Capítulo 35

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35. Llamada

Asier

Me fuese gustado ser tanto un hijito de papi como el imbécil de Ignacio en ese momento. Lo que fuese dado por serlo. Y no por la simple idea de querer parecerme a un tipo como él; si no porque él había movido sus influencias un poco y ya estaba fuera de esa inmunda cárcel a la que yo todavía tenía que quedarme por que claro, la justicia es sólo para un grupo de personas que no tienen contactos.

Golpeé las rejas tratando de liberar un poco la ira que estaba sintiendo.

— ¡Hey! Cálmate si no quieres pasar más tiempo del debido aquí. —Dijo el guardia que estaba sentado en la oficina del jefe tomando un café, mientras leía el periódico. Estaba ahí con su gran panza tan relajado mientras yo estaba tan desesperado por salir de aquí, tanto que con sólo verlo me daban ganas de gritarle unas cuantas chorreadas pero sabía que eso me haría pasar más tiempo ahí, y era lo menos que necesitaba en esos momentos.

Dejé caer mi cuerpo sobre el banco de metal que había en mi celda, y desperté a un señor que estaba en el otro extremo. Miró hacía mi pero volvió a tomar su posición, no sabía cómo podía dormir en esa pocilga.

Era deprimente, se podía escuchar el sonido de las ratas desde ahí, y había un sonido de un goteo incesante sobre el lavabo oxidado que me estaba colmando la paciencia. Podría soportar todo eso, pero lo que me estaba colmando hasta las huesos era el hecho de que de todos los jodidos días de mi vida, tenía que ser precisamente este el que tuviera que pasar la noche en ese lugar.

Justo cuando necesitaba estar en el maldito hospital asegurándome que Elizabeth estuviera bien, que no le hubiera pasado nada malo. Que la loca de la tipa con la que me cruce hace días no le hubiera dicho nada malo.

Otro guardia llegó y empujó a la celda a otro más, me levanté hasta llegar a la reja.

— ¿No se supone que al menos tengo una llamada? —pregunté.

El tipo, que se trataba ya de un viejo con una calva haciéndole frente, observó mi presencia con fastidio y rodó los ojos.

—Richard —llamó al que estaba leyendo el periódico, este levantó la vista en su dirección y se acomodó en su lugar. — ¿Aun no le has dado la llamada a este?

—No, el está aquí por una pelea en un hospital saldrá luego de cuarenta y tres o cuarenta y cuatro horas como mucho—dijo revisando su reloj. —No tiene derecho a una llamada.

—¿Qué? —protesté. —¿En serio? ¿No piensa darme mi puta llamada?

—Eh, cuidado con el vocabulario con un oficial. Si no quieres pasar aquí otro par de horas adicionales—dijo el que se encontraba en la reja.

—Bien. —mascullé—. Sólo necesito hacer una llamada, ¿Qué si piensan que he sido secuestrado?

—Claro —asintió. —Tienes una pinta de que te pueden secuestrar así de fácil, y de paso, si fuera el caso los secuestradores harían una llamada.

Se alejó de la reja y se subió hasta el escritorio donde el supuesto Richard estaba, tomó un poco del café de su compañero en un sorbo mientras me observaba.

—Vamos, ¿Qué les cuesta una llamada? —murmuré, y estaba tan desesperado en ese instante que sólo lo dije. —Por favor.

Arrojó una sonrisa ladeada. —Está bien, pero solo tienes cinco minutos.

Cinco minutos, eso es todo lo que necesito para saber si estaba bien. Asentí y vino en mi dirección con las llaves para abrir la reja. Me dejó salir hacía un teléfono que estaba pegado a la pared al final del pasillo de las celdas, habían varias personas en ella, y estaba las de las mujeres también. Eran tan descaradas que silbaban a través de las rejas cuando pasé.

Tomé el teléfono mientras el apuntaba a su reloj indicándome que marcaba la hora.

Marqué el número de Greg y al tercer repique atendió.

—¿Asier? —preguntó a través de la línea.

—Si, Greg. Escúchame no tengo mucho tiempo.

—Jesús, ¿Dónde te metiste? E tipo este con el que peleaste ya está aquí otra vez—Genial, debí suponerlo que aún así me hizo fruncir el ceño. —De hecho, incluso piensa entrar a verla.

—¿Qué? ¿Qué coño le pasa a ese tipo?—inquirí, enojado. —Dios, que pesado...

—No lo sé, viejo. Pero que pasa contigo, ¿estás bien?

—Si, Greg, estoy bien. Pero necesito...

—¿Por qué no estás aquí? ¡No puedes hacer esta mierda! Ella te quiere...—perdí el hilo de lo que decía porque el guardia estaba golpeando el teléfono mientras apuntaba a su reloj. Eso no podían ser cinco minutos de ninguna manera.

—Si, ya déjame en paz—le respondí, y volví hacía mi conversación con Greg—. Escucha, sólo necesito saber si esta bien.

—Asier ¿vas a venir?

—Si, si, pero dime si esta bien de una vez. ¡Greg! —presioné.

—Si, lo esta. Esta estable, la bala no ha tocado ningún nervio y en este...

La llamada se cortó porque el tipo había colgado la llamada.

—Y ya pasaron los cinco minutos...

—De ninguna manera eso fueron cinco minutos —me queje, maldito cabrón. Me jaló del brazo de nuevo a mi celda, pero ya al menos podía respirar con calma.

Ella estaba bien, gracias al cielo, aunque no escuché muy bien que me decía Greg pero me bastó con saber que estaba bien. La felicidad que sentía en ese momento era sumamente inexplicable. Pero joder, el estúpido de Ignacio estaba ahí y quería verla, lo que significaba que estaban aceptando visitas.

Y él estaba ahí, y yo no. Un vacio se me coló en el interior de solo pensar que sentiría ella cuando no me viera ahí, sólo espero que Greg le diga que me llevó la policía y que sólo por esa razón no estaría con ella. Aunque existía la posibilidad de que no quisiera verme, después de todo no tuve ni si quiera el tiempo de explicarle nada, porque todo pasó tan rápido. La vida era demasiado injusta conmigo, parecía que nunca podía tener a quien quería conmigo porque las cosas se ponían patas para arriba.

Algunas lagrimas picaban en mis ojos de sólo pensar que la había perdido, pero las contuvé, me vería patético de sólo pensar en llorar aquí, y menos frente a los vagos de estos guardias. No lo iba a hacer.

Alguien más entró al lugar y subí la cabeza para notar a un chico que se me hacía conocido. Busqué en mi mente de donde había visto antes ese chico de cabello oscuro, hasta que recordé que trabaja con Elizabeth en Billie's. En cuanto se dio cuenta de mi presencia frunció el ceño, y luego el gordo del periódico le llamó "Hijo" quizás podía usarlo de contacto. Al menos para que fuera hasta el hospital y me trajera mejores noticias que las de Greg pudo darme.

— ¿Qué has traído para nosotros? —preguntó el que otro guardia. El sacó un par de refrescos grandes en su dirección y el de Richard, pero viéndome constantemente. —Vaya, si que Román es un buen hijo—agregó contento mientras llevaba el vaso a su boca.

Reproduje el nombre en mi mente, porque de repente me sonó conocido, detallé cada esquina del rostro del chico y lo sume más el recuerdo del único Román que había conocido en mi vida. Demonios, ¿Cómo no pude darme cuenta antes? Roman era el mejor amigo de mi hermano.

Caramelo de CianuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora