Capítulo 8

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Ahora sí que parecía invierno, los campos nevados y los pocos cantos de los pájaros. El corto recorrido del sol y la baja temperatura. Los días eran duros, el establo era frío y había que ponerles una estufa a los animales. No podía salir con Dream y no me había bastado haber salido a cabalgar hace una semana después de mi recuperación de la espalda. No había hablado con Bruno de nada relacionado con la mujer tan misteriosa que se había ido hace unas horas. La despedida había sido muy vomitiva. Un morreo bien dado y varias veces las manos del joven se iban para donde no debían. La escena me hizo tener arcadas y me fui al establo para recuperarme. Había observado como el blanco coche de la señora desaparecía entre las colinas mientras yo rezaba para que no regresara nunca más. Había medio superado el plantón de Bruno y el engaño que me causó. Ya me había decidido no volver a hablarle para nada que no fuese de divina necesidad. Pensé e idealicé la posibilidad de escabullirme, pero las descarté rápidamente ya que era invierno y no tenía a dónde ir. Podía seguir el camino hasta el pueblo, pero no tenía ni idea de cuánto tiempo tardaría y cuanto de provisiones me tendría que llevar. A demás necesitaba seguridad visto que un hombre me buscaba. Era todo muy complicado para armarse un lio innecesario en la cabeza. Preferí dejarlo como estaba.

Estábamos callados intentando meternos en nuestros propios asuntos. Notaba con Bruno me miraba cada cierto tiempo haciéndome ojitos, a los que yo ignoraba. Puso el tenedor encima del plato y me observó durante un buen rato. Intenté mantenerme firme pero al cabo de un rato me sentía intimidada.

-¿Por qué no me hablas? ¿Qué he hecho? –me pregunta.

Sigo erguida, firme, no quiero hablar con él, no quiero explotar. Necesito concentrarme.

-Es por Rosa ¿verdad? -asiento sin mirarle-. Pero ¿qué te ha hecho ella?

-No es lo que me ha hecho ella, es lo que has hecho tú –salto de la silla acusándole con el dedo índice.

-Y ¿qué demonios he hecho yo? –ruega él también alzándose de su asiento.

-Mentirme –le grito.

-¿Qué te he mentido? ¿Cuándo?

-¡Cuando me dijiste que me querías! –le chillo.

-¡Es verdad!

-Pero si tienes esposa, es a ella a quien quieres –digo mientras salgo de la cocina, no aguantaba más la conversación.

Decir que no me mentía y haber visto lo que había visto, eso me dolía más que si me decía la verdad. Buscaba algún lugar para refugiarme. Pensé en el establo, por lo menos allí tenía a un verdadero amigo. Cuando llegue me metí en la cuadra de mi caballo y lloré, acurrucada en una esquina intentando mantener calor. Mi corcel se acercó a mí y a diferencia de Bruno, estuvo con migo todo el tiempo que estuve allí. El cuerpo del animal me mantenía en calor y de algún modo me sentía avergonzada cuando lloraba delante de él, asique no lo hice. Pasaron las horas y poco a poco la noche se iba ciñendo sobre nosotros. Un largo rato después, me sumí en un sueño inexplicable.

Abría los ojos, poco a poco porque la luz del sol me cegaba. Estaba en mi cama cómodamente tumbada. De pronto me levanto de golpe al recordar que no me había dormido allí sino en el establo. ¿Cómo había llegado hasta allí? Oí el crujir de una silla cuando se mueve y miré. Bruno se levantaba con lentitud sin dejarme de mirar. Yo le sostengo la mirada, muy firme. Me pongo rígida e imponente.

-Tranquila –me dice, haciendo un gesto de calma con las manos-. ¿Estás bien?

Asiento todavía severa.

-Te quedaste dormida en el establo. Como te fuiste así de la cocina pensé que te habías quedado en las caballerizas con Dream y me fui a la cama. Luego esta mañana vi que no estabas y te fui a buscar. Te encontré tirada en el suelo de paja, tiritando y delirando en sueños. El cobertizo esta húmedo y te habías quedado mojada, asique te quité la ropa y te puse tu camisón para dormir –me ruborizo al imaginarme esa escena y prefiero no preguntar, deseaba no saberlo-. Luego me quedé aquí hasta que te has despertado, por si te pasaba algo.

La Chica sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora