12: El rastreador de los cristales

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-Adelante. - Se oyó al otro lado de la puerta, y antes de que pudiera dar vuelta al pomo, se escuchó el sonido de engranajes crujiendo y moviéndose, justo en el interior de la puerta para luego abrirla sola.

El olor a velas aromáticas impactó la nariz de Philippe, quien entró a la redondeada oficina. Llena de pedestales, agujeros y muchos nidos que servían de refugio para la incontable cantidad de aves que piaban y aleteaban. Era normal que en aquella oficina flotaran plumas de todos los colores y formas.

-¿Para qué me necesita?- Preguntó Philippe adentrándose en el salón y tomando asiento, lleno de plumas, el cual ignoró.

-Acudo a ti una vez más porque no me queda duda alguna sobre tus capacidades. Sé que quizás no es el momento más idóneo en vista de lo que pasó con tus amigos, pero... debes ir a Yar.

Margoth llevaba el pelo suelto y le daba de comer a su enorme arpía mientras conversaba con Philippe.

-Y qué pasaría si me niego?

_No estás obligado a obedecerme en el caso de que no quieras, pero sabes que tengo confianza en ti. Necesito que indagues en la muerte de Augustus Wallfrei. Hay algo que no me cuadra en todo esto- Margoth soltó a su bestia alada, dejando unos pedazos de hueso sobre un plato de bronce y tomó asiento.

Philippe apretaba las manos sobre el cuero violáceo de la butaca en donde reposaba.

-Entiendes que me siento engañado, estafado. Nos enviaste a buscar a esa chica y terminamos siendo cazados. ¡Pedimos tu llegada y lo hiciste, pero tarde!

-Philippe.

-No, no quiero explicaciones, profesora. Usted, usted nos envió al matadero y aún pudiendo detener a la chica le permite entrar a nuestro mundo. Ella no es como nosotros.

-Tu dolor no es razón suficiente para prohibirle a esa chica desarrollar su derecho a ser una de nosotros, porque ella es una de nosotros. Tú viste ese poder, tú viste esa capacidad para canalizar las almas.

-Una persona tan joven no puede tener esa capacidad de poder. No es normal- Rebatió Philippe con el rostro enrojecido e inclinando su cuerpo cada vez más sobre el escritorio.

-Más allá de lo que tú consideres, Philippe. Esa chica es una de nosotros y ese poder desbordante debe ser canalizado.

-Entonces... ¿Por qué nos enviaste si sabías que era peligroso?

Margoth sujetó su cabello y lo ajustó en una cola de caballo y lo miró a los ojos sin saber qué responder.

-No me correspondía hacer esa misión, pero tampoco podía dejarlo en manos del Senado. Ellos no entenderían, como tampoco entienden ahora la naturaleza de esa chica.

-¿Y tú sí?- Interceptó el comentario de manera tajante.

-Más de lo que te imaginas, Philippe, pero si lo que esperas es una disculpa. No puedo dartela, aunque lamento el desenlace, pero... Son cosas que pasan, como rastreadores estamos expuestos a la muerte y ante todo debemos buscar lograr la luz suprema y evitar que la sombra de Belinor nos aceche y él está cada vez más cerca.

-Eres cruel... y me usaste.

-La misión se completó y ahora necesito nuevamente de ti. Si has llegado a este punto es porque quisiste ser un verdadero rastreador de almas. Puedo entender tu dolor porque en mis años, que son más que los tuyos, la muerte se ha convertido en una especie de amante no deseada con la que yacemos de vez en cuando hasta que ella no se va de nuestra cama. La muerte de tus amigos es parte de ese proceso del rastreador. La muerte a veces te vuelve un mejor rastreador. Te sensibiliza.

Rastreadores de Almas y el Faro de OrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora