17. Beso
Asier
Dos semana, dos semana que no sabía nada de ella, y estaba cansado de tenerla en mi mente todo el maldito tiempo. Trataba de pasar todo el día en la calle para evitar mirar hacia su casa porque ya estaba volviéndome un psicópata, pero era difícil, cada vez que duraba mucho tiempo fuera pensaba en que así no iba a averiguar que estaba pasando.
Había tratado de colarme desde su ventana pero estaba cerrada y su habitación vacía. Tener los murmullos constantes de ella por un buen tiempo en mi casa, dejaba que a su ausencia existiera un vacío inmenso. Por otro lado estaba la Maria de la fiesta llamándome a cada rato, desesperada porque le atendiera, como si pensaba que a mi me interesaba, a mi nadie me interesaba.
Por eso había tomado la decisión que dejara de importarme, pasaba más tiempo con Sandro en su bar, incluso ayudaba al barman de noche a servir el trago. No necesitaba el dinero así que me daba igual cuanto ganaba, solo quería mantener la cabeza ocupada, en otras instancias llamaba a Greg pero estaba de vacaciones con su padre, y para tenerlo a cada rato diciéndome que me gustaba la novicia no hacía falta.
—Asier, pásame la harina —indicó Sandro, estaba en su bar preparando unos pie's, saber que a Sandro le gustaba cocinar me desconcertaba. Si la novicia no se hubiera perdido quizás ni me fuese enterado, a veces ser un tipo como yo no deja que tus amigos se muestren tan cual son, quizás por eso ella ya se había perdido.
Según estaba llorando en caso de Luna aquella vez, ¿y si no se fue por su cuenta si no algo le paso? Estaría en problemas, seguro la estaba pasando mal, sus padres deberían estar torturándola... ¡Ahh! Debía dejar de pensar en ella, sus padres iban todos los días a su casa, salían temprano llegaban en la noche, no podía pasar nada malo. Golpeé la mesa que tenía más cerca —donde Sandro amasaba— de la rabia, quería sacarla de mis pensamientos de una vez. No debí acostumbrarme a ella nunca.
—Bueno ¿Qué te sucede? ¿Piensas romper mi mobiliario o qué? —reclamó.
—Lo siento, Sandro —dije.
—¿Me acabas de pedir disculpas? Así estarás de mal...
—No estoy mal, solo necesito dejar de pensar un rato —bramé, y sabía que iba a hacer para eso, salí de ahí y marqué el número que por tantas semanas me había fastidiado
Me contestó y acordamos encontrarnos una vez más en su casa, estaba a punto de ir directo a la cabeza del lobo, pero si ese era el precio de sacarme a la novicia de la cabeza estaba bien.
Conduje recordando la dirección de aquella vez, me costó un poco conseguir la casa pero la chica aguardaba bajo el umbral de la puerta viendo hacia la calle esperando mi llegaba. Su cabello corto estaba sujetado en una coleta de la cual salían algunos cabellos, cuando estacioné me acerqué a ella.
—Muñeco, pensé que no volverías a llamarme —se lanzó a mi cuello, me cubrió con sus manos y depositó un beso muy cariñoso en mi mejilla. Tenía labial de seguro había manchado mi piel con su color. Que desagradable.
—No pensaba hacerlo, pero quería verte —dije, sinceramente dudé que se lo creyera.
—Eso es lo más lindo que me has dicho, pasa —abrió la puerta y nos acomodamos en la sala —No te he contado pero me han aprobado en la universidad de costura.
—¿Es eso una universidad? —cuestioné.
Endureció el gesto, pero luego me miró sonriente —Si, lo es. Y he entrado, de seguro no sabes porque ni si quiera piensas ir a la universidad —replicó.
¿Cómo coño sabia eso? ¿Me estaba espiando o qué? Su afirmación me desconcertó un poco, solo había venido a verla dos veces. Nunca mencioné eso en ninguna conversación.
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Caramelo de Cianuro
Novela JuvenilUna chica que se siente utilizada Un chico que suele hacer lo que le venga en gana. Y un amor tan dulce como el cianuro. [StephaneGB©] Todos los derechos reservados. Registrada en SafeCreative identificador 1509285254560 Portada por:...