6: El Faro de La Hage

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—Buenos días- Dijo Chantal mirando la tienda la cual lucía mucho más grande por dentro que por fuera. No sabía si era producto de la gran cantidad de objetos que albergaba, pero sentía que aquello era grandioso. Por el tipo de objetos a la venta podría suponerse que se trataba de un anticuario, o una tienda al estilo, mercado de pulgas. Desde afuera la tienda no parecía ser tan grande, sin embargo en su interior era gigante, podría decir perfectamente que eran unas tres casas juntas.

Al adentrarse al local se percató de la ausencia de gente, luego se dijo a sí misma que solo ella podía llegar tan temprano a un negocio de ese tipo, que a su juicio no entendía cómo se mantenía en pie. Era una población pequeña y estaba repleta de objetos que parecían ser valiosos, quién podría comprar todo eso y en cuánto tiempo lo lograría. No obstante, supuso que quizás era un punto de encuentro para turistas y coleccionistas de cosas viejas.

—Buenos días- Repitió está vez adentrándose más en el negocio. Una de sus manos reposaba sobre una vieja cómoda y al quitarla de ahí su palma estaba llena de polvo. Entonces decidió observar con más detalle y fue ahí cuando entendió el nombre del negocio. Parecía un chiste, pero era cierto. Muchos de esos objetos podían ser joyas, pero todas tenían un recubrimiento de polvo que les quitaba brillo y prestancia.

Justo en el centro de la tienda había una escalera de caracol cuyos peldaños estaban pintados de un verde esmeralda, brillante e intenso, parecía que eso era lo único que mantenían en toda la casa, porque incluso el olor a humedad abundaba en toda la estancia. De hecho, la sensación de polvo le generaba piquiña en el cuerpo a Chantal, a quien le gustaba la limpieza en toda su expresión. Sin embargo se sintió atraída por un adorno en particular, uno en forma de camello y recubierto en lo que parecía cuero pintado, el camello tenía una silla de montar y los detalles eran lo que embellecía al objeto. Lo sacó de su estante y como era de esperarse el polvo lo recubria quitándole brillo. En este casó con la manga de su camisa limpió un poco al camello, intentando no dejarlo caer.

-¿Te gusta la figura, niña?— Escuchó decir a una voz muy cerca de ella, de tonalidad ronca y quebradiza.

La pregunta tomó por sorpresa a Chantal quien dio un brinco y casi deja caer la figura al suelo. Al mirar hacia los lados la vio. Se trataba de una anciana sumamente arrugada, parecía pasar de los 100 años y si alguien le preguntaba diría incluso que podría tener hasta 200. Estaba parada en uno de los peldaños de la escalera y se veía muy pequeña. Debía medir 1.45 metros. Era prácticamente una niña con arrugas, arrugas profundas que parecían más bien comerse la piel que se veía sin rastros de lozanía y como un mosaico de lunares y manchas. Llevaba un vestido borgoña de la misma tonalidad que la casa, pero aquella ropa desentonaba con los tiempos. Era como si hubiese salido de un libro de historia de finales de 1800.

—La verdad sí, de don...

-Viene de Marruecos. Tiene alrededor de ochenta años, fue hecha por nativos del sur y usaron cuero sobre madera, la pintaron minuciosamente y esto fue lo que nos dieron ¿Una maravilla no? Y tiene un precio de 100 Euros, pero para ti por ser nueva te lo dejare en 120 ¿Qué te parece?.

Chantal soltó una risa sarcástica. El intento de estafa de la señora la dejó atónita. Dejó el camello en su lugar y antes de que pudiese poder preguntarle por Pascal la señora estaba frente a ella. No sabía cómo a su edad se movía tan rápido, pero la tenía sujeta del brazo y la llevó en volandas hasta el segundo piso.

—Estoy segura que te va a encantar todo lo que hay en mi tienda, niña— La mujer de manos huesudas parecía que le iba a quebrar el brazo y sin poder decirle que no la llevó hasta el segundo piso, pero al llegar a las escaleras se notó la edad. Subía con dificultad, mientras con una mano sujetaba a Chantal, con la otra sujetaba el pasamanos y hacía un enorme esfuerzo para llegar hasta el otro piso, pero la abuela no paraba de hablar sobre su tienda y nuevas adquisiciones.

Rastreadores de Almas y el Faro de OrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora