Prólogo

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El verano se estaba aproximando, tenía tantas ansias de que llegue ya para poder ir a la playa, tener vacaciones, sin colegio, disfrutar, y también, si es que quería, visitar a mi padre. Él no estaba presente en nuestras vidas, además, vivía en Argentina, o sea, no lo veíamos nunca.
Él nos abandonó cuando éramos pequeñas por otra mujer.
Emma, mi hermana, era la típica chica que quería sobresalir de todo el mundo, ella era más que el resto, siempre. Ella tenía siempre lo mejor, era la más popular en el colegio, incluso, se reían de mí por ese motivo, porque yo no era cómo ella.

Este último tiempo, según lo que ella decía, tenía novio, pero no sé, aún con madre aún no lo conocíamos, es más, ya varias veces nos había mentido con cosas así, entonces no sabíamos si creerle mucho o no.

Ella ya era grande, sabía lo que hacer con sus dieciocho años, aunque, para esa edad, era un poco chiquilina aún. Emma era algo cansadora hablando todo el tiempo de él, de un tal Ethan, su... "Novio".

—¡Anna, mi novio me envió un mensaje! —gritó Emma, escandalosamente.

—¡Me alegro! —respondí simpática, o al menos lo intenté.

Ella seguía diciéndome cosas de ese mensaje, y yo... Intentando ser buena hermana, la escuché, pero era insoportable, incluso me quitaba las ganas de tener un novio, ¿eso se sentía al tener uno?
En la noche, cuando mi mamá regresó del trabajo, ella nos hizo sentar en la mesa a las tres juntas, como una reunión, algo así, estaba loca.

—Mañana vendrá mi novio a comer, así que estén presentables.

¿Presentables? ¿A qué se refería?
Mi madre rió y aceptó, ella ya estaba tan acostumbrada a la forma de ser de Emma. Estaba todo bien, además queríamos conocer a ese tal Ethan.
Seguimos escuchando las tonterías que Emma decía y las órdenes que nos ponía para el día siguiente.

—Necesito que haya una comida especial, que se alisten bien, que este todo organizado.

¿Estaba organizando una fiesta? Parecía que le avergonzábamos, la verdad.
Me levanté de la mesa sin decir nada, fui a mi habitación, busqué algo de ropa para ir a tomar una refrescante ducha, que la estaba deseando ya, hacía mucho calor. Al acabar, me alisté y me recosté en mi cama, me puse mis auriculares.

—¡Anna! —gritó Emma, entrando desaforadamente a mi habitación.

—¿¡Qué quieres!? —grité.

—Ethan me envió un mensaje, ¡mira mira! —dijo infantilmente.

—¡Déjame! —ya me molestaba—. Sólo me hablas para contarme cosas de tu supuesto novio.

Ella se enojó, dramáticamente se fue de mi habitación, cerrando la puerta casi para hacerla giratoria. No le di importancia, mi madre la regañó por eso.

—Siempre la estás defendiendo y mírala, no da ni dos pesos.

—¡Emma, deja de tratar así a tu hermana! —gritó mi madre.

—Si es cierto, por eso nadie la quiere, niña rara.

Mi madre se enfureció. Emma se encerró en su habitación y no cenó. Me sentía mal, tenía razón quizás, no tenía muchas amistades, siempre estaba sola, cómo sapo de otro pozo.
Me quedé mirando un rato mi celular y luego fui a cenar, mi madre había preparado spaghettis.

—No le des importancia a tu hermana, cariño —dijo mi madre.

—Tiene razón.

—No, no la tiene, tu eres así, tu personalidad y tu humildad vale mucho más.

Asentí, intenté creerle. Lavé las cosas y me fui a la cama, quería dormir, ya era tarde.

El novio de mi hermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora