Capítulo 4: Respuesta.

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Unas cuadras antes de llegar a casa decidí parar en la esquina de una tienda. Mis manos se posaron en mis rodillas y tomé un poco de aire, limpie mis lágrimas al mismo tiempo en que me limpiaba la cara y me calmé... o eso llegué a pensar. Volteé a ambos lados y al no visualizar personas a mi alrededor que vieran mi deplorable estado, seguí mi camino con una sonrisa, falsa, la cual más bien parecía una mueca.

Mis labios temblaban, eran tan obvias mis ganas de llorar pero, no podía... No podía dejar que alguien me viera así, sobre todo Usagi-san porque, yo no podía acudir a él.

Ijuuin me amenazó y exigía mi silencio y aparte ¿cómo podía decirle algo así? Obviamente perdería su amor y quizás terminaría odiandome y yo no quiero eso. No podría soportar tanto.

Yo... ¡En realidad lo amo!”.

Mi vista se comenzó a nublar y sentí como una lágrima escurría por mi mejilla.

Oh no, otra vez quiero llorar”.

Con ambas manos tallé nuevamente mis ojos, los tallé con fuerza que tardé unos segundos en que mi vista se enfocara de nuevo; borré las lágrimas que amenazaban salir, tratando de mantener esa sonrisa que me ayudaría a ocultar lo que sentía y seguí mi camino.

En todo el trayecto, las miradas de las personas se posicionaban en mi. Murmurando cosas que yo no entendía.

¿Tan despreciable soy?” —me pregunté, y las mismas miradas que me veían de arriba abajo me contestaban con una afirmación.


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Me encontraba frente a la puerta del apartamento lidiando con entrar o salir corriendo de ahí, rezando si es que decidía entrar, Usagi-san no viera en mi mirada lo que pasaba, tan sólo que ignorara mi semblante. Trataba de entender que era lo correcto.

Tomé un largo suspiro y la abrí, esperando que Usagi-san no sospechara nada.

—E-Estoy en casa —anuncié con voz temblorosa y me regañé internamente al delatarme con ese tono de voz, pero no recibí respuesta alguna.

Las luces estaban apagadas, así que las encendí para ver mejor el panorama.

—¿Usagi-san? —lo llamé, pero nuevamente el silencio se hacía presente.

En eso, me llevé un gran susto porque de repente sonó el teléfono de la casa. Dejé mi mochila tirada al lado de la puerta y me dirigí unos pasos a la izquierda para contestar.

—¿A-aló?

—¿Misaki?

Menos mal, es Usagi.

—Usagi-san ¿Dónde estás?

—Lo siento, fui obligado a asistir a una estúpida reunión y llegaré pasada la medianoche. Te avisaba para que no te preocuparas. Además para que no hicieras cena para mi.
¿estarás bien?

—¡Ah! claro, no... pasa nada.

“Ya ni sé como me siento al saber que estaré solo... Pero, no hay nada que hacer”.

—Suerte en tu trabajo, nos vemos en la noche —alejé el teléfono con intenciones de dejarlo en la base, pero la voz de Usagi me llamó una vez más, con un timbre de voz tan distinto al de hace escasos minutos.

Obsesión.  [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora