Capítulo 18

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Besar a Ignacio no fue como esperaba. En realidad no se que esperaba, nunca había besado a nadie para compararlo. Creía que no se sentiría tan vacío, y aun así, fue justo lo que paso; a lo contrario que pudo haber pasado, el hormigueo que había sentido hace días se había desvanecido.

Era dulce, tierno y muy guapo. Esos días que terminé pasando en su casa para pensar mejor las cosas provocaron que nos acercáramos más, no estaba enamorada de él ni nada por el estilo, solo me sentía atraída.

Tal vez era justo lo que necesitaba en esos momentos, hablar con él me hacía sentir mejor, me hacía entender cosas que sola no fuese podido. Parece que tenía las respuestas a mis problemas, y a mí me urgía encontrar esa luz entre tanta oscuridad.

Después de enterarme del secreto de Eladio, y encontrarme por casualidad con Ignacio, me invitó a pasar unos días en su casa para aliviar mis pensamientos. Mi madre no tuvo problema, y gracias a cielo accedió cuando la señora Ramona le solicitó por teléfono darme permiso, es más, estaba encantada. La verdad no tenía valor de mirarla a la cara y ocultarle lo que pasaba, estaba mal, era mi madre. A pesar de todo lo malo que pueda hacer, era mi madre y lo seguiría siendo.

Los días fueron muy incómodos al principio, Gabriela —la hermana menor de Ignacio— se mantuvo disgustada con él, sin embargo a mi me trataba bastante bien. Era raro verlos así después de la cena, pero el ya me había dicho que a veces solían pelear, supongo que sucedía algo parecido y por eso no se hablaban más que cuando sus padres estaban presentes y por educación.

Su casa era mucho más grande que la nuestra, de seguro si mi madre llegaba a visitarlos nos haría mudarnos a una más grande. Todo para presumir, ni un quinto le fuese valido que llevaba toda su vida familiar en nuestra casa.

Y después de varios días, Ignacio empezaba a mostrarse más pretendiente conmigo y fue como habíamos empezado a salir, olvidarme de mis problemas con él era fácil, lo difícil era darme cuenta que tenía que tomar una decisión. Pero ya sabía lo que haría, tenía razón, no debía irme de mi casa ni contarle nada a mi madre, eso estaría bien, puede que no me creyera y terminara empeorando las cosas.

—¿Disculpe Elizabeth? —Mónica, toco la puerta. ¿Cómo se atrevía? Yo que pensaba que era parte de mi familia y ahora.

—No quiero hablar con nadie, retírate por favor —supliqué con dureza.

—Esta bien, si necesita ayuda para vaciar la maleta que se llevó estaré en la cocina.

—Gracias.

Estar en esta casa iba a hacer más difícil de lo que creí al venir. Quería reclamarle a todo el mundo lo que hacían: a Eladio que dejara de engañar a su esposa, a Mónica por su falta de dignidad, a mi madre por tratarme como una muñeca de trapo y a mí, quería gritarme por ser tan ingenua.

Me tiré sobre la cama y la tristeza volvió a envolverme. Ya no estaba tan segura de lo que estaba haciendo, no como cuando estaba con mi plan con Asier, al menos tenía la esperanza de recuperar a mi familia, ahora no estaba segura si quería a la familia que tenía. Ignacio decía que debía aceptarla, que solo estaba decepcionada, y yo quería huir de aquí, tenía razón debía quedarme a defender esta familia aunque cada quien este en su propia batalla.

¡Asier! Tenía que ir a verlo, quería saber cómo estaba. Abrí mi armario y me cambié por una ropa más presentable para verlo, cepillé mi cabello y bajé muy rápido.

No sé si era mi impresión o ahora la casa siempre estaba vacía, a parte de mi y de Mónica.

Crucé la calle y caminé hasta su puerta, di unos toques, más de la cuenta debo agregar. y finalmente abrió, estaba ahí igual de guapo, igual de rubio, igual que él y eso por una extraña razón me hacía feliz.

Caramelo de CianuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora