Me despierto por culpa del rayo de sol que entra por la ventana de mi habitación y me da directamente en la cara. Recordaba perfectamente haber cerrado esa persiana la noche anterior, justo después de que Jesús me despidiera en la puerta de mi casa con un beso. Sonrío al pensar en él. Me levanto, me ducho, me visto, desayuno y... bueno, hago todas las cosas que hace una persona normal por la mañana.
Recibo un mensaje de Jesús.
Jesús: Buenos días, princesa. En 10 minutos donde siempre, no tardes. Te quiero.
Sonrío como una tonta. Y esque aunque llevemos 5 meses saliendo, Jesús sigue haciéndome sonreír como el primer día.
*Flashback*
-Hola. ¿Eres ___ ,verdad?
-Sí. ¿Y tú eres...?
-Jesús, Jesús Oviedo, encantado-dijo cogiendo mi mano derecha y depositando un suave beso sobre ella.
-Igualmente-dije sonriendo- Por cierto, ¿cómo sabes mi nombre?
-Nuestras madres son amigas. Nos acabamos de mudar aquí.
Yo asentí.
-Me ha dicho tu madre que te lleve a mi casa, ella también esta allí.
-¿Cómo sé que puedo fiarme de tí? Al fin y al cabo, eres un desconocido- dije sonriendo.
-No, ya no soy un desconocido. Sabes mi nombre y yo sé el tuyo. ¿No te vale con eso?
No me dejó responder y me cogió de la mano.
-Tranquila, no está muy lejos- dijo mirándome.
Ambos sonreímos.
*Fin Flashback*
Al terminar de arreglarme, bajo corriendo las escaleras y me dirijo hacia la puerta.
-Hey, ¿a dónde crees que vas?-dice mi hermano saliendo de la cocina con un croissant en la mano.-¿Es que no vas a darme un beso de buenos días o qué?
Yo suspiro y me acerco para darle un beso en la mejilla, no sin antes darle un buen mordisco a su croissant.
Mi hermano se llama Mario, y tiene 18 años, tres más que yo. Nos llevamos bastante bien, a decir verdad, auque tenemos nuestras peleíllas, como todos los hermanos, pero nada que no se pueda arreglar con un buen abrazo.
Bueno, a lo que íbamos, tras salir de casa, me encamino hacia donde Jesús me había dicho, a nuestro sitio. Es una casita del árbol, que él me enseñó unos meses después de conocernos.
*Flashback*
Llegamos a un parque y Jesús señaló hacia arriba.
Desvié mi mirada hacia donde él indicaba. Había un árbol, y encima de ese árbol había una casa. Una casa del árbol.
-¿La has construido tú?-pregunté asombrada.
-Dani y yo-sonreí.-¿Quieres subir?
Asentí. Había unas escaleras, por las que subimos hasta la pequeña casa. Me asomé.
-Hacía años que no venía aquí-dice Jesús, observando cada rincón de aquella pequeña casita.
Nos sentamos en el suelo, junto a una pequeña caja.
-¿Qué hay en esa caja?-pregunté.
Jesús sonrió y pude ver cómo le brillaban los ojos. La cogió y la puso encima de sus piernas. La abrió despacio, como si tuviera miedo de recordar lo que había en esa caja. Al abrirla pudimos descubrir lo que había dentro. Jesús cogió un juguete de la caja y le dio vueltas en sus manos.
-Este juguete me lo regaló mi abuelo cuando cumplí ocho años- explicó. Era un tren de madera, con 3 vagones.- Me dijo que dentro estaría toda la gente importante en mi vida. Y que él conduciría ese tren para que todo el mundo estuviera a salvo. Y aunque mi abuelo ya no esté aquí, sé que sigue conduciendo este tren por mí- dijo Jesús con los ojos llorosos.
Yo le acaricié la mejilla.
-Y dime, ¿yo estoy en ese tren?-dije sonriendo con compasión.
-Estás en él desde el día que te conocí, y por favor... no te bajes nunca-pidió mirándome a los ojos.
-No lo haré- dije apoyando mi cabeza en su hombro.
Y nos quedamos un momento así, sonriendo, en silencio. Jesús decidió sacar otra cosa de la caja. Pero esta vez no era ningún juguete. Era una foto. En ella estaban Dani y él de pequeños, sonrientes, pasando los brazos por los hombros del otro.
-Esta foto nos la hicimos en casa de mí tío, en Utrera. Recuerdo que ese día decidimos construir un palacio con cojines, colchones, mantas y todo lo que encontráramos por el camino. Pero nuestra madre nos pilló arrastrando un colchón por el pasillo y nos hizo recoger todo. Aún así, nos lo habíamos pasado genial, y nuestra madre, al vernos tan felices, decidió hacernos una foto.
-Sois de lo que no hay-reí.-¿Y oye, por qué me has traído aquí?-dije sonriendo.
Él se quedó callado, sonriendo.
-Porque merece la pena revivir esos momentos con alguien como tú.
*Fin Flashback*
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Por qué me enamoré de ti{Gemeliers}
FanfictionÉramos como norte y sur, como tierra y mar, como blanco y negro. Pero aún así, éramos inseparables. Porque en el norte también puede haber sur, porque en el mar también hay tierra y porque el blanco y el negro pueden formar gris. [Queda prohíbido t...