Capítulo 9

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-Eso es.... Así.... Muy bien -me anima.

Estoy montada en Dream intentando no caerme, aunque ya le he cogido el tranquillo. Busco mi punto de gravedad encima del caballo. Cuando lo encuentro comienzo a moverme con la armonía del animal. Rio alegremente cuando comienzo a sentirme parte de mi corcel, no es un caballo y su amazona, somos un solo ser, unidos por una conexión natural, a la vez que extraña y gratificante.

El invierno es muy duro y Bruno y yo aprovechamos los días que hace sol para montar y hacer la vida de fuera. Sin embargo los días en los que hay tempestades, nos quedamos dentro de la casa, mirando las llamas del fuego que sobreviven gracias a unos trozos de leña que recogimos en verano. Nos quedamos sentados en el blanco sofá, acurrucados el uno con el otro, intentando guardar el calor. Estoy a gusto con él, sus palabras de tranquilidad, de paz... todo él me enamora cada día más. Ojalá no acabara nunca.

-¿Esto durará para siempre, digo, nuestra amistad? -le pregunto a Bruno, mientras me recoloco en el sofá, intentado buscar la mejor posición.

-Nada, absolutamente nada, dura para siempre.

-¿Y tienes miedo a que termine? -le miro, asustada.

-Cuando termine, será porque habremos querido que termine ¿tú?

-La verdad es que sí. No me imagino la vida sin ti.

-Nadie es eterno, Zinnia. No puedes depender de nadie. Necesitamos estar con gente, de alguna manera, pero no pender de nadie.

-¿Por qué?

-Porque puede que la persona se vaya.

Reflexiono en silencio las escasas palabras que hemos mantenido. Puede que tenga razón, pero la verdad es que no me imagino los días sin él. Me sentiría perdida en este mundo. Él es el que me ha ayudado a encontrarme, más o menos. Le necesito.

Los pocos pájaros que salen en invierno decoran el ambiente con su hermoso canto, que, aunque haga frío, mantiene un entorno agradable. Estoy en el jardín, intentando buscar algo con lo que entretenerme. La temperatura es baja y la atmósfera seca. Estoy sentada en la hierba mojada por las gotas del rocío que se deshicieron por la mañana. Miro al horizonte, entre la arboleda que se dibuja delante de mí. Observo fijamente y descubro una pequeña luz que brilla tímidamente entre los troncos. Me levanto, curiosa por saber que esconde aquel diminuto resplandor. Mis piernas se mueven solas y camino lentamente al interior del bosque de pinos. Cada paso que doy la luz va tomando forma. La silueta de una casa me para en seco. Entrecierro los ojos para poder descubrir más. Veo que la luz es de un pequeño farol que está colgado de un gran tornillo que salía de la pared que había al lado de la puerta principal. De pronto noto una mano fría en mi muñeca y la otra en mi boca. Al momento me tiene inmovilizada. Forcejeo con todas mis fuerzas pero la persona es demasiado fuerte para mí. Noto como el gélido aliento de mi depredador me envuelve y me deja inconsciente, algo tiene que me queda en ese estado. No parece humano. Siento como me arrastra por el bosque y veo como los copos de nieve van cayendo lentamente desde el cielo. No me resisto, no puedo. Mi mente no está clara y no consigo pensar con claridad. Solo observo como las cosas pasan ante mí. El hombre que me lleva es un hombre mayor, de unos cincuenta años, bastante fuerte y con aparentes arrugas que le hacen parecer mucho más viejo. No respira por la nariz y ese halo que sale de su boca, sigue siendo frío e inhumano. Tengo miedo y estoy asustada. Todo lo que puedo pensar es cómo escaparme, pero no tengo fuerzas ni para gritar. Veo como nos acercamos cada vez más a la casa que había visto minutos o incluso horas atrás. La silueta que había admirado se vuelve más clara y definida. Es una casa de piedra, con un techo de madera y con una chimenea de la que sale humo. Parece acogedora, o por lo menos por fuera. Antes de entrar algo ocurre. De pronto me caigo al suelo, me ha soltado mi portador. Me hago mucho daño en la espalda y un dolor intenso corre por mi columna, aunque estoy tan sedada que no me cuesta mucho reprimir el dolor. Observo como el hombre que me llevaba empieza a pelear con otro; uno mucho más joven y apuesto, tan perfecto que él tampoco parece humano. Tienen una gran similitud y su estatura es parecida. El joven le pega cuatro puñetazos al mayor, dejándolo en el suelo medio inconsciente. Le dice un montón de cosas que no logro comprender bien, solo una palabra consigo entender "papá". Ahora entra el miedo, cuando el joven se acerca a mí. Me recoge del suelo con cuidado. Le miro la cara, está sangrando y tiene el labio superior amoratado. Le rodeo con los brazos el cuello, intentando sentirme a salvo. Meto la cabeza entre mis brazos y dejo que su hipnotizador aroma me ayude a salir del trance que me tiene atrapada en este sueño despierto. Caminamos despacio, sin miedo a lo que ha pasado, intentando aclarar la cabeza. Cierro los ojos, acostumbrándome al frío roce de la nieve en mi cara y el suave movimiento de Bruno.

La Chica sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora