Capitulo 2

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En Multimedia Elizabeth.

1. El discurso

Elizabeth

—Este será mi día— aseguró mi madre mientras se bajaba del automóvil ya aparcado en el estacionamiento del auditorio.

— ¿Tu día? ¿No debería ser el mío? —pregunte.

—Sí, el tuyo Elizabeth. Pero no puedes evitar que me contagie de eso.

No tenía más ganas de seguirle respondiendo, se había basado todo el trayecto absorta en la idea de que yo sería el centro de atención. Entre tener que escuchar los comentarios sobre mi mejor amigo Máx y de cómo su mamá estaría de los pelos de puntas porque he sacado mejores calificaciones que él, unido a como mi papá conducía con el auricular puesto hablando con quien sabe que, ya este día parecía una piedra en mi zapato. Así que bajarme del auto implicaba un gran alivio.

Entramos al auditorio vestido con mi toga como todos mis compañeros, ojalá fuese podido quedármelo todo el día para que nadie tuviera que ver el melocotón que parezco con el vestido que aguarda bajo la prenda negra. Mi cabello estaba ondeado en las puntas, era lo que más me gustaba.

Corrí rápidamente para sentarme con los demás estudiantes. En los ensayos ya habían aclarado todo el asunto de orden alfabético, me correspondía sentarme entre Louis y León. 

Max, mi mejor amigo, siseo a mis espaldas, y me voltee para saludarlo.

—Eli, que guapa —soltó un halago

—Gracias Max, ¿A que no sabes que me he tenido que calar? —mi amigo y yo solíamos saber todo lo que hablaban nuestras madres de cada uno, no era un secreto.

—Los bufidos de tu madre de cómo te envidiaran —adivinó

—Sí —enarque una ceja

—Muy buenos días —empezaron a hablar por el parlante. Ya el acto había comenzado, me acomodé más en mi asiento que estaba tan duro como una piedra, en todos mi años estudiando debía haber hecho algo en pro que al menos tuvieran un cojín.

Iniciaron dando unas palabras de bienvenida, el discurso del director, y unas del encargado de la educación en el estado. Luego prosiguieron con la entrega de títulos para cada estudiante, la cual sorprendentemente paso demasiado rápido, tanto que pareciera que los años invertidos pasaran igual de rápidos, ni si quiera me dio tiempo de notar a todos subir y casi ni pase dos segundos en la tarima.

Luego finalmente, anunciaron en el parlante que era mi turno de decir las palabras.

—Ahora las palabras en nombre de todos sus compañeros de Elizabeth Leron, la mejor estudiante de la clase—dijo el orador por el micrófono.

Mi espalda se tensó, casi en un escalofrió que me pasmo en el asiento. Los compañeros que estaban a mi lado me ayudaron a reaccionar. Todos estaban aplaudiendo.

Me encontraba caminando casi obligada, como si caminara descalza en la arena caliente. En cuanto subí y me coloque en frente del podio encontré un papel con el discurso que mi madre había costeado de algún escritor o guionista para que mis palabras fueran excepcionales. Ojee antes de empezar a leer y recordaba todas las palabras caligrafiadas porque ya me habían hecho aprendérmelo para no tener pelones.

—Buenos Tardes —ya había llegado la tarde—Estimados profesores, compañeros, personal directivo, padres y representantes y demás presentes —bla bla bla palabrerías. Hice una pausa y noté que dudosamente ni Shakespeare diría unas palabras como esas, en un evento como este. Después de todo, yo me había ganado la oportunidad de decir las palabras en nombres de todos. Y ninguno de aquí diría esas palabras, se merecían más que esto— yo me merecía más que esto—. Me encontraba en lo alto del lugar, aquí veía el rostro de cada uno e incluso a mi queridísima madre, señalándome mientras movía sus labios en conversación con otra de sus amigas que tenía a lado izquierdo. En su lado derecho estaba mi padre, que tenía una cara de cómo si fuese totalmente ajeno a lo que pasaba.

La gente estaba anonadada con mi silencio. Algunas chicas—las que me odiaban— empezaban a reír que vomitaría el micrófono. Y entonces, casi como un acto humanitario hacía mi misma, tome el micrófono por mi propia cuenta — Lo lamento, pero no puedo hacer esto —comencé, pero los demás habían entendido que seguramente me iría corriendo. Lo que había dicho no era para ellos, era para mis padres. No podía pararme y decir un montón de palabras y seguir con el mismo espectáculo de siempre, no hoy. —No puedo pararme aquí y decir unas palabras que no siento, y que seguramente jamás hubiera pensado. Estoy cansada de fingir y de seguir un guión del cual jamás me he sentido parte. Y no sería justo para ustedes que yo los volviera parte de esto. Se que es una responsabilidad la que tengo en este momento, de decir unas palabras que llenen el momento. Pero no las hay, porque la vida no se llena con palabras si no con momentos, recuerdos y acciones . Y lo mucho que yo pudiera de decir aquí no será más grande que la satisfacción de haber logrado lo que hoy han hecho. Y que lo hicieron por ustedes mismos y no para complacer a ninguno de sus padres. Y mucho menos si ellos solo los tratan como un trofeo en su estante de exhibición —finalicé.

Y lo dijé, no dije mucho y dije tanto como me sentía en realidad. Los rostros de los padres, en especial de Carlota y Eladio —los míos— me clavaban cuchillos. Pero mis compañeros aplaudían eufóricos, y todos sus aplausos me hacían sentir, sentir libre. No pude evitar sonreír, de inmediato vino alguien a quitarme la palabra y cerrar el acto.

Asier

—Si amigos, esa es la incandescente de este año —decía Greg por encima de todo el ruido de los aplausos del lugar. Al parecer las palabras habían conmocionado a los demás.

Rumores como "Elizabeth se desato" "sus padres la van a matar" "¡Que Discurso!" y "La chica se ha soltado" empezaron a oírse. Yo que pensaba que nadie la había notado en todos estos años, pero ahora casi parecía popular. Las personas empezaron desalojar el salón como vacas en matadero.

Al salir, todos se despedían pues sería tal vez la última vez que se verían. Varias chicas se acercaron a mí y a Greg para despedirse, a otras la veríamos más tarde en mi casa donde haría una gran fiesta para celebrar esto.

Luna se acerco a donde estaba Greg, y lo beso. La gente la imito a ella en cuanto quito su toga y birrete para dejar a muestra su corto vestido negro. Yo me incluí y deje a muestra mi despreocupado atuendo.

No era tan malo haber tomado la decisión de venir, no hay nada más entusiasta que unos adolescentes recién graduados.

—¿Te quedas o te vas?— avise a Greg que me marchaba.

—Me quedo con Luna, luego te caemos en tu casa

—Parece que han domado al domador—bromee

—Cállate imbécil

Solté una carcajeada, Greg no hace esas cosas por una chica. Fui hasta el estacionamiento por mi moto, me coloque el casco, y la encendí.

—¿Cómo pudiste haber dicho eso?—se escuchan los gritos al otro lado

Trate de hacer silencio para escuchar mejor pero se habían callado, el motor rugió y lo apague para alcanzar a oír las voces que otra vez se hacían presentes.

—....Un psicólogo, claro que sí —decían, me baje del asiento y fui guiado hasta encontrarme en un rincón detrás de una camioneta negra a la loca del discurso siendo sermoneada por sus padres.

Al darme cuenta que era una estupidez de esa magnitud, me aleje. No pude continuar en el instante de que sentía que debía ayudarla. La conciencia me estaba jugando una mala pasada, y me quede inmóvil, pero sentía que debía ir a ayudarla y eso hice. Si alguien sabe lo mal que pueden comportarse unos padres, ese era yo.

Me asomé y su padre levanto la mano a punto de... ¿Golpearla?

—Más vale que no lo haga, señor —lo rete a sus espaldas. El hombre volteo y clavo su mirada desafiante en mí.

—Ella es mi hija, y yo hago lo que es necesario con ella. Así que lárgate, porque te juro que hare que te echen de dónde vives si no

—Suéltela, porque le juro que haré que lo metan a la cárcel por violencia intrafamiliar si no —espeté.

El hombre bajo la mano en señal de darse por vencido, yo estaba satisfecho con la situación. Se subió a su auto y la madre de un jalón la metió en el auto, aun así me miro con esos ojos color miel en forma de agradecimiento. Jamás permitirá que un padre déspota se aprovechara de su hijo, y menos si era una chica.




Caramelo de CianuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora