Capítulo 12

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12. Vieja Amiga

Elizabeth

Fui la más estúpida por pensar que Luna iba a recordarme. Quizás ni si quiera sabía que fuimos amigas, o no le importé lo suficiente. Siempre las cosas tienen más importancia en la mente que en la realidad, y es duro aceptarlo.

Mi rostro se reflejaba a duras penas en el sucio espejo del baño, estaba tan abatida, tan destrozada.

—¿Qué demonios hago aquí? —me pregunté en voz alta.

Sentía algunas lágrimas por venir y me enjuagué el rostro limpiando mi maquillaje. Até mi pelo en una coleta y casi podía parecerme a mi antiguo yo. Una persona no puede ser alguien distinto a lo que fue sin conservar una parte de ella.

Odiaba esto, odiaba todos los días sentirme como una tonta por querer cambiar un destino que estaba escrito. Cansada de querer ser alguien que no podía ser; y peor, por querer tanto a un par de personas que no sentían lo mismo por mi.

Es tan agotador enfrentarte a la vida sin respuestas, sin atajos.

Me metí en un cubículo del baño y me senté en la tapa del retrete, medité todo lo que me molestaba pesé a que no era el mejor lugar para serlo. Y comencé a leer todas las notas escritas tras la puerta del baño. Repasé cada una. ¡Cuántas groserías! Pero al ver la que estaba debajo del tornillo de la cerradura me sentí mejor.

"Eres el lápiz que escribe el futuro"

Es fácil encontrar algo que se introduzca en ti tan profundo, que hasta olvides que estas en un baño de un bar. Que esta aparentemente limpio pero con puertas ralladas y espejos sucios. ¿Quién sería la persona que habría escrito esa frase?

—Eh, ¡Alguien salga que me estoy haciendo pis! —golpearon la puerta y reaccioné. ¿Había pasado mucho tiempo aquí?

—¡Voy! —avisé, y jalé de un golpe la puerta, impactando a la chica afuera —¡Rayos! Lo siento, en verdad discúlpame ...

—Ya déjalo —se tapó la nariz, y se volvió hacia mi para darme cuenta que era Luna.—Eres tú.

—Si soy yo —dije ilusionada, ¡ya me había recordado!

—¿De verdad piensas que Asier te va a hacer caso, Elizabeth?

No sabía que responder a eso, con tantas mentiras no podía afirmar que Asier le había dicho que somos novios, o amigos.

Se carcajeó, pero de momento abrió mucho sus ojos y me empujó a un lado para poder entrar al cubículo.

—Si sabes que no puedes tener algo serio con un chico como Asier —dijo, teniendo la puerta en medio de nosotras

—¿Qué quieres decirme, Luna? —decir su nombre en voz alta me hacia sentir que en cualquier momento sabría que había algo en él que me daba confianza de pronunciar.

—Que no es el tipo de chico para el tipo de chica que eres—replicó.

—¿Y que clase de chica soy?

—No lo sé, alguien correcta. Así que no se que haces aquí, rodeada de pimpollos de bar y mujeres en minifaldas.

—Tu no llevas minifalda —argumenté, a pesar de todo Luna parecía normal. Una buena chica, como siempre solía serlo.

—Vale, es como un decir —salió del baño. —Oye, no me lo tomes a mal. No conozco mucho Asier más de lo que me ha contado Greg, pero solo te decía que tu antiguo yo no combina con él. Y... ¿Por qué ahora te vistes así?

—Porque quería cambiar.

Sacó un labial rojo de su bolsillo y abrió la tapa.

—Nadie cambia así de fácil —y empezó a pasarlo por sus labios.

Parecía que todos los chicos que conocía últimamente tenían un secta en contra de cambiar, ¿Por qué todo el mundo tenía que estar en mi contra? Necesitaba una amiga a quien contarle todo esto, pero estaba más sola que la una.

—¿Vienes o te quedas? —dijo, sonriente.

—Creo que ya me voy —contesté.

—¿Quieres que vaya contigo?

—¿Dejaras a Greg solo? —ella asintió, y yo le sonreí.

—Vamos, podemos irnos en el metro antes de que sean las doce.

Salimos de aquel Bar, sin si quiera despedirnos de nadie. Caminamos un gran trayecto hasta la estación donde ella compró boletos de dos viajes, entramos al metro y charlamos sin parar sobre muchas cosas, como de los chicos. Y de lo mucho que le hacía falta a Asier un corte, cómo conoció a Greg, por qué lo quería y tantas cosas. Mientras ella hablaba con dedicación sobre aspectos de su vida, yo la veía y sabia la clase de amistad que había perdido para siempre.

Se bajó conmigo en mi estación y me acompañó hasta mi casa. Cuando ví la estructura de las paredes que año tras año me mantuvieron en un raro cautiverio interior, me detuve.

—Esta es mi casa.

—¿En serio?—dijo con los ojos iluminados por la luz de la farola. —Esta preciosa.

—Te invitaría a pasar pero ya es tarde y no se si debas irte ya —no quería sonar descortés, pero la verdad es que me preocupaba a que hora terminaría llegando a su casa. Ella no parecía darle mucha importancia.

—No te preocupes, Greg viene por mi en un rato. Me quedare sentada en la acera —dijo, tomando asiento en el cemento.

Sentándome al lado de ella le deje en claro que yo le haría compañía. Estaba feliz, más que feliz, no podía conciliar que Luna hiciera eso por mi, acompañarme hasta casa.

—¿Por qué no le has dicho a Greg que nos trajera?

—Porque se veía que necesitabas tiempo a solas, y los chicos son pésimos para una compañía solitaria. Parece que todo el tiempo están tratando de adivinar que te pasa, es frustrante, a veces solo quieres estar y ya.

Suspiré, estaba en lo cierto.

—¿Te puedo preguntar algo? —cuestioné.

—Adelante Eli —se tapó la boca—. Lo siento, ¿te puedo decir así?

—Claro.

—Bueno, pregunta —insistió.

—Es un poco largo, pero este es el asunto...

N/a: ¡Es corto! Bueno, en realidad de un tiempo para acá los capítulos han sido así. Es que de verdad no me gusta llevar tiempo sin actualizar y... He tenido tanta tarea :o

Caramelo de CianuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora