...
-¡Estuve cinco años creyendo que les mentía a ustedes! ¡Cinco años sin saber nada!
-Elsa detente.- Habló él. Sonreí sarcástica.
-Cierto, debería de hacerte caso, ¿no? -Me acerqué lentamente a él, mientras el retrocedía.- A fin de cuentas, ¡eres un mentiroso!
-¡Elsa basta! -El lanzó aire con sus manos. Parecía como una tormenta de nieve. Una que apenas duró un segundo, pero fue suficiente para tranquilizarme.
-Cariño, ellos te están buscando.- Su mano reposó en mi hombro, a modo de consolación.
-¿Que puedo hacer? -Dije rindiéndome.
-Necesitas irte, Elsa. Tienes que venir con migo. Irás en donde están los guardianes.- Dijo él.
-¿Cuando me voy?
-Mañana mismo.
Mi madre se inclinó hacia mi, y comenzó a llorar.

Elsa y Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora